De Interés

El país que se aproxima

La distopía venezolana se ha materializado. Digamos que parte de lo que tanto habíamos temido para este país, como ciudadanos, ha ido sucediendo en Venezuela. La permanencia del chavismo en el poder, con sus métodos sectarios y sus modales corrompidos, ha producido un daño duradero muy claro.

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FOTOGRAFÍA; ANDREA HERNÁNDEZ

Claro que siempre podrán suceder cosas nuevas, buenas o malas, pero lo que iba a pasar en el país, de alguna manera, en parte, ya pasó. En el actual estado de cosas concurren varias tendencias que han desatado nudos, con corrientes alternas, que alimentan procesos que, al menos por un buen tiempo, lucen irreversibles.

Se concretó, por una parte, una catástrofe económica que navega su tercer año de duración, con precios desorbitados que coexisten con una profunda depresión económica. El colapso económico se ha llevado los tres años del gobierno de Nicolás Maduro y es el más grave que hayamos tenido que vivir. Casi nadie, o nadie, habla ya de comunas.

El proceso de nacionalizaciones y estatizaciones se tradujo en la consabida ruina de los activos nacionales. Los límites del hampa se han expandido; la capacidad de respuesta de alcaldías y gobernaciones a problemas relativamente simples es muy insuficiente y escasa.

Si vamos a hablar de situaciones consolidadas, respecto a la escasez de bienes y servicios, existe, desde hace al menos 3 años, un estado emergencia crónica instalada dentro del metabolismo cotidiano de las familias venezolanas. Hace 6 años escasea la leche; hace al menos dos la falta de medicinas ha tomado los confines de una tragedia permanente.

Se ha profundizado, también, una numerosa diáspora de ciudadanos al exterior, a configurar núcleos inmigrantes en naciones hermanas cercanas, o a agrandar los ya existentes en los Estados Unidos, en Australia y en Europa.

Todavía no sabemos cuales serán las consecuencias de este terremoto migratorio. Probablemente serán muy hondas. Algunas, por cierto, no tienen por qué ser del todo negativas.

La emigración sobrepasa a la clase media y, por primera vez en nuestra historia, quizás comienza a convertirse, ahora sí, en un deseo popular. Se consolida un nuevo tejido cultural, con nuevos hábitos y valores, correlativos al hecho mismo de la venezolanidad.

Digamos que han tomado aliento todas las causas que alimentan el más notorio de todos los desenlaces de este tiempo: la consolidación del fracaso chavista, y, lo que es de verdad triste, la gestación de un nuevo fracaso para Venezuela.

El fracaso del chavismo es una realidad que ha llegado para quedarse. Toda la leyenda popular del chavismo se ha erosionado terriblemente en las barriadas del país. Estamos ante el fin de la promesa de participación, protagonismo, de justicia social y buen vivir entre la población.

El chavismo es un movimiento sin futuro y sin capital político: ha decidido perderlo imponiendo a la ciudadanía la decisión de matarla de hambre para honrar los imperativos de una receta económica. Esta circunstancia que vivimos consagra el fin del pacto del chavismo con las mayorías y su ocaso como movimiento de masas. Es un estado de opinión que había sido muy deseado por muchos desde hace mucho tiempo, y que, hace apenas unos cuatro años, todavía lucía algo empinado.

Algunos de estos hitos no han tenido expresiones electorales adecuadas. En torno a ellos, sin embargo, se extiende el consenso ciudadano. Al tragarse en silencio, sin asumirla como propia, la crisis económica y todas sus consecuencias sociales, el chavismo lo que ha hecho es implosionar.

Es decir, no ha colocado su fracaso ante el escrutinio público, pero, al enguillirse el bolo del deterioro social, intentando disimularlo, se ha vaciado de contenido entre las mayorías. El estallido ha sido interno. Ha muerto, además, la leyenda de la solidaridad social del chavista, disuelta entre las protestas por hambre y la represión

Nadie sabe cuanto, pero está claro que la deriva venezolana puede durar un poco más. La concreción de una salida electoral a estos entuertos, sin embargo, despejará por completo el panorama político, y colocará a Venezuela, pronto, ante un nuevo capítulo de su historia política y constitucional.

Hace rato que aquí está totalmente consolidada, también, una nueva voluntad entre la mayorías. Lo único que espera es el momento en el cual le permitan expresarse para emerger a flote.

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