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La Libertadores no perdona

Si usted espera encontrar en estas líneas una serie de señalamientos a los futbolistas del Zamora y el Deportivo Táchira permítame avisarle que pierde su tiempo. Las decepciones internacionales de nuestros equipos no son más que la perfecta representación de un campeonato local que no fomenta la competitividad y sí le abre la puerta a otras actividades menos lícitas y más lejanas al tan mentado progreso por el que muchos se dan golpes de pecho.

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Foto: AFP

Decía alguna vez Héctor Veira, entrenador argentino y una de las figuras históricas del club San Lorenzo de Almagro, que el whisky “te desnuda”. Un efecto similar tienen los torneos internacionales: dejan en evidencia el tan cacareado progreso criollo y nos colocan en el sitio que nos merecemos. Suena duro y hasta puede parecer una locura hacer semejante generalización, ya que hoy Zamora estuvo “a punto” de sacar un resultado importante en Uruguay, y el Deportivo Táchira se enfrentaba al más reciente campeón del fútbol argentino. Siempre hay un pero y siempre hay un casi; las excusas son interminables siempre que tratemos de justificar lo injustificable. Y así nos va.

Estos equipos que el martes cayeron en su debut continental compiten en un torneo sumamente mediocre, en el que inexplicablemente dieciocho conjuntos hacen vida en la primera división. Esto ha traído como consecuencia que los mejores, los más calificados, no tengan una mayor oposición que la que significa saberse mejores, o tener que enfrentarse a equipos que sólo saben acumular futbolistas cerca de su propia área para luego tirar un pelotazo “a ver qué pasa”. A eso juegan una gran cantidad de equipos; yo diría que lo que realmente proponen es simplemente el no juego: el desprecio por la iniciativa propia y el no dejar hacer antes que hacer. No es nuevo ni original, pero vaya si es preocupante que muchos adopten semejante actitud.

Revisemos por ejemplo la nómina del Deportivo Táchira. Salvo un par de excepciones, ¿no es acaso una de las mejores del país? Se pueden discutir las decisiones del cuerpo técnico, pero, si somos capaces de ver más allá, nos daremos cuenta de que este Táchira, con estos futbolistas -que cualquiera de nosotros quisiéramos en nuestros clubes-, no enfrenta la misma exigencia que su rival en la competición doméstica. No; no me refiero a si tal o cual futbolista es mejor, lo que quiero que se entienda es que la intensidad no es la misma y por ello nuestros equipos no pueden ir más allá. No es un tema de talento sino de entrenamiento, adaptabilidad y capacidad de respuesta a diferentes escenarios futbolísticos.

En los últimos seis meses he podido observar de cerca equipos como Metropolitanos, Deportivo Petare, Tucanes de Amazonas, Atlético Venezuela, Lara, Estudiantes de Mérida, Portuguesa, “el nuevo” Zulia, Mineros de Guayana, Carabobo y Llaneros. Todos con sus virtudes y sus defectos, pero cada uno con una dinámica y una intensidad similar, y muchos de ellos sin mayor construcción ofensiva. De visitantes tratan de armar dos líneas de cuatro muy junticas para luego buscar, pelotazo mediante, algún espacio en ataque.

¿Es tan grave la situación? Sí; en nuestro torneo es común observar futbolistas que nos parecen sumamente talentosos pero que no comprenden, y no se les exige comprender, que al fútbol se juega de mil maneras distintas: a veces de primera y otras a dos toques; algunas ocasiones hacia delante, otras hacia atrás; de vez en cuando a mil kilómetros por hora y otras a cinco kilómetros por hora; unas veces en corto y otras en largo. Mientras el nivel competitivo venezolano no cambie, nuestros jugadores seguirán conviviendo en esa zona de confort y no estarán obligados a adaptarse a mayores variantes que las presentadas por estado del terreno de juego.

Horas antes de los partidos del martes pude compartir con Carlos Domingues, uno de los mejores –sino el mejor- narradores del país. La charla giró acerca de la improvisación de Racing Club para organizar un viaje en vuelo chárter y como aún, en ciertos círculos del continente, no hay mayor respeto por nuestro fútbol. Debo confesar que el chauvinismo y cualquier corriente de pensamiento similar me produce indigestión, por ello asumo que somos nosotros mismos los que no creemos en nuestras posibilidades, y aún no aceptamos que para poder competir en el escenario continental hay que primero fomentar la búsqueda de la excelencia en nuestro propio patio. Eso sólo se conseguirá revisando el campeonato local y concluyendo que el entuerto de dieciocho equipos sólo favorece a quienes quieren mejorar sus negocios o aspiran a otros logros extradeportivos. De no hacerlo, de ir en contra de ese acto de contrición tan necesario, cada aparición en la Copa Libertadores o en la Sudamericana nos dejará a la espera de un milagro; de que no sea el whisky que nos desnude.

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