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“Terror”, la nueva puesta en escena de Héctor Manrique

Recientemente se puso en escena en el teatro Trasnocho Cultural, bajo la dirección del gran actor y director de teatro venezolano Héctor Manrique y del Grupo Actoral 80, “Terror”, una obra del escritor y abogado penalista alemán Ferdinand von Schirach, que se ha presentado con mucho éxito en Europa (Alemania, Austria, Eslovenia, Hungría, Suiza e Israel) y también en Japón.

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Héctor Manrique, también en Jezabel
FOTOGRAFÍA: GRUPO ACTORAL 80

Más allá de las excelentes actuaciones de todo el elenco, de la escenografía, de los esfuerzos de todos los involucrados en su realización, del inmejorable y quizás absurdo precio de poco más de $1, y del agradecimiento a este gran venezolano, Héctor Manrique, que hace y da tanto a la cultura venezolana en estos tiempos prácticamente a cambio de nada, la obra en sí, genera muchas reflexiones, sobre la condición y conflictividad humana, el drama de la existencia, el valor intrínseco de toda vida humana, la ética, la justicia y la infinitud de la subjetividad, entre muchísimos más temas.

El argumento básico de la obra es el siguiente:

Un avión de pasajeros es secuestrado por un terrorista. Este manifiesta su intención de estrellarlo contra un estadio en el cual hay un público de 70.000 personas. Un Mayor de la Fuerza Aérea de Alemania decide voluntariamente y desconociendo una orden en contrario, derribar al avión para “supuestamente” evitar que se estrelle contra el estadio causando un mal mayor, acabando así con la vida de 164 pasajeros.

¿Es el militar culpable o inocente de las muertes? ¿Se pueden poner en una balanza 164 vidas vs 70.000? ¿Se pueden desconocer las órdenes dentro de una estructura militar para salvar vidas o para acabarlas? ¿Somos los humanos dioses para decidir sobre el destino de vidas inocentes?

Todo el público que asiste a la obra se convierte en el jurado. Se escuchan los alegatos de la defensa, de la fiscalía, y las declaraciones de los testigos y víctima. Terminada la obra el público debe votar por la inocencia o culpabilidad del Mayor.

El sitio web de la obra a nivel mundial (http://terror.theater/cont/results_main/en) lleva estadísticas sobre los resultados de los dictámenes. A la fecha, de 376 juicios (presentaciones de la obra en 21 teatros de dos países) se han producido 353 veredictos de no culpabilidad y 23 de culpabilidad. De 124.983 jurados (público asistente), 74.272 han votado por la inocencia del implicado y 50.711 por su culpabilidad arrojando un 59,4% de votos de inocencia.

En Venezuela en todas las funciones unas veces con más votos, otras con menos, el resultado ha sido el de declarar inocente al imputado.

En algunas de las funciones en teatros alemanes como en Berlín, Múnich, Dresden y Núremberg el Mayor ha sido declarado culpable.

En tal sentido, en mi opinión, lo aterrador del propio nombre de la obra, “Terror”, no son sólo los detalles del caso en sí, sino también lo subjetiva y maleable que puede ser la justicia conforme a las circunstancias del momento, y de las personas que preparadas o no, que influidas o no, que politizadas o no, que objetivas o no, sirven de jurado y tienen que tomar la decisión de condenar o absolver a un hombre.

Por eso, la representación de la justicia es la de una dama vendada (para ver solo los hechos y no las personas), quizás ciega, con una balanza en la mano (para juzgar los alegatos y pruebas de cada lado) y una espada en la otra (para castigar con mano dura a los culpables), que en algunas latitudes trata de comportarse a la altura, y en otras más cercanas, sale a la calle a medianoche a buscar clientes con un machete o un Fal, después de haber pateado la balanza y haberse quitado la venda.

Bien decía el jurista romano Ulpiano que la «La justicia es la constante y perpetúa voluntad de conceder a cada uno su derecho» Darle a cada quien lo que le corresponde, el problema es que determinar esa correspondencia es un trabajo, más que humano, divino.

Si usted quiere darse un regalo, de esparcimiento y reflexión en está atribulada ciudad no deje de asistir.
De nuevo mil gracias, Héctor Manrique.

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