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La muerte se paga caro: entre la hiperinflación y la pandemia

Con la llegada la muerte el tema económico se convierte en un gran problema para las familias que tienen que reunir en pocas horas los recursos para cremar o enterrar al fallecido. Este 2 de noviembre se conmemora el primer Día de los Difuntos en medio de la pandemia de covid-19

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“Eran las 7 de la noche, estaba en casa acompañada de mi madre y mi hermano Luis Manuel. Mamá tiene 80 años y padece una discapacidad motora. Después de darle su cena y medicamentos, la ayudé a que se acostara. Luego fui al cuarto donde estaba descansando mi hermano, para llamarlo a que cenáramos juntos.

-Luis, párate, la cena ya está lista- No obtuve respuesta.

Luis, que te pares, dije más fuerte, esperando que despertara de su sueño. Esta vez mi solicitud fue acompañada con una palmada en una de sus piernas, que sentí rígida, fría. Mi hermano estaba de espaldas, intenté voltearlo, solo para verificar lo que ya sabía: mi hermano había muerto, sufrió un paro cardiaco fulminante mientras dormía”.

El testimonio corresponde a la periodista Olga Maribel Navas, quien en el marco de la conmemoración del Día de los fieles Difuntos contó parte de su experiencia: perder a un ser querido en medio de la crisis que vive el país.

“Después de llorar, llamar a mis otros hermanos y tener que darle la terrible noticia a nuestra madre, había que comenzar a planificar qué hacer. Ya eran las 9 de la noche, así que lo primero era buscar que retiraran el cuerpo del apartamento. No podíamos esperar al día siguiente por el natural proceso de descomposición”, señaló

Dijo que su hermano Luis Manuel tenía 54 años y no tenía seguro funerario.

“Esa misma noche salimos a recorrer funerarias para buscar orientación. Tres horas más tarde, logramos hacer un contrato de servicio. Fueron a retirar el cuerpo, al que mantendrían en una cava hasta el día siguiente que se terminaran los trámites legales y decidiéramos si realizaríamos un sepelio o lo cremaríamos y por supuesto se cancelaran todos los gastos”.

Recuerda que al momento de firmar el contrato llevaron la ropa para vestir a su hermano y una almohada.

“Los trabajadores de la funeraria nos condujeron hasta un cuarto en donde exhibían varios tipos de urnas, entre ellas una de madera pulida, con adornos por fuera y bien acolchada por dentro, con una tela de satén blanco. En la tapa había una foto de un santo. Este modelo lo ofrecían en diferentes tonalidades de marrones y en color blanco. Allí observamos otros ataúdes, no tan lujosos, algunos de madera rústica, pintados con barniz. También nos ofrecieron algunos álbumes de fotografías, con distintos arreglos florales”.

Al observar su indecisión acompañada con sus ganas de llorar nuevamente, el encargado de la funeraria le dijo: “Mire señora, todo lo que usted está viendo aquí tiene la misma utilidad. Yo le aconsejo que tome el servicio más económico, al final ya usted le dio en vida a su hermano lo que él necesitaba. También le aconsejo que no compre flores, ya eso es un gasto innecesario. Si compra una corona y lo va a cremar, las flores las tiene que botar. Y si decide sepultarlo, lo más probable es que cuando usted se retire del cementerio se roben la corona y la revendan”.

Tomando en cuenta la recomendación, adquirieron el servicio más económico. Mientras preparaban el cuerpo y lo ubicaban en la capilla, había que salir a buscar el certificado de defunción expedido por un médico particular, documento que es necesario presentar ante las autoridades sanitarias para tramitar el acta de defunción.

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El acta de defunción debe llevarse luego al registro civil para ser presentada -junto a la cédula de identidad del difunto- por un familiar que tenga el mismo apellido, para así obtener el permiso del traslado del cuerpo.

“Después de hacer todo ese recorrido, llegamos nuevamente a la funeraria en donde esperaba poder acompañar a mi familia. Entregamos los documentos, pero me dijeron que tenía que informar si sería sepultado o cremado, además de que debía cancelar el servicio en su totalidad, pues en caso contrario no permitirían la salida del cuerpo al cementerio”, señaló Navas.

Para pagar todo, se vieron obligados a pedir ayuda: “Hicimos una colecta familiar y algunos amigos también ayudaron. Pero no fue suficiente y otros familiares aportaron desde Estados Unidos, Chile, Argentina y Ecuador”.

Faltaban más pasos por cumplir: “Terminados los procesos legales y cancelado el servicio funerario, ahora teníamos que decidir si sepultaríamos el cuerpo o lo cremaríamos, por lo que fue necesario volver a salir a buscar información en los cementerios, en donde los precios de las fosas, calculados al cambio del dólar del día, eran montos impagables por la familia”.

Navas indicó que, a pesar de que un conocido tenía un terreno en un campo santo municipal, la decisión fue la cremación. Primero por ser los costos más bajos, así como para evitar en el futuro las visitas al cementerio, por razones de inseguridad y falta de transporte: “La urna que ya habíamos comprado, nos dijeron que sería donada a los programas sociales que prestan ayuda en los ancianatos o a las familias de escasos recursos, que tuvieran una emergencia”.

Después de todo este proceso, volvieron a la funeraria. Allí los esperaban amigos y familiares: “Entre las condolencias que recibí una vecina me dijo, menos mal que tu hermano se murió en tu casa, te imaginas que te hubiera pasado como mi papá, que estuvo un mes internado en un hospital, en donde tuvimos que comprar todos los medicamentos, realizar los exámenes en clínicas privadas y al final se murió igual, dejándonos una deuda enorme, pues hasta para enterrarlo tuvimos que pedir dinero prestado”.

Eso, se supone, eran palabras de consuelo.

El hermano de Olga fue cremado en el cementerio de El Junquito, el lugar donde consiguieron el servicio más económico: “Allí también pudimos comprar la cajita para las cenizas”.

“Esas 72 horas después de la muerte de mi hermano, han sido las más largas y angustiantes que vivimos en familia, no solo por el impacto de haber perdido un ser querido, sino también por la tragedia de no contar con recursos para enfrentar los gastos que sobrevienen en esos momentos. No hay tiempo para llorar, tienes que resolver porque el muerto no puede esperar”.

Servicio para todos los gustos

Pedro Delgado trabaja en el área de servicios funerarios desde hace más de 50 años. Es el dueño de Salas Velatorias Génesis, que funciona en el Hospital Militar Carlos Arvelo y del Centro Velatorio Comunal 20-31, que presta sus servicios en la parroquia San Juan de Caracas.

“Las funerarias son un negocio, así como una panadería, una clínica, un gimnasio o una discoteca. También son un servicio, tan necesario como la compra de alimentos, ropa o calzado, pero alrededor de esta labor desde siempre se han creado una serie de tabúes, pues trabajamos con el proceso de la muerte y la muerte a nadie le gusta”, dijo Delgado.

Señala que por la pandemia de la covid-19 cumplen un estricto protocolo sanitario: se redujo el acto de velación a entre 2 y 4 horas, no se permiten más de 12 personas dentro de la capilla, todos los presentes deben usar tapabocas, recibir gel antibacterial en la entrada para limpiar sus manos y recomiendan no abrazarse al dar el pésame. También fue suspendido el servicio de cafetín.

Dice que a las personas a las que se les certifica muerte por el virus, no se les permite velatorio y son cremadas directamente.

“Alrededor de los servicios funerarios se ha tejido una matriz de opinión negativa, señalando que se manejan precios especulativos en momentos tan dolorosos para los familiares, pero es necesario explicar que los costos se ajustan a las exigencias de las personas que contratan. Por ejemplo, si eligen una urna con los mejores acabados, si ordenan servicio de café, consomé, sándwich, coronas de flores, todo eso va sumando y abultando los presupuestos”, explicó Delgado.

Con todos esos detalles, más todos los servicios básicos, el servicio puede pasar de 500 dólares, lo que ocasiona que proceso de despedida de un ser querido sea costoso. Pero reitera que todo se puede ajustar al presupuesto del cliente.

Delgado comentó algo que parece curioso, pero en realidad tiene mucho sentido ahora. Además de los servicios tradicionales de traslado y preparación del cuerpo, capilla velatoria, trámites legales, etcétera, ahora los familiares también preguntan si se cuenta con conexión de wifi para trasmitir el velorio por las redes sociales.

“Esta solicitud de conexión de wifi ha aumentado en estos momentos de pandemia por la covid-19, pero este servicio comenzó a prestarse desde hace mucho tiempo para que los familiares y amigos del difunto que se encuentran en otros países puedan de una forma virtual despedirse del fallecido y hablar en tiempo real con las personas presentes en el velorio”, explicó.

Igualmente indicó que es cada vez más frecuente que las personas contraten los servicios sin el acto de velación, sino con la orden de buscar al difunto, prepararlo y llevarlo directamente al sepelio o a la cremación, para de esta manera ahorrar costos.

Dijo que en los últimos años las cremaciones han ganado terreno a los sepelios, entre otras razones por el alto costo de las parcelas, la inseguridad en los cementerios y la falta de gasolina y transporte para visitarlos.

Indicó Pedro Delgado que hay momentos en que se congestionan los servicios de cremación y los difuntos tienen que esperar horas o a veces días para ser llevados hasta el horno crematorio. Mientras esperan su turno, a los familiares se les ofrece el servicio de resguardo en las funerarias, que también incrementa los costos.

La compra de coronas y ramos de flores es otro de los gastos que poco a poco los familiares han ido eliminado al momento de contratar un servicio funerario.
Informó Delgado que los familiares que ya han decido que cremarán a sus difuntos, pueden solicitar el alquiler de la urna, lo que contribuye a que bajen los costos del servicio.

Comentó que en una época la fabricación, distribución y traslado de las urnas hasta las funerarias también se vio afectada en el país, “pero en estos tiempos en que es necesario reinventarse para ganarle a la crisis económica, llegué a un acuerdo con un amigo dueño de una fábrica de muebles, quien estaba preocupado por la paralización en la venta de sus productos: le propuse que cambiara de ramo y comenzara producir urnas, artículos de gran utilidad, que podría vender diariamente. Así lo hizo, recuperó su negocio y ahora es uno de mis proveedores”.

En otra funeraria consultada, indicaron que el servicio más económico que ofrecen es de 180 dólares: con 4 horas de velación, sin carro de acompañante y sin la tradicional cruz de flores que colocaban encima del ataúd, y que ahora tiene un costo adicional de 30 dólares.

Una parcela puede costar 2.000 dólares

Después de solventar todo el servicio funerario, traslado, preparación y velación de cadáver, los familiares de los difuntos deben realizar otra inversión, si bien deciden por el entierro o por la cremación.

Si la decisión es enterrar, deberán pagar entre 700 y hasta 2.000 dólares por una parcela de dos bóvedas.

En diferentes sitios en línea se pueden encontrar algunas de estas ofertas de bóvedas con 2 puestos: en el cementerio Jardines de El Cercado, ofrecen el espacio por 700 dólares; en el Cementerio Municipal de El Junquito en 900, mientras que en el Cementerio del Este el mismo espacio lo ofrecen entre 1.100 a los 2.000 dólares.

Si los familiares deciden por la cremación los servicios pueden variar entre los 150 a 300 dólares, sin incluir las cajas y ánforas para colocar las cenizas del fallecido, que ofrecen a través de internet entre 95 y 120 dólares.

En las funerarias ya no entregan presupuestos, los precios varían todos los días. Los seguros funerarios también han perdido vigencia, son pocos los que ofrecen cubrir el costo completo del servicio velación y solo se comprometen a dar un aporte. El resto de la deuda debe ser asumido por los familiares: a resolver como puedan.

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