De Interés

Por qué el Caracas se volvió más pavoso que la mesa de diálogo

Los Leones del Caracas han sido eliminados por tercera vez en siete temporadas. El último título se remonta a la campaña 2009-2010. Si nos vamos a la gran foto, en las últimas 20 temporadas que han tenido campeón (la 2002-2003 careció de uno por el paro) se ha debilitado la tendencia de Leones como máximo ganador histórico de la pelota venezolana: 7 títulos para Aragua, 5 para Magallanes, 3 para Lara, 2 para Caracas, 2 para Anzoátegui, 1 para Zulia.

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FOTOGRAFÍA: FERNANDO LLANO | AP

Por supuesto, hay franquicias a las que les ha ido peor. Bravos de Margarita no posee coronas aún. Águilas no es campeón desde la campaña 1999-2000. Cardenales, desde la 2000-2001.

Mi trabajo no es decirle aquí las razones por las que Luis Ávila, presidente de los Leones desde la temporada 2008-2009, debe ser botado. Mi trabajo es analizar los hechos lo más objetivamente posible y recordarle a los fanáticos de los Leones que el beisbol es un deporte en el que el azar y las situaciones que se deciden por milímetros tienen un peso elevadísimo y en el que los eventos son extremadamente difíciles de predecir, en especial en la postemporada.

Bien eliminado

Caracas quedó último en la ronda eliminatoria que acaba de terminar (27-36), pero no demasiado lejos de otros equipos con récord mediocre que sí están en la postemporada (Tiburones, Tigres y Bravos con 30-33). Por tres juegos definidos de manera cerrada, quizás los Leones estarían en la primera serie de playoff, y luego quién sabe qué pasa.

¿Qué dicen los números subyacentes, o al menos los pocos de los que disponemos en Venezuela, sobre todo del llamado nuevo análisis? Que el Caracas quedó bien eliminado, aunque también se pudo haber metido en la rayita.

La ofensiva estuvo mejor que el pitcheo y la defensiva (o lo poquísimo que sabemos de ella a través de las estadísticas de la LVBP), sin duda.

Los Leones fueron séptimos en OBP ofensivo (.721), es decir, la sumatoria de promedio de colocarse en base (incluye boletos) más el slugging, una medida de los extrabases; segundos en jonrones conectados (38), uno de los pocos departamentos destacados; últimos en diferencial de carreras anotadas y permitidas (273 menos 334, para -61), penúltimos en efectividad de los lanzadores (4,64); últimos en hits y boletos permitidos por inning o WHIP (1,51); últimos en efectividad de los relevistas (4,62) últimos en bases robadas (19) y de paso sus corredores fueron out robando en 18 ocasiones (sólo Zulia estuvo peor en esa relación, con 23 y 26).

Lamentablemente carecemos de la estadística de OBP permitido, es decir, el OBP que permitió el pitcheo (y la defensa de cada equipo). Aunque una carrera anotada en el primer inning vale lo mismo que una en el octavo, los análisis de la llamada sabermetría en Grandes Ligas sugieren que el relevo es particularmente crítico para comparar novenas que sólo se diferencian por algunos pocos juegos.

Cardenales de Lara tuvo la enorme fortuna de contar con cuatro lanzadores abridores prácticamente fijos durante toda la ronda eliminatoria (Raúl Rivero, Néstor Molina, el cubano Jorge Martínez y César Jiménez) y sus relevistas apenas tiraron 238 innings. Caracas y Magallanes fueron el caso opuesto extremo: pitchers abridores que casi nunca respondieron y exceso de innings para los relevistas (líderes con 303,2 y 329,1, respectivamente).

La relación de boletos y ponches, dos estadísticas que dependen exclusivamente de los pitchers y no de la defensa, sugieren que los apagafuegos del Caracas no fueron los peores de la liga (1,59 ponches por cada boleto), sino los de Zulia (1,48), es decir, allí quizás hubo un mínimo de mala suerte. Aunque mucha peor fortuna tuvo Magallanes (una excelente relación 2,18 ponches por boleto que no se tradujo en una buena efectividad, 4,35).

Tratemos ahora de hacer un diagnóstico de cada uno de los componentes de Leones:

1. Mánager. Como ocurre toda la vida, es más fácil botar uno que treinta. Una de las críticas que más leí en Twitter es que Caracas “no contó con un lineup estable”. Básicamente eso ocurre en todos los equipos de la LVBP. La liga no es estable. Cuentas con unos peloteros en octubre, otros en noviembre y después se te van un pocotón en diciembre. Por supuesto, Alfredo Pedrique cometió errores, por ejemplo, colocar en 17 juegos como primer bate a Harold Castro, un bateador zurdo novato que en algún momento estuvo encendido, pero cuyos números en ligas menores en Estados Unidos sugerían que se trataba de un espejismo. De lo que estoy convencido es que Alfredo Pedrique parece un mánager más experimentado y confiable que su sustituto, el ex cátcher Yorvit Torrealba, que tiene antecedentes de suspensiones por indisciplina o dopaje en la liga. ¿Quién vendrá ahora? ¿Seguirá Torrealba? ¿Omar Vizquel será una opción?

2. Peloteros. Pedrique atribuyó su salida a un “grupito de jugadores” (no especificó número) que ponen y quitan mánagers en el equipo. La experiencia sugiere que los cabecillas de estas rebeliones de vestuario son los más veteranos (¿Jesús Guzmán? ¿Gregorio Petit? ¿Alex González?), aunque quizás lo tendremos más claro si se hacen movimientos en los próximos meses.

El jardinero Danry Vásquez en algún momento asomó como promesa, pero se ha quedado estancado tanto aquí como en Estados Unidos. Aunque los números sugieran lo contrario, el principal problema está en los abridores criollos (únicamente Luis Díaz y Wilmer Font lanzaron más de 10 juegos), más que en los relevistas.

3. La gerencia. Siempre es tentador juzgar los cambios con otros equipos a posteriori, y no en el momento en que se realizan. En 2013 Caracas se desprendió de Hernán Pérez, que ahora es una estrella con los Tigres de Aragua, pero sumó a Henry “Pollito” Rodríguez, la figura ofensiva en la 2016-2017 (su defensa es otro cantar). Más cuestionables fueron la partida del tercera base Carlos Rivero (por Fernando Nieve), del infielder Marwin González (por Gerardo Parra, que más nunca ha jugado en Venezuela) , del cátcher Jesús Sucre (por Fran Martínez, hasta ahora un fantasma) y del veterano segunda base Luis Rodríguez (por Carlos Quevedo). Daniel Mayora es un buen pelotero cambiado a Bravos porque su relación con la afición parecía insostenible, pero por él llegó Wilfredo Tovar, un infielder confiable. Hacer cambios en sí no es bueno ni malo. Pero más que equivocarse, Caracas ha dado la impresión de quedarse dormido en una época en la que Tigres y Magallanes son en extremo agresivos (hay factores extradeportivos que también parecen favorecer a esas franquicias, pero ya es otra historia).

Por ejemplo, Aragua no descansó hasta conseguir en el mercado no sólo un shortstop, sino hasta tres. La gerencia (la actual o la que llegue) tendrá que moverse mucho más si la meta es la renovación. Los importados en general no rindieron, con excepciones como el cubano Yandy Díaz: ¿mala suerte o mal rastreo? Quizás un poco de ambas cosas. El periodista Ignacio Serrano ha sugerido una estructura más horizontal.

4. La afición. Un aspecto en el que poco se puede hacer, más allá de campañas de buen comportamiento en el estadio. La relación con los aficionados se ha vuelto áspera y hasta agresiva en los últimos años (los pocos que siguen yendo, y por supuesto no son todos). Los Leones se han vuelto un equipo antipático, y eso incluye a su fanaticada. Pero eso es como el cuento del huevo y la gallina: nada va a cambiar hasta que el equipo empiece a ganar con cierta consistencia, porque el aficionado del Caracas ha mamado toda su vida del orgullo de los 20 títulos (o 23, contando a Cervecería) y ahora despierta a otra liga totalmente distinta. Por supuesto, en el beisbol no puedes prometer campeonatos, pero sí tratar de generar las condiciones más propicias para entrar a la postemporada y luego ver si pegas la ruleta rusa. ¿Se agotó ya el ciclo de Luis Ávila?

A mí no me gustaría que me dijeran que se agotó mi ciclo como analista deportivo. En todo caso, como dice la canción de Keane: “Intento estar despierto y recordar mi nombre. Todo el mundo está cambiando y no me siento el mismo”. Trata de hacer un movimiento aunque sea sólo para permanecer en el juego.

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