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2014, el año que agravó la tectónica del fútbol

Latinoamérica, la raza cósmica y el realismo mágico. La tierra de Maradona, Messi y Pelé. Los europeos tienen más dinero y poder, pero nosotros los genios brotados de las caimaneras. 2014 fue un año que resquebrajó particularmente toda esta narrativa vindicativa un poco pavosa y digna de una letra de Residente Calle 13.

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En el Mundial de fútbol de Brasil, se produjo un hito histórico: por primera vez, uno de los dos subcontinentes que han acaparado las 20 copas disputadas hasta ahora, Europa Occidental, ganó tres torneos consecutivos (Italia en 2006, España en 2010 y Alemania en 2014). Además, Europa Occidental picó adelante por más de dos copas de ventaja con respecto a Sudamérica (se puso 11 contra 9). Jamás había ocurrido desde Uruguay 1930.

Confiemos en que una selección sudamericana vencerá en Rusia 2018. Sí, ajá. Y que el barril de petróleo volverá a 100 dólares y la oposición arrasará en las elecciones legislativas.

En el otro torneo que sirve para medir el equilibrio de fuerzas entre los dos grandes bloques geopolíticos del fútbol, el mundial de clubes, el Real Madrid acaba de ir de vacaciones a Marruecos ante el San Lorenzo argentino, que no era rival ni con el Papa poniéndose shorts. Desde que se disputa con el actual formato en 2005, Europa Occidental tiene 7 títulos y Sudamérica apenas 3 (Sao Paulo en 2005, Internacional de Porto Alegre en 2006 y Corinthians en 2012). Cuesta creerlo hoy, pero en la Copa Intercontinental que se disputó desde 1960 hasta 2004, la Conmebol se despidió con 13 títulos contra 12 de la UEFA.

Perdóneme si soy injusto, pero yo no veo que el actual presidente interino de Conmebol (un tal Juan Ángel Napout, sucesor de los carcamales Nicolás Leoz y Eugenio Figueredo) se esté reuniendo urgentemente con Rafael Esquivel y el resto de compañeros de dominó y whiskicito para discutir con carácter de urgencia acerca de esta fosa tectónica que se ensancha más y más en el océano Atlántico.

Sí, Argentina llegó a la final del Mundial, aunque distó de hacerlo con la misma autoridad con la que, por ejemplo, Brasil se impuso en Corea-Japón 2002, y muy lejos de la imagen de once ultraofensivo con la que llegó al torneo. Al dueño de casa… bueno, usted ya sabe lo que le pasó en la semifinal. Cierto que hubo cuatro sudamericanos que se eliminaron entre ellos (Brasil, Colombia, Chile, Uruguay), pero igual quedamos en pura bulla.

Sí, Lionel Messi es uno de los dos jugadores que han marcado nuestra era, aunque 2014 no fue su año más dominante (ojo, todavía así es el máximo goleador histórico de la liga española y no ha cumplido los 28 años). Le dieron el Balón de Oro en el Mundial y ni él mismo se lo creyó. Además, ¿observa usted por ahí en camino a los nuevos Messi que supuestamente producimos a chorros? Bueno, está James Rodríguez y Neymar.

¿Qué nos dice la narrativa habitual? Que los europeos tienen más recursos económicos, organización y método, además de jugadores con una mayor potencia física, pero que los latinoamericanos lo han compensado con la astucia y dominio técnico del balón que solo se aprende entre el tierrero de los barrios miserables, que Pelé le daba patadas a una latica de refresco y bla bla blá. ¿Por qué se ha ensanchado la brecha? ¿Acaso el abismo entre las dos realidades financieras se ha hecho insuperable? ¿Acaso el fútbol contemporáneo, con un particular énfasis en la preparación física, relativiza los valores técnicos, o quizás los valores técnicos se han equilibrado en las dos  orillas?

Toda narrativa es una simplificación de la realidad. No me busque a mí en busca de respuestas, las desconozco. Solo sé que deberíamos prender la alarma y debatir soluciones. Quizás hay que mirar hacia la formación en las categorías menores (y aquí el caso Venezuela nos da pie a una apetitosa conversación). Quizás nuestros gerentes, si merecen llamarse así, quedaron obsoletos. Quizás hay que regresar a la Copa América cada dos años e integrarse a la Concacaf para aumentar un poco el roce competitivo de las selecciones. En todo caso, en 2014 fuimos más bien una raza cómica.

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