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Creed: todo final tiene un comienzo

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Suéter gris, guantes y pasamontañas negro. Esta imagen vuelve a recorrer las calles de Filadelfia, mientras se prepara una gran pelea. Pero ya no es Rocky el que corre, ahora es Adonis. El mismo año en que se retoman las sagas de Jurasic Park y Star Wars, otra historia vieja da pie a un nuevo inicio.

Creed explota la nostalgia al mismo tiempo que inventa una nueva historia, una nueva leyenda. Si en algún momento de la película tienes ganar de pararte y aplaudir, no estás solo. Probablemente la persona de al lado, y la sala entera, estén sintiendo lo mismo. Lo que se podía pensar que era una séptima innecesaria aparición de Rocky en la pantalla grande, termina siendo un estupendo tributo con mucho que contar, gracias al guión y la dirección –destacada por diestros movimientos con cámara en mano- de Ryan Coogler, que supo cómo cautivar a una nueva generación.

Adonis Johnson nunca conoció a su padre, uno de los boxeadores más famosos de la historia y el primer rival de Rocky: Apollo Creed. Luego de quedar en orfandad y de una infancia traumática, Adonis es encontrado y adoptado por Mary Anne (Phylicia Rashad), la viuda de Apollo. Crece cómodamente, acude a la escuela, trabaja en finanzas, pero quiere boxear y ha demostrado tener talento para ello. A pesar de la negativa de su madre, se muda a Filadelfia e inmediatamente busca a Rocky para que lo entrene.

Luego de un poco de insistencia, el trabajo duro empieza. Adonis empieza a pelear con el apellido de su madre. Él quiere construir su propio legado, pero rápidamente se corre la noticia. El hijo de Apollo de Creed es retado por el campeón mundial. La historia se divide en dos grandes peleas, pero la tensión y la emoción no merman nunca. Las situaciones graciosas tampoco. Si no es el boxeo, es el romance, y si no, es la vida misma.

Ahora, ¿están realmente merecidos los reconocimientos de Stallone? Totalmente. Y probablemente, y con mérito, se lleve el Oscar también. El personaje ha crecido como ha debido crecer, ya no es el jovencito impulsivo e impetuoso de los 70. Detrás de la nueva parsimonia de Rocky se esconde una conmovedora historia de despedidas, de lucha, de aguante. La vejez le tocó como naturalmente lo haría. Si en Rocky Balboa (2006), el propio Stallone se condenó a pelear a una edad en la que ya no le creíamos los golpes, esta vez supo ejecutar la evolución sensata de Rocky. Sin siquiera levantar la voz, te llena de temores y alegrías.

Por otro lado, después del fracaso de Los 4 fantásticos, Michael B. Jordan se redime con el público y se convierte en uno de esos actores de color que te hacen dudar sobre qué tan válido es el boicot a los premios Óscar por omitirlos en las nominaciones. Su actuación es sentida, conmovedora, muy natural y digna de resaltar. Sin duda muchos quedaron con un buen sabor de boca que los deja con más ganas de ver las peleas del joven Creed.

No suena Eye of the tiger ni Gonna fly now; además, repite algunos clichés de la historia original, pero a fin de cuentas es una película sobre el legado y la superación, algo que suele plantearse en este tipo de subgénero dramático dentro de un ring de boxeo. Sin embargo, no se excede lugares comunes (como se hubiese esperado). Tiene buenas actuaciones, diálogos divertidos, inspira risas, arruga el corazón y emociona, al punto de sentirse uno más gritando la pelea. Una buena mezcla para un excelente rato de cine.

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