De Interés

Edificio Riverside vivió otra tragedia de película antes de Cine Città

En 1965 ocurrió allí de uno de los asesinatos más sonados, el de Decia Morelia Paridisi, esposa del capitán Roberto Rivero Pérez, principal sospechoso, finalmente absuelto por presunta presión militar, según destaca el libro ´”4 crímenes 4 poderes”. A 57 años del polémico caso, la edificación vuelve a ser objeto de interés mediático, al verse afectada considerablemente por el voraz incendio del supermercado mayorista Cine Città.

El Riverside, una historia de muerte
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El terrible incendio que consumió la tarde del lunes 31 de enero al supermercado mayorista Cine Cittá de la avenida Río de Janeiro (principal de Colinas de Bello Monte), casi destruyó al edificio contiguo, el Riverside, el mismo en donde el 30 de julio de 1965, hace casi 57 años, ocurrió uno de los asesinatos más sonados de la crónica policial venezolana: el de Decia Morelia Paradisi de Rivero, esposa del entonces capitán de la aviación Roberto Rivero Pérez.

Luego de intensas averiguaciones se llegó a la conclusión de que el autor del crimen fue el cónyuge. Las páginas rojas de los diarios caraqueños de la época rebosaban de información de sucesos. No obstante, un solo caso acaparaba la atención: el asesinato cometido en el edificio Riverside, que la prensa lo bautizó como El Crimen de Bello Monte.

Aunque en un primer momento familiares, amigos y compañeros de la víctima coincidían en afirmar que la pareja Rivero-Paradisi era ejemplo de amor y concordia, pronto se escucharon voces disidentes. Los Rivero se alinearon en defensa del militar y los Paradisi comenzaron a revelar detalles que lo convertían en el principal sospechoso.

Entre otras cosas, se supo que desde hacía un tiempo la pareja tenía constantes discusiones a causa de Olga Guerrero, secretaria del lugar donde trabajaba Rivero Pérez. Se conoció que Decia Morelia, en distintas ocasiones, había afirmado a su madre y a sus tíos que su esposo sostenía relaciones afectivas con Olga y en su poder tenía cartas y algunos documentos alusivos.

Edificio Riverside

El crimen del ascensor

Este caso fue uno de los reseñados, en clave de relato de ficción -aunque basados en hechos reales-, por el abogado, criminalista y ex director de la Policía Técnica Judicial (PTJ, actual CICPC) , Fermín Mármol León, en su best seller “4 crímenes, 4 poderes”, escrito en 1978 cuando ya tenía un largo sendero de 20 años transitados como reconocido funcionario policial.

El libro narra las incidencias de cuatro terribles delitos perpetrados entre octubre de 1961 y marzo de 1973 y en los que las personas que resultaron seriamente comprometidas por las evidencias terminaron liberadas de toda responsabilidad, debido a la presión ejercida por los poderes fácticos: el eclesiástico, el militar, el político y el económico, que intervinieron, según su criterio, para impedir que se impartiera justicia.

Riverside y Cangrejo
Cangrejo, de Román Chalbaud, retrató uno de los crímenes narrados por Mármol León, el caso del niño Vegas Pérez.

Los cuatro crímenes reseñados fueron: la violación y asesinato de la hermana de un sacerdote (caso Biaggi); el homicidio de la esposa de un capitán de la aviación (caso Rivero Pérez)); la terrible muerte por la explosión de una bomba de la esposa de un diputado (caso Martín Antonio Rangel) y el secuestro y muerte de un niño (caso Vegas Pérez).

Este libro se convirtió en un suceso editorial, que produjo además dos películas y una interminable lista de artículos. En la ficción, el sujeto conductor de la obra es el comisario Martínez León, una especie de alter ego del autor, a pesar de que no fue Mármol León el responsable de pesquisar todos los casos (solo del último, el caso Vegas Pérez).

Cada historia se narró con los nombres cambiados de los involucrados, así como algunas situaciones. El capítulo correspondiente al asesinato de Delia Morelia Paradisi de Rivero lo tituló “El crimen del ascensor”.

Edificio Riverside y los Cuatro Crímenes

Historia de novela negra

La historia de los Paradisi en Venezuela comienza con la llegada de un ingeniero italiano a finales del siglo XIX. Su primogénito, al que llamó Aníbal, llego a ser gobernador del estado Aragua y su segundo hijo, Horacio -padre de Decia- se recibió de ingeniero en Europa.

Al regresar a nuestro país, Aníbal conoce y se enamora de Josefina Carabaño en la población aragüeña de Villa de Cura, con la cual procrea tres hijos: Decia, María Cristina y Horacio, quien como su hermana escogió la carrera de Economía y al graduarse entró a trabajar con su tío, el comerciante y banquero José Joaquín González Gorrondona.

Decia era una estudiante muy aventajada y dedicada. Con apenas 16 años obtuvo el título de maestra normalista y de inmediato pasó a dar clases en la escuela República de México, en Maracay, ciudad donde vivía con su familia. Al poco tiempo, se encargó de la cátedra de Biología en el liceo Agustín Codazzi y a los 17 años ocupaba el cargo de directora en el colegio Cecilio Acosta Revette.

Siendo aún muy joven, se casa en 1959 con el amor de su vida, el capitán Roberto Rivero Pérez. El enlace tuvo lugar en la iglesia de Boca del Río de la capital aragüeña. El militar era muy apreciado por sus superiores y pronto la pareja decidió mudarse a Caracas. Poco tiempo después nació Roberto, su primer hijo, al que le seguiría María Cristina, su segunda hija. Luego del primer parto, Decia quiso continuar estudiando. El esposo, entusiasmado, la alentó a que lo hiciera e incluso la acompañó a la UCV el día de su inscripción en la escuela de Economía.

La manzana de la discordia

El capitán Rivero Pérez formó parte de las cuadrillas que fueron a bombardear campamentos guerrilleros en las montañas de Lara y Falcón. También participó en la represión de los levantamientos militares de Carúpano y Puerto Cabello. Ya viviendo en Caracas, compartía sus labores operativas y de comando con tareas administrativas bajo las órdenes del general Francisco Miliani, comandante general de la Aviación. En aquellas oficinas conoció a Olga Guerrero, secretaria del general, una rubia con 27 años cumplidos y de una belleza impresionante. Olga pronto se convertiría en la manzana de la discordia, pues la atención de Rivero Pérez pasó de su esposa a la secretaria de su jefe.

Con este caldo de cultivo, comenzó a generarse una tensa situación en la pareja, pues la esposa no tardó en enterarse de la infidelidad de su marido. Sus discusiones y desencuentros eran frecuentes. De esta manera llega el 30 de julio de 1965, día del fatídico asesinato de Decia Morelia Paradisi de Rivero en la planta baja del edificio Riverside.

Crónicas del Tánatos, enjundiosa revista digital venezolana de crímenes y sucesos, publicó un claro y exhaustivo resumen de lo ocurrido ese día, del cual publicamos una apretada síntesis.

Preámbulo de una tragedia

“El 29 de julio de 1965, el timbre del apartamento 21 del primer piso del edificio Riverside sonó varias veces. Decia Morelia de Rivero, estudiante del cuarto año de Economía corrió a atender y al abrir vio a Josefina Carabaño, viuda de Paradisi, su madre. La había llamado unas horas antes para pedirle que se quedara esa noche con ella; pues al siguiente día sería examinada en Finanzas Públicas en la UCV y no tenía quien le cuidara los niños. Respiraba aliviada, pues esa noche su hija y el militar parecían estar de buenas y no tuvo que presenciar las desagradables peleas que se habían vuelto costumbre en la pareja.

El timbre sonó nuevamente. Era Belkis una amiga de Delcia que llegaba de Maracay para quedarse con los niños . La muchacha no sabía que ya tenía quien los cuidara, pero igual decidió quedarse; junto con la señora Josefina. Se encargó de los quehaceres para que su amiga pudiera concentrase en estudiar.

Así ocurrió todo

El 30 de julio de 1965, una pertinaz lluvia había estado cayendo desde la noche anterior. Luis Olivier, socio de una empresa constructora, consciente del tráfico que lo esperaba dio un salto y se fue hasta el baño mientras su esposa salía a preparar el desayuno. Vivían en el primer piso del edificio Julio César en Colinas de Bello Monte, una urbanización clase media en el este de la ciudad.

A esa misma hora, el técnico en refrigeración Laureano Gómez salía al balcón de su apartamento en el cuarto piso del vecino edificio San Martín, desde allí oteaba la serpenteante figura del río Guaire. Mientras se peinaba para salir a trabajar, vio a una guapa mujer que se paraba en la puerta del edificio Riverside como esperando a alguien. La miró unos segundos y se dispuso a entrar.

A esa misma hora, en el apartamento vecino de los Rivero-Paradisi -el número 20- el estudiante de leyes José Contreras aún dormitaba con su esposa Esperanza, el día realmente estaba como para quedarse un rato más pegado a las cobijas. Gilberto Briceño, vendedor de la compañía Dupont y ocupante del número 19, no pensaba lo mismo, sabía bien que en su oficio cada minuto era oro así que se levantó y se metió en el baño para asearse.

Doña Josefina tenía rato despierta cuando sonó el despertador. Fue hasta la habitación de su hija para llamarla y al ver que la lluvia había arreciado le preguntó:

-¿Cómo te vas a ir con esta lluvia?

-Tranquila mamá, Roberto me va a llevar.

Un rato después, desde la habitación donde estaban, doña Josefina y Belkis sintieron a la pareja salir al pasillo.

Cinco disparos rompen el silencio

Cuando Decia y su esposo llegaron a la planta baja, la lluvia había arreciado, el capitán, con un gesto de fastidio, se devolvió al apartamento para buscar su impermeable, la muchacha avanzó hasta la puerta del Riverside a esperarlo.

Al llegar arriba, el capitán se topó con su vecina, Evangelina Quintero, intercambiaron rápidos saludos mientras la mujer abordaba el ascensor, una vez abajo la mujer vio a Decia parada en la puerta del edificio, repitió el automático buenos días y siguió su camino.

El capitán llegó a su casa, pero no tuvo necesidad de entrar, pues el impermeable colgaba al lado de la puerta, así que lo tomó, cerró y se fue a esperar el ascensor. Belkis y doña Josefina lo sintieron. Eran exactamente las 6:20 de la mañana cuando el militar estaba de nuevo en la planta baja del edificio Riverside.

A esa hora Luis Olivier sorbía su café mientras bromeaba con su suegra. De pronto oyeron tres estruendosos disparos. La reacción primaria del hombre fue la de asomarse a ver qué pasaba, al llegar a la ventana sonaron dos tiros más. Algo grave había pasado así que la señora Amanda corrió al apartamento de al lado y con enérgicos golpes a la puerta despertó a su vecino, Homero Quintero, funcionario de la PTJ, quien sin perder tiempo bajó a investigar, saltó el muro que dividía el edificio Julio César del Riverside y pronto estuvo en la escena.

Laureano Gómez quien aún se peinaba distraídamente, escuchó tres detonaciones. Volvió corriendo al balcón y vio que la misma mujer que unos segundos antes esperaba en la puerta del edificio Riverside estaba tirada en el suelo. Después vio salir al capitán Rivero, quien hizo dos disparos al aire mientras gesticulaba y gritaba algo que él no podía escuchar.

Gilberto Briceño dejó el cepillo en el lavabo y desde la ventanilla del baño pudo ver los pies de una mujer, en ese momento vio salir al capitán, que gritaba y disparaba contra algún objetivo incierto.

A José Contreras y su esposa los despertaron los tres primeros estruendos y lo gritos de “atracadores, atracadores”. Sin saber exactamente qué había pasado, José se puso lo primero que encontró y se llegó hasta la planta baja.

Doña Josefina Carabaño y Belkis Borges oyeron todo el escándalo, la matrona daba a su nieta el tetero que su hija le había dejado antes de salir. No podía imaginar que en ese momento Decia yacía mortalmente herida en la puerta del edificio.

Primer indicio del sospechoso

Una vez que estuvo en el pasillo del Riverside, Homero Quintero se identificó como funcionario policial y solicitó al capitán Rivero que le entregara el arma, cosa que hizo de inmediato. En ese momento llegaban José Contreras y Gilberto Briceño.

La muchacha se desangraba en el piso, por lo que el policía le pidió al militar que le diera las llaves del carro para trasladarla, éste que tenía las manos manchadas de sangre se las pasó y mientras Quintero ponía el carro en marcha, Briceño y Contreras se servían del impermeable de Rivero Pérez para levantar a Decia.

Una vez que colocaron el desvanecido cuerpo en el asiento trasero del vehículo enfilaron hasta el hospital de la cercana ciudad universitaria. De manera extraña, el oficial de la aviación, en lugar de ir en el carro con su esposa se devolvió a su casa, pues quería cambiarse de ropa. Quintero iba al volante y Briceño sostenía el cuerpo de la agónica estudiante. En el hospital fueron recibidos por la enfermera jefe, Carmen de Medina, quien junto a un grupo de camilleros trasladaron a Decia hasta la sala de emergencias.

Lamentablemente ya era muy tarde, la muchacha solo llegó allí para que los médicos de guardia, José Ramón Guzmán y Santiago Croce, certificaran su deceso. La infortunada recibió dos impactos, uno de ellos ingresó por la nuca y salió por el maxilar inferior y el otro – el que le causó la muerte- había entrado por la espalda, le destrozó la aorta y se alojó en el esternón.

Una vez conocida la muerte de Decia Morelia, el general Miliani se puso en contacto con el ministro de Justicia, Ramón Escovar Salom. Convulsionadas como estaban las cosas en el plano político, era necesario investigar a fondo qué era lo que había pasado.

La muchacha, aparte de estar casada con un oficial conocido por su participación en la lucha antisubversiva, tenía relaciones filiales con personas prominentes. Se dio la orden de coordinar acciones entre los mejores detectives de la Policía Técnica Judicial y el Servicio de Información de las Fuerzas Armadas (Sifa), ahora denominado Dirección General de Contrainteligencia Militar (Dgcim).

¿Dónde está Rivero Pérez?

Aún llovía a cántaros cuando la primera comisión policial llegó a la escena del crimen. El caso se encargó de manera directa al subdirector de la PTJ, Carlos Olivares Bosque, quien decidió trabajar en conjunto con el comisario Carlos Alberto Villavicencio, jefe del buró contra Homicidios.

Luego de dejar a los técnicos trabajando la escena del crimen, el comisario Carlos Alberto Villavicencio decidió llegarse hasta el hospital clínico universitario para tratar de ubicar a Rivero Pérez. En el centro asistencial se enteró que el militar luego de cambiarse había llegado hasta allí en un estado de conmoción nerviosa. Había hablado con algunas enfermeras y en especial con el padre Ernesto Scanagatta, capellán del hospital. Como ya el capitán se había retirado, el policía decidió hacer algunas entrevistas en el sitio.

Carlos Olivares Bosque, por su parte, procedió a citar a todas las personas que de manera indirecta se vieron involucradas.
El cuerpo de Decia Morelia, luego de ser honrado unas horas en casa de una tía en Caracas, fue llevado a Maracay para su inhumación en el cementerio de aquella ciudad.

Cuando llegó el capitán Rivero Pérez de Maracay, ya todo estaba listo para tomar su declaración. En vista de que era el testigo principal y algunas cosas no estaban encajando, los jefes policiales incorporaron a un experto en investigación de homicidios, el comisario Guevara Rosario. Según la versión dada por el capitán, cuando bajó con el impermeable encontró que dos sujetos armados apuntaban a su esposa en el pasillo de salida del edificio, él intentó desenfundar y uno de los hombres lo apuntó de cerca al tiempo que le decía: ‘Somos del Sifa, solo nos interesa su arma, entréguela’.

Según Rivero Pérez, la joven, presa del pánico, intentó huir y los asaltantes le dispararon tres veces, dos de los proyectiles la impactaron y el tercero rompió el vidrio de la puerta. El capitán dijo que al verla herida salió en persecución de los hampones y lanzó dos disparos al aire. Había muchas cosas que verificar de la narración hecha por el capitán”.

Escándalo mediático

Poco a poco las páginas rojas de la prensa iban desentrañando elementos de juicio de aparente contundencia, que iban surgiendo al calor de las investigaciones de sus reporteros. Se publicó que el 30 de julio de 1963 el capitán introdujo una demanda de divorcio y unos papeles en el Consejo Venezolano del Niño para lograr la custodia de su hijo. Casi dos años después, el 19 de mayo de 1965 y estando embarazada, Decia acudió al bufete de abogados del doctor Efraín La Roche Abreu para averiguar sobre los trámites de divorcio, pero como la chica no regresó más, La Roche Abreu dedujo que había solucionado su problema marital.

Ocho días antes de su muerte, Decia envió una carta a su tío, Oswaldo Carabaño, donde afirmaba que su vida estaba en peligro. Junto a la misiva le envió un neceser en el que había dos fotografías de Olga Guerrero. Carabaño le entregó este material a la PTJ. Entre los papeles encontrados en la ropa de la muchacha el día que la mataron, estaban el pasaporte de Olga Guerrero y el de su esposo, pues éste había hecho gestiones ante la embajada de Estados Unidos para que se le otorgara la visa a su presunta amante. Olga saldría para aquel país el primero de agosto y el capitán Rivero viajaría el día 3 para encontrarse con ella.

Contradicciones de un implicado

Entre las cosas que habían llamado la atención de los detectives estaba el hecho de que el militar solo disparó dos veces contra los supuestos atacantes, en lugar de descargar la dotación de su arma luego de ver a su esposa mortalmente herida.

Se miraba también con extrañeza que en lugar de acompañarla al hospital prefirió subir primero a cambiarse de ropa. Ninguno de los testigos del hecho recordó ver a nadie en huida luego de los disparos, solo a la mujer tirada en el piso y a su esposo gesticulando y gritando.

Los datos de planimetría contradecían también la versión dada por Rivero Pérez de que su esposa echó a correr y los asaltantes dispararon contra ella, en realidad de los dos tiros que la alcanzaron uno fue hecho en ángulo diagonal desde un metro de distancia y el otro a quemarropa.

Y finalmente cuando el comisario Carlos Alberto Villavicencio conversó con el padre Ernesto Scanagatta, capellán del hospital éste le dijo que, al momento de ir a consolar al oficial por la muerte de su esposa, el hombre muy conmovido le habría dicho lo siguiente: “Padre, yo le di los tiros, no sé cómo fue…” Esta versión después fue desmentida por el sacerdote al ser abordado por la prensa (dicen que por presión de la PTJ). Como su declaración al comisario no había tenido carácter oficial, no pudo ser usada nunca como elemento de convicción.

Aunque las balas que impactaron a Decia eran de calibre 38 y el arma del capitán Rivero Pérez era una 9 milímetros, la PTJ logró establecer que, en uno de sus viajes a Miami, el oficial había comprado tres revólveres Smith & Wesson  38, todos de cañón corto. Regaló dos y dejó uno para él. Este tercer revolver jamás fue encontrado. El capitán alegó que se la habían hurtado, pero no supo precisar ni cómo ni cuándo.

El 25 de agosto, luego de un intenso interrogatorio, el capitán fue formalmente acusado por los detectives. Como se trataba de un militar no fue detenido, sino que se le informó a sus superiores para que se procediera a la detención preventiva por parte del Sifa.

El 15 de octubre de 1965, el Juez Tercero en lo Penal de Petare, Pedro Ochoa Sandoval, dictó auto de detención contra el capitán Roberto Rivero Pérez por homicidio calificado en agravio de Decia Morelia Paradisi de Rivero. Ordenó su reclusión en la Cárcel Modelo de Caracas. El fiscal de la causa pidió la pena máxima -30 años-. La defensa alegó que la decisión del juez no había sido imparcial y que fue tomada bajo presión de la opinión pública, por lo cual solicitarían que el juicio fuese radicado en otro tribunal.

El caso se pasó a tribunales militares y poco tiempo después el capitán Roberto Rivero Pérez salía en libertad plena. Entre los familiares de Decia Morelia Paradisi de Rivero y la opinión pública que había seguido el caso, quedaba una amarga sensación de injusticia.

Del capitán Rivero Pérez poco o casi nada logró saberse después. Pasó a retiro el 5 de julio de 1986 con el grado de teniente coronel. El último cargo desempeñado fue como agregado militar, naval y aéreo en la Embajada de Venezuela en Guyana.

También pasó por la Escuela de Psicología en la Ucab (Universidad Católica Andrés Bello) , pero no se graduó.

Allegados militares han dicho que de sus dos hijos sólo lo apoya María Cristina, pues Roberto a estas alturas duda de la palabra de su padre, quien hizo de la muerte de su esposa un tabú hasta el día de hoy. Hay quienes sostienen que aún vive y está residenciado en Florida (EEUU).

Fuentes:

Crónicas del Tánatos “4 crímenes 4 poderes”.
El Nacional
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