El hambre en Venezuela

¿Por qué protestan los Yukpas? "No tenemos nada"

En ciertas zonas del estado Zulia trancan las vías una y otra vez, generando molestia e inconvenientes y afectando al comercio y la circulación de bienes. Pero, ¿por qué las comunidades yukpa hacen esto? ¿Y por qué no los dejan llegar a Caracas? Esta es una historia de carencias y atropellos

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Yukpas
Fotos: Archivo

El 29 de marzo, un grupo de alrededor de 80 indígenas yukpas –una etnia de origen caribe que habita en las selvas húmedas de la Sierra del Perijá– se enfrentó con funcionarios de la Guardia Nacional Bolivariana en la Autopista Regional del Centro, en Carabobo y a más de 640 kilómetros de sus tierras, luego de que se impidió el paso del camión y el autobús en el que viajaban. Se dirigían a Caracas, donde tres años antes más de 250 yukpas chocaron con la GNB frente al Palacio de Miraflores, con un saldo de cuatro indígenas heridos.

La escena se repetía en Carabobo, con los indígenas utilizando flechas, palos y piedras contras las bombas de gas lacrimógeno lanzadas por las fuerzas de seguridad.

No era el principio ni el final: entre marzo y abril, como había sucedido en diciembre, los yukpas establecieron entre 15 y 20 cortes de ruta en el Troncal 6 –que conecta a Machiques de Perijá en el Zulia con Colón en el Táchira– que en algunos casos funcionaban como alcabalas que cobraban peaje a camiones cargados de mercancía que se dirigían del centro del país al Perijá.

La situación, de hecho, los estaba enfrentando con los comerciantes del área: el presidente de la Federación de Ganaderos de la Cuenca del Lago (Fegalago), Paúl Márquez, denunció que las trancas estaban afectando el comercio en el área mientras que transportistas lecheros del Zulia afirmaron que hasta 20 mil litros se estaban perdiendo por semana debido a las barricadas de los yukpas en la vía Machiques-Colón.

¿Por qué los yukpa querían llegar a Caracas? ¿Por qué montaban barricadas y alcabalas, cobrando pasaje en algunos sitios, e interrumpiendo el paso de productos? “No tenemos nada”, dice Andreína*, una anciana yukpa y lideresa de la comunidad: “Por eso la protesta, por eso la protesta del pueblo yukpa”. Los yukpas, sufriendo los coletazos de la crisis humanitaria y el colapso del Estado venezolano, están desesperados. “Es un vaso que se llenó de agua hasta reventar”, afirma Andreína en su español acentuado. 

“No hay ninguna revuelta política”, aclara Lusbi Portillo, un antropólogo de la Universidad del Zulia y defensor de los pueblos indígenas desde los años 80 quien trabaja de cerca con algunas comunidades yukpa y lidera la asociación ambientalista Homo et Natura: “Es una situación económica, social. Una situación de derechos humanos. No hay ninguna parcialidad política allí porque ahí sufren todos”.

¿Retornó el conflicto con los hacendados?

Por años, el pueblo yukpa acusó a los grandes ganaderos de Perijá de establecer sus fincas en espacios que pertenecían ancestralmente a la etnia. En 1999, la nueva Constitución reconoció por primera vez los derechos de los pueblos indígenas y en 2001 la Ley de Demarcación y Garantía del Hábitat y Tierras de los Pueblos Indígenas delimitó planes para demarcar estos territorios. Sin embargo, apenas 16% (46 mil hectáreas) de las 285 mil hectáreas exigidas por los yukpas fueron reconocidas por el gobierno de Hugo Chávez. La cartografía, alertaron algunos líderes indígenas, excluía los territorios históricos, medicinales, de veneración y de caza: prevalecía el archivo escrito sobre el “mapa mental” –la tradición oral– de los yukpas.

Así, inició un conflicto entre los terratenientes y los indígenas que rechazaron la demarcación, liderados por el cacique Sabino Romero de la comunidad de Chaktapa. Pero Romero, que además era un visible critico de la minería de carbón en la Sierra de Perijá por parte de la estatal Corpozulia y de consorcios internacionales, fue abaleado por sicarios en marzo del 2013. Según Portillo, entre 2009 y 2014 fueron asesinados diez líderes yukpas por fuerzas de seguridad del Estado, grupos paramilitares colombianos como el ELN y carteles del narcotráfico que hacen vida en estas montañas fronterizas.

¿Son las trancas un nuevo capítulo del conflicto? Según Portillo, el conflicto histórico “ha mermado bastante. Al contrario, hay ciertas relaciones entre ambos”. Según el activista, los yukpa llegaron a ocupar unas 30 o 40 haciendas en el área y actualmente esperan que el Estado pague a los hacendados las bienhechurías –es decir, las construcciones e infraestructura sobre terrenos que pertenecen al Estado venezolano. “Los mismos yukpas están hablando con el gobierno para que le pague a los ganaderos”, dice.

En cambio, dice, las protestas nacen por una política del Estado de “no impulsar un desarrollo [del área] como se venía haciendo en la Cuarta República y en los tiempos del primer gobierno de Chávez”. Según Portillo, los yukpas en general suelen ser afectos al chavismo pero “sufren las embestidas de este chavismo gobernante, de esta política irracional, de esta política colonial, depredadora, etnocida contra ellos”.

Andreína, por ejemplo, considera que Chávez “reivindicó al pueblo yukpa” tras el anuncio en 2008 de un plan integral de desarrollo y asistencia que luego fue conocido como el Plan Yukpa. Pero el plan terminó en el vasto cementerio de las promesas. “Después que murió Chávez, han venido surgiendo necesidades acumuladas”, dice Andreína: “Tanto en la parte política, social y económica”. Pero, agrega, por sus críticas “me tildan de que estoy contra la revolución, nos mandan a callar, dicen que somos opositores”.

La muerte de Hugo Chávez, por supuesto, coincidió con la mayor contracción económica que el país ha atravesado en su historia: llevando al desplome gradual del Estado, desprovisto de ingresos y atravesando las consecuencias de sus políticas erráticas, y a una crisis humanitaria sin precedentes en la región. Los yukpas, incluso en los remotos montes del Perijá, sienten el temblor.

Aislados en Perijá

Las ruinas de los infinitos proyectos promovidos por la revolución bolivariana en tiempos de bonanza también salpican la Sierra de Perijá. Allí, abandonada, yace una torrefactora de café construida durante el período de Chávez. “Somos caficultores aquí en la Sierra de Perijá”, dice Andreína: “Antes nosotros trabajábamos, no había trancaderas de carretera”.

Según Portillo, los yukpas han reventado en protestas recientes por la pérdida de vialidad a medida que el río Yaza devora la carretera desde hace casi una década, aislándolos de posibles mercados. En 2019, por ejemplo, un deslave arrasó con varias comunidades y dejó un saldo de varios muertos. En 2021, además, un grupo liderado por el cacique Sabinito Romero (el hijo de Sabino) fueron retenidos cuando se dirigían a marchar a la Gobernación del Zulia al mando de Omar Pietro, quien –dicen los locales– no cumplió su promesa de construir 40 casas después del deslave. “Allá en Chaktapa, el territorio de los Sabinos, se pierden miles de aguacates caribitos, plátanos, cambures, topochos, yuca, tubérculos, caraota”, dice Portillo sobre el efecto que genera la pérdida de vialidiad: “Cien racimos, mínimo, se pierden cada cosecha”.

yukpas
Yukpas cortando el paso, una constante que genera problemas en la zona

“Todo se ha deteriorado, todo se lo ha llevado la lluvia”, se lamenta Andreína, recalcando que incluso los puentes han desaparecido y los yukpas han quedado incomunicados. “No hay quien compre nuestra artesanía”, dice, “No hay quien compre la cosecha a precio de gallina flaca”. Tampoco hay galpones. Los yukpas –sin galpones, sin atención del Estado y con su poca infraestructura arrasada por las aguas– se encuentran ahora en una situación económica desesperada. Según la lideresa, las pocas cajas de asistencia que llegan al área no alcanzan para todas las comunidades: “Por eso es que nosotros gritamos, tomamos la vía”.

El panorama es desolador. “¿Dónde está el programa que decía Chávez, viviendas dignas?”, se pregunta. Según Andreína, las misiones Vivienda, Barrio Nuevo Barrio Tricolor y Mi Casa Bien Equipada jamás llegaron a la Sierra de Perijá. Los indígenas, dice, aún viven en “casitas pequeñas como de paloma” construidas por los gobiernos de Rafael Caldera y Carlos Andrés Pérez. Y unos pocos en algunas hechas por el gobierno de Chávez: “Diez casitas a cada comunidad, diez casitas nomás”. La lideresa se pregunta: “¿Estamos en el siglo XIX todavía? ¿En el siglo XVIII todavía? ¿O en el siglo del guayuco todavía?”

La comunidad, de hecho, depende del agua de los ríos del área: “turbio, vienen con arena, con suciedad y nosotros tomamos esa agua”, dice Andreína: “Tú agarras un vaso y lo llenas de esa agua y es como un chocolate”. No sorprende que Andreína hable de niños con diarrea y parásitos y adultos con cálculos en los riñones y la vesícula. “No hay agua potable, no hay tanques”, cuenta: “Sólo la misión del Tukuko tiene dos tanques, pero eso es hecho por los misioneros capuchinos”.

Según Portillo, los yukpas sufren también de hepatitis, leishmaniasis y paludismo: enfermedades por las que deben asistir a Maracaibo o establecer ranchitos en torno a hospitales, muchas veces dependiendo de clínicas privadas o no teniendo los recursos para poder pagar vacunas o exámenes médicos. El sistema de salud también se ha desprendido del Perijá.

Andreína recalca que aunque existen escuelas, no hay materiales ni recursos. “Nuestros niños deben tener una escuela digna, como tiene la mayor parte de los watías (los no-indígenas)”, exige: “Han venido ministerios de educación a ver nada más, promesa y promesa. No hay nada concreto”. Tampoco hay casas de abrigo para “tantos indígenas viejitos que están solos o viudas abandonas”. En cambio, dice, quedan bohíos con pisos de tierra donde es común encontrar alacranes o serpientes.

“No hay –tampoco- una política agrícola, pecuaria, para que ellos desarrollen sus tierras”, explica Portillo: “No hay una asistencia médica” Los yukpas, desesperados, se están desvaneciendo.

¿Y el oro que se lleva el gobierno?

Durante los últimos meses, todos los intentos de los yukpas de marchar a Caracas –e incluso de salir de sus territorios– han sido frustrados por las fuerzas de seguridad del Estado. “Hay un bloqueo para que los yukpas no pasemos hacia Caracas”, denuncia Andreína: “¿Dónde dice la Constitución que nosotros tenemos que estar aquí nomás en nuestro territorio?”

Según Portillo, el esfuerzo por retenerlos –y evitar un incidente similar al de 2020– ha llegado al punto de que funcionaros del Estado “están comprando los sombreros [artesanales] para que ellos no vayan a venderlos a Caracas, a Maracaibo, a los Andes”.

La frustración con la clase política es palpable. “Esos prometen de todo: ‘yo te bajo el cielo, las nubes, el sol, la luna, las estrellas en tiempo de elecciones’. Entonces, cuando pasan elecciones, ‘no sé quién eres tú, no te conozco’”, se queja Andreína: “Porque son puras promesas y promesas y promesas ¿Hasta cuándo?”.

“Los viejos nos estamos muriendo esperando; esperando viviendas dignas y mejor educación para nuestros hijos y para nuestros nietos”, dice. Entonces esboza su frustración: “¿Dónde están los recursos? ¿Dónde están los recursos del macro-proyecto que el comandante Chávez dejó? ¿A dónde fueron a parar? ¿En manos de quién quedaron? ¿Quién lleva la contabilidad? ¿Quién lleva el control de eso? ¿Dónde van los recursos de petróleo? ¿Dónde va esa gotica de petróleo? También nosotros queremos gozar de ese petróleo, queremos gozar de esa esmeralda, de ese oro que saca el gobierno. Es por eso hermano que gritamos y gritamos”.

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