“Garbo”, el espía que engañó a Hitler y murió en Venezuela
Este 10 de octubre se cumplen 31 años de la muerte en Caracas de Joan Pujol García, mejor conocido como “Garbo”, quizás el mejor agente doble de todos los tiempos y uno de los responsables de la victoria aliada sobre el nazismo en la Segunda Guerra Mundial.
En una sencilla tumba del cementerio de Choroní descansan los restos de una leyenda del siglo XX, cuya intervención fue decisiva en el éxito del desembarco aliado en Normandía en junio de 1944 (el famoso “Día D”), el primer paso a la derrota definitiva del Tercer Reich menos de un año después.
Nacido en Barcelona, España, el 14 de febrero de 1914, Joan Pujol García era el tercero de los cuatro hijos de un mercader de tintes. Su juventud acomodada concluyó en 1936 cuando Francisco Franco se alzó en armas contra la Segunda República Española y dio inicio a la cruenta Guerra Civil que asolaría ese país durante los siguientes tres años.
Pujol detestaba la violencia y se rehusó a participar en el conflicto. Convertido en un desertor, vivió escondido durante más de un año. “Perdí 20 kilos y casi todo el cabello. Parecía un hombre decrépito de 40 años, aunque solo tenía 25”, contó décadas más tarde.
Finalmente, harto de aquella situación, Joan Pujol se alistó en el ejército republicano y trabajó un tiempo en el tendido de cables telefónicos antes de desertar y unirse al bando franquista, que terminaría ganando la guerra el 1 de abril de 1939. Cinco meses después, la Alemania nazi invadía Polonia y estallaba un conflicto aún peor: la Segunda Guerra Mundial.
Tras el fin de la contienda española, nuestro personaje trabajó como gerente de un modesto hotel en Madrid y se casó en 1940 con su primera esposa, Araceli González. Pujol seguía horrorizado el desarrollo de la guerra en Europa y consideraba a Adolf Hitler “un maníaco brutal e inhumano”, por lo que decidió combatirlo haciendo uso de sus dotes para el espionaje y el engaño.
Pujol intentó ofrecer sus servicios a los británicos, pero éstos no se mostraron interesados. Sin desanimarse, el español optó por llegar a ellos a través de sus enemigos. Sería un doble agente. Con tal propósito, se presentó en la embajada alemana en Madrid como un ardiente partidario del nazismo y bajo el nombre de “señor López”.
La Abwehr (servicio secreto alemán) tampoco se interesó inicialmente por Pujol, pues necesitaban a alguien con la documentación adecuada para viajar al extranjero y recabar información sobre los Aliados. Pujol se las arregló para obtener un pasaporte diplomático falsificado y eso convenció a los alemanes, quienes lo instruyeron y enviaron a Lisboa en julio de 1941 con el fin de que eventualmente se trasladara a Inglaterra. Su nombre clave sería “Alaric”.
En la capital portuguesa, Pujol intentó de nuevo, sin éxito, ofrecer sus servicios a los británicos. Imposibilitado de viajar a Inglaterra, el nuevo agente germano tuvo que echar mano de toda su inventiva para convencer a sus jefes de que se encontraba allá.
“Alaric” se procuró toda la documentación que pudo sobre las islas británicas (libros, guías turísticas, guías de trenes, periódicos y mapas) y empezó a conformar “Arabel”, una red de agentes ficticios que vivían e informaban desde Inglaterra. Pujol enviaba los mensajes cifrados a través de un supuesto piloto de la aerolínea KLM que recogía los informes en Londres y luego los enviaba a Madrid desde Lisboa.
Pujol cometió algunos errores en sus reportes (llegó a afirmar que en verano hacía mucho calor en Londres), pero en general sus contactos alemanes en Madrid los tenían en altísima estima. Y fue precisamente esto último lo que logró que finalmente los británicos se fijaran en aquel catalán obstinado.
El Servicio de Inteligencia Secreto británico (Mi6) empezó a detectar extraños mensajes enviados a los alemanes supuestamente desde Inglaterra y en los que se hablaba de regimientos, barcos y maniobras militares inexistentes.
Uno de esos informes, remitido por un tal “William Gerbers” (uno de los falsos agentes de Pujol), reportaba la salida desde Liverpool de un convoy rumbo a la isla de Malta. Para su sorpresa, los alemanes lo creyeron y enviaron aviones y submarinos a cazar esos barcos ficticios. Aunque la operación fue un obvio fracaso, los nazis no culparon de ello a Pujol, sino a los italianos que los acompañaron en la maniobra.
El Mi6 ató cabos, contactó a Joan Pujol en Lisboa y le facilitó los medios para trasladarse a Londres, donde posteriormente se le unirían su esposa Araceli y sus hijos. El empecinado barcelonés arribó ¡al fin! a la capital británica en abril de 1942. Empezaron así los que serían los tres años más emocionantes de su vida.
El Mi6 designó a Tommy Harris como supervisor de Pujol, a quien se le debía proporcionar un nombre clave (distinto al “Alaric” que ya tenía por parte de los alemanes). Al principio le dieron el de “Bovril”, en alusión a una marca de extracto de carne de vaca. Pero Harris consideró que se encontraba ante “el mejor actor del mundo”, por lo que lo llamó “GARBO” en homenaje a la sueca Greta Garbo, una de las estrellas más populares del Hollywood de entonces.
Harris y Garbo perfeccionaron la red de agentes que Pujol empezó a concebir en Lisboa. En total llegaron a ser 27 subagentes ficticios, cada uno con su biografía, personalidad y problemas, y dispersos por toda la geografía británica. Los había de distintas nacionalidades, incluyendo a “Carlos” un joven estudiante venezolano de familia acomodada y residente en Glasgow, que posteriormente logró reclutar también a su hermano para que espiara a los Aliados en Suramérica.
Garbo enviaba sus reportes a Madrid a través de cartas con la información secreta escrita en tinta invisible. Posteriormente también se hicieron transmisiones radiales. La estrategia de Pujol y Harris consistía en salpicar sus falsos informes con algunos datos reales de poca importancia, así como en enviar información genuina pero con retraso para limitar el margen de maniobra alemana.
El prestigio de Garbo entre los alemanes fue de tal magnitud que los informes que enviaba a Madrid se transmitían a Berlín. En el camino, Pujol debió “sacrificar” a varios de sus agentes. Por ejemplo, para camuflar la “Operación Torch”, en la que los Aliados atacaron el norte de África en noviembre de 1942, el español hizo que “William Gerbers”, el agente que reportaba desde Liverpool (donde perfectamente podía dar datos verídicos de la operación), se enfermara y muriera de forma repentina. Incluso se publicó una esquela funeraria en un periódico local.
El 1 de junio de 1943, los alemanes derribaron un avión comercial que regresaba de Lisboa a Inglaterra y a bordo del cual viajaba el actor inglés Leslie Howard, famoso por su rol de Ashley Wilkes en el clásico del cine “Lo que el viento se llevó” (1939), y que murió en el siniestro. Garbo recriminó a sus superiores nazis por el incidente y argumentó que en dicho vuelo pudo estar cualquier de sus subagentes. Desde entonces, los alemanes se abstuvieron de atacar aviones que cubrieran esa ruta.
Varios fueron los éxitos de Garbo como doble agente. Pero la auténtica prueba de fuego estaba por llegar, ya que los Aliados planificaban para mediados de 1944 la “Operación Overlord”, el mayor desembarco anfibio de la historia, destinado a liberar de forma definitiva a Francia y Europa occidental. El éxito de la maniobra dependía en gran medida del sigilo y el engaño.
Los Aliados consideraron dos puntos de la costa norte de Francia para el desembarco: Normandía y el Paso de Calais. Este último era el más razonable por estar ubicado a apenas 30 kilómetros de Inglaterra. Pero precisamente por eso la zona estaba fortificada por el imponente Muro Atlántico construido por los alemanes. La decisión final recayó entonces en Normandía, más desprotegida y localizada 260 kilómetros al suroeste.
Las primeras 24 horas eran claves para garantizar el triunfo de la operación y salvar el mayor número de vidas posibles. Era vital hacer creer a los alemanes que el desembarco en Normandía era una vulgar distracción y que la verdadera operación ocurriría más adelante en Calais. Y en este punto entraron en escena Garbo y Harris al frente de la “Operación Fortitude”.
Durante los meses previos a la invasión, Garbo ubicó a todos sus falsos subagentes a la costa sur y sureste de Inglaterra, al tiempo que en dichas zonas los Aliados efectuaban una impresionante escenografía para simular ejercicios militares previos a un gran desembarco: tanques y barcos de utilería, barcos, pistas de aterrizaje y campamentos falsos, así como luces y sonidos grabados de explosiones.
Asimismo, se incrementaron los bombardeos aliados y el lanzamiento de provisiones en el Paso de Calais e incluso se creó un ejército fantasma de 150.000 hombres denominado Primer Grupo del Ejército Estadounidense (FUSAG) a cuya cabeza estaba el mismísimo general George Patton, uno de los militares aliados más admirados y respetados por los alemanes y cuya vida se llevó al cine en una oscarizada película estrenada en 1970.
En los mensajes que envió a Berlín, Garbo proporcionó numerosos datos, pero nunca mencionó el Paso de Calais, pues se esperaba que los alemanes dedujeran que allí tendría lugar el ataque.
En la madrugada del 6 de junio de 1944 (“Día D”), se inició oficialmente la Operación Overlord, cuando miles de soldados aliados iniciaron el desembarco en cinco playas de Normandía. La invasión tomó totalmente desprevenido al Alto Mando alemán: Erwin Rommel, responsable de la defensa, se hallaba en Alemania celebrando el cumpleaños de su esposa. Adolf Hitler estaba durmiendo y nadie se atrevió a despertarlo e informarle hasta bien avanzada la mañana.
Durante los primeros dos días de desembarco, los alemanes no enviaron refuerzos importantes a Normandía. Finalmente, Hitler ordenó el traslado del Primer Cuerpo Acorazado y dos divisiones panzer ligeras con 40.000 hombres desde Calais a reforzar Normandía. En este punto, Garbo envió el reporte más importante de su carrera…y acaso de toda la guerra.
A partir de la 1:44 de la madrugada del 9 de junio de 1944, Garbo aseguró de forma rotunda que los informes de sus agentes permitían deducir que “el presente ataque, aunque sea una operación de gran envergadura, es una maniobra de distracción (…). Los constantes bombardeos que sufre la zona de Calais y la situación estratégica de estas fuerzas me llevan a sospechar que se producirá un ataque en esa región francesa, que también ofrece la ruta más corta hacia su preciado objetivo final: Berlín”.
A estas altura lo que decía Garbo ya era santa palabra en las altas esferas del poder nazi. Cuando la versión resumida de su mensaje llegó a Berlín, Hitler lo leyó detenidamente, reflexionó y dio la siguiente orden: “Como consecuencia de cierta información (…) se detendrá el avance de la 1 División Panzer SS”. Como consecuencia, los tanques alemanes dieron media vuelta y retornaron a Calais. Durante los meses siguientes seguirían reforzando dicha zona a la espera de una invasión masiva y definitiva…que jamás llegó.
La Operación Overlord se cobró la vida de más de 110.000 personas de ambos bandos, pero fue un gran éxito para los Aliados ( y para Garbo), pues se pudieron romper las defensas germanas, avanzar en la liberación de Francia y ganar la Segunda Guerra Mundial al año siguiente. De haber fracasado el desembarco, la contienda quizás se habría extendido por uno o dos años más.
Los alemanes jamás sospecharon de la traición de Garbo ni descubrieron su verdadera identidad. El 29 de julio de 1944, casi dos meses después de Normandía, se le notificó “con enorme alegría y satisfacción” que recibiría la Cruz de Hierro por sus servicios a Alemania. Al poco tiempo, los ingleses también le concedieron la Orden del Imperio Británico. Joan Pujol es, de hecho, una de las pocas personas en recibir condecoraciones de los dos bandos de la guerra.
Tras el fin de la contienda, Joan Pujol abandonó el Reino Unido y en 1949 se anunció su muerte a causa de la malaria en Angola. Desde entonces la leyenda de Garbo no paró de crecer. El escritor inglés Graham Greene lo usó como inspiración para el protagonista de su famosa novela “Nuestro hombre en La Habana”, publicada en 1958 y llevada al cine al año siguiente con Alec Guinness como protagonista.
Pero…¿realmente el agente doble más famoso del mundo había muerto en África? A comienzos de los 70, el escritor Nigel West tenía dudas razonables y empezó a investigar. Sus pesquisas duraron una década y arrojaron un sorprendente resultado: El muerto gozaba de buena salud. Garbo, estaba vivo y desde hacía más de 40 años vivía en el país de origen de uno de sus subagentes ficticios: Venezuela.
Culminada la guerra, y temeroso de que algún exnazi lo descubriera y se vengara de él, Pujol decidió «matar» a Garbo y desaparecer del mapa. Fingió su muerte en Angola y se dirigió a Venezuela, entonces una pujante receptora de inmigrantes. Allí se casó por segunda vez y tuvo tres hijos.
Pujol se dedicó a diversos negocios, con escaso éxito. Compró una finca en Valencia y la dotó de modernos sistemas de riego, pero la propiedad fue saqueada durante los disturbios que sucedieron al derrocamiento del presidente y escritor Rómulo Gallegos en noviembre de 1948.
Asimismo, vivió en la urbanización caraqueña de La Trinidad y fue profesor de inglés y español para la compañía Shell Oil en Maracaibo. También regentó un quiosco, una tienda de recuerdos en un hotel de Lagunillas e intentó hacer funcionar su propio hotelito, llamado “Maricel”, en Choroní.
Durante todos esos años, jamás habló de su rol en la Segunda Guerra Mundial ni contactó a la esposa e hijos que dejó en España. Siempre guardó su Cruz de Hierro en su caja forrada de seda y cuando le preguntaban sobre ella, solo respondía: “Ah, es que me dieron una medalla cuando la guerra”.
La reaparición del legendario Garbo en 1984 fue todo un acontecimiento. Pujol fue recibido en el Palacio de Buckingham por el mismísimo Duque de Edimburgo, esposo de la reina Isabel II, quien le impuso formalmente la Orden del Imperio Británico otorgada casi medio siglo antes.
Asimismo, el otrora agente concedió entrevistas televisivas, se reencontró con sus hijos españoles en Barcelona, visitó las playas de Normandía y el cercano cementerio estadounidense, ante cuyas cruces blancas lloró y dijo: “No hice suficiente”.
Joan Pujol García, alias “Garbo”, falleció en Caracas a causa de un derrame cerebral el 10 de octubre de 1988 a la edad de 74 años. Siguiendo su voluntad, sus restos descansan en el cementerio de Choroní y una sencilla lápida, con una sencilla inscripción, preside su tumba.
El fiscal general venezolano hizo las acusaciones durante una entrevista concedida a Globovisión. Además de calificarlos como voceros de la CIA, les reclamó que se "entrometieran" en asuntos internos de Venezuela