De Interés

Natalie Rocha, arte que exorciza

Artista visual venezolana, creadora versátil y emocional, clausura este 29 de octubre “Entretelas”, en la Casa Museo de Venezuela en España, Huelva, con más de 100 obras en telas, dibujos, pinturas, instalaciones, diferentes formatos intervenidos, performance, haciendo arte que transforma.  

Publicidad
POR: MARIANELLA DURÁN

El poder transformador del arte a veces cambia de latitud. Recuerda el movimiento The Village of Arts and Humanities en Filadelfia (EEUU), en Puebla (México) con el proyecto Ciudad Mural, al Great Leap en Los Ángeles (EEUU), ayudando a inmigrantes y excluidos a pasar el trago amargo mediante la expresión artística. También cambia de espacio, y al rozar el mundo íntimo, ocurren importantes transformaciones que sólo tienen un testigo, desmarcado en su concepción primigenia de técnicas o corrientes, y dando fe de un proceso brioso y conmovedor. Su trama personal lleva a artistas como la venezolana Natalie Rocha Capiello (1966) a develar en una individual, Entretelas, el trabajo desarrollado a lo largo de 13 años entre España y Tailandia.

“Todo lo que ha ocurrido bueno y malo en mi vida, se ha convertido en arte y se ha materializado en un objeto”, cuenta la carismática artista de cuya obra surgen vetas del expresionismo abstracto alemán y reflorece el arte povera. Cada elemento, color, tejido, hilos, retazos, cortezas de árboles, medias pantys, ha sido contemplado en su medio con “mirada inocente”.

nr2

-¿A qué le quita el velo en la obra que expone?

-A lo cotidiano, se trata de ver lo extraordinario en lo ordinario, en lo que carece de valor aparente. Me siento muchas veces como los niños descubriendo el mundo en una tela, un trozo de plástico. La luz que se cuela entre las ramas, las sombras en una pared.

Transmite un pensamiento inquieto, reflejando su emocionalidad en piezas versátiles, impactantes al ojo, llenas de experiencias visibles e invisibles. Sus espectadores no las sueltan con facilidad, hay algo desconocido que remueve.

Rocha alguna vez fue una niña que perdió a su madre al nadar en las aguas rojizas del caudaloso río Caroní, al sureste de Venezuela. Junto a sus dos hermanos menores esperó sentada, descalza y remojada -por horas- en la comisaría céntrica de la ciudad, hasta que su padre completara los trámites de rigor.

“El arte transforma. Hay dolores que te marcan. Yo utilicé ese dolor y lo transformé en arte”, narra mientras cicatrices bordadas en rojo intenso y de diferentes matices describen líneas torpes, gruesas, cosidas en pequeños formatos, haciendo conjunción con formas que hablan del nacer  y de la muerte. Algunos podrían asociarlas a vaginas, sin contenido erótico, más bien misteriosas cavidades que le abren paso a la vida.

Durante 4 años, al terminar su posgrado en Educación Emocional  en la Universidad de Barcelona (2003-2004), dictó talleres en la ciudad de Badalona compartiendo aula con jóvenes y mujeres de más de 16 nacionalidades, haciendo del arte un canal para la reconquista grupal e interior, un recurso pedagógico y metamórfico.

Posteriormente, entró en la Universidad Autónoma de Barcelona donde obtuvo el DEA en el Doctorado de Educación y Sociedad (2005-2011).

-¿Hace arte femenino?

-En toda mi obra está la fuerza y energía femenina, pero no es arte femenino. El concepto viene de plasmar una fuerza femenina. La costura en el hogar, el remiendo. Mi abuela fue costurera y todas mis suegras han sido costureras. En especial una de ellas, que hacía muñecas al terminar sus labores en el hogar. Una mujer humilde, analfabeta, de corazón puro. En la noche cosía sábanas con retazos de telas, torpemente y con poca motricidad. Sufría por sus hijos y los crió a escondidas. Conocerla para mí fue revelador. Bordamos nuestra historia sobre una tela, por eso el tapiz que está expuesto lleva por título Mortaja.

Cincela su trabajo con la idea del arte como un proceso que empieza en la maravilla y descubrimiento de cada superficie, sin que medie la planificación, hasta que surge una alquimia. Las telas no tienen desperdicios, “son jirones que luchan por unirse, zurcidos de lo que fuimos, somos y queremos ser, son trozos deshilachados buscando desesperadamente volver a juntarse. La belleza no está en lo perfecto sino en aquello que está en proceso”.

Aunque su gran obra, dice, son sus tres hijas, rescatando esa comunión con la maternidad, su presencia no le impidió formar parte de la primera promoción del Instituto Universitario de Estudios Superiores de Artes Plásticas “Armando Reverón” en Caracas (1991-1996), institución pionera en Latinoamérica como universidad para la investigación del arte.

Símbolos de lo femenil se cuelan en las Entretelas, nombre de la individual que está desde el 17 de septiembre de 2016 en la Casa Museo de Venezuela en España, Huelva, con el apoyo de la Asociación Hermanamiento Río Unare y del Ayuntamiento de Beas. Se inspira en la Virgen de las Entrañas, “de los intersticios, de lo que está entre una cosa y otra, más allá de lo evidente”. En el cómo es capaz de sobreponerse una capa sobre otra, un aprendizaje sobre una herida y luego un parche.

Dibuja mujeres con la mano izquierda, siendo diestra, sin levantar el lápiz y sobre manteles individuales de tela. Luego los interviene. “Cuando dibujo cuerpos de mujeres, hago empatía con lo que me ocurrió de pequeña y es como si siempre dibujara a mi madre”. Quizá también a sus variadas modelos, con la esperanza de honrarlas a todas.  A todas las mujeres desde su madre fallecida, sus abuelas, sus tías, sus hermanas, su madre adoptiva, sus suegras, sus mentoras, sus amigas y las que ya no lo son.

nr1

-Hay unas pinturas que asemejan cortezas de árboles. ¿Qué sentido tienen en su vida?

-Algunas las he pintado con velas blancas que inicialmente no se ven y al trabajarlas en profundidad,  simulan la corriente de los ríos. Si se ven las corrientes desde arriba parecen más bien las raíces de los árboles, que salen de los márgenes.

En su trabajo se manifiestan dos grandes fuerzas, una centrífuga donde la pintura sale de los marcos y trasgrede los bordes, y la otra, que se enfoca en su epicentro, evoca una acción interior.

Caudales de emociones sin edición que van apartando obstáculos entre harapos y agujas, en una atmósfera agridulce de trazos curvos e infinitos que transforman la rabia en una línea de grafito ahincada y sobre ella una flor, en señal de que algo se mueve, cambia, en sus manos se vuelve arte.

Publicidad
Publicidad