El Estímulo

Noel y sus muchachos

Ganar un partido ante un rival de la jerarquía de Colombia abre los ojos de muchos, levanta el autoestima y supone un golpe a la mesa que pocos esperaban. Esto dejó la vitoria de ayer para quien escribe, aunque quizá lo más importante haya sido la actitud del entrenador del equipo cuando se enfrentó a los micrófonos. Ahí puede estar la clave para un mejor futuro.

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(Kiko Huesca/EFE)

– En estos días alguien me decía que el diablo ha sido un yugo en el cuello de la humanidad desde que empezamos a pensar y soñar. Pero, y esta es una opinión propia, el demonio también nos hace olvidar que jamás somos tan buenos como dice la victoria ni tan incapaces como nos describe una derrota. Por ello Sanvicente exige a los suyos seguir trabajando, no detenerse y recordar que son mortales.

– La victoria ante Colombia parece haber aplacado un poco a los fantasmas y la realidad. No por la forma sino por el resultado. Ganar reconforta y alimenta el tan golpeado estado de ánimo colectivo, pero de nada sirve si no se buscan las razones del triunfo.

Tampoco servirá de mucho el triunfo de ayer si nos olvidamos que la Federación Venezolana de Fútbol fue incapaz de conseguirle un solo partido de ensayo a esta selección. Un partido que ha debido ser contratado semanas antes del arresto de Rafael Esquivel, y una opción B, en caso de ser necesario, como aparentemente así sucedió.

– El reduccionismo nos invita a destacar las individualidades. Es un juego en el que todos hemos caído y probablemente caeremos. Pero no por ello debemos aplacar la rebelión e impulsar una reflexión mas compleja que nos acerque tan sólo un poquito a lo que realmente es este deporte: una actividad colectiva en la que cada individualidad es afectada y modificada por ese grupo al que pertenece, sin que esto signifique que sacrifique su esencia, ya que el colectivo también se verá afectado por cada una de los individuos que lo conforman. La selección venezolana fue ante Colombia mucho más que once individualidades, fue un equipo y mire que esa palabrita encierra dentro de sí una complejidad que no somos capaces de entender o definir.

– Y digo que caeremos nuevamente porque quien escribe no va a dejar de lado actuaciones tan memorables como la de un imperial Tomás Rincón, quien ayer confirmó que su madurez lo ha conducido de vuelta a su estado de jugador de fútbol por encima de pegador; o la de Alejandro Guerra, tan dinámico como vivo, imposible de ubicar para su marcador pero siempre opción para sus compañeros con sus cambios de ritmo, su precisión y sus ganas de recordarle al fútbol que él, como cualquier ser humano, no deja de evolucionar.

– Tampoco puedo dejar de lado el retorno de Ronald Vargas y esa dinámica que tanto añoramos y que puede convertir a nuestra selección en un equipo distinto, con juego de uno o dos toques. Ni hablar de Juan Arango, el capitán que se ha venido entrenando como novato para contagiar a sus compañeros y recordarles que a la cima se llega con esfuerzo, dedicación y mucho trabajo.

– Ya le decía, se me hace imposible no ser reduccionista en este caso, y es que el sacrificio de Luis Manuel Seijas vale la pena ser resaltado porque es el ejemplo perfecto de cómo un futbolista se pone al servicio de las necesidades del equipo y deja de lado cualquier intento de brillo personal. Pasa lo mismo con Salomón Rondón, el goleador, la figura, quien ayer apenas pudo marcar su primer gol en el ciclo de Noel, y vaya que anotó un gol de aquellos que parece valer más que un tanto.

– ¿Y los defensores? Rosales, Vizcarrondo, Tuñez y Amorebieta jugaron un partido tan serio y tan natural como si fuese un simple encuentro entre amigos. La intensidad, entendida como los noveles de concentración –así lo sugiere José Mourinho y yo no discuto ese concepto-, con la que jugaron fue admirable. No estuvieron perfectos pero ante cada error, fueron solidarios y respondieron como pocos suponíamos.

Nota aparte para Alaín Baroja. Es un arquero de la vieja escuela, muy distinto a Renny Vega y Leo Morales. Ayer tuvo su tarde consagratoria y empezó a pagar las cuotas para apoderarse de ese puesto que, en opinión de quien escribe, parecía estar muy abierto tras la salida de Vega.

– Lo que no me voy a permitir es creer que todo está bien. A Noel lo conozco y lo sé sincero cuando declara que siempre hay espacio para mejorar. No hay partidos perfectos y la victoria frente a Colombia así lo demuestra. Pero no olvido una anécdota que cuenta Charly Rexach a Martí Perarnau, en el libro Senda de Campeones, que ayuda a comprender justamente que cada partido es una película distinta a la anterior, y de vez en cuando hay que dejarla ser:

Vuelcas en un plato las judías secas, judías blancas sin cocer, de ésas que están duras como piedras, y ves que unas quedan encima de las otras, mal colocadas, pero poco a poco vas moviendo el plato y las judías se van colocando cada una en su sitio. Pues esto del fútbol es lo mismo. Es genial. Estás viendo un partido y ves que un jugador no funciona, […] y te dices: tranquilo, dales tiempo para que todos se vayan colocando».

Mención especial para Noel. Gane o pierda, lo suyo es el trabajo de campo, con el jugador. Mientras el prospecto de L’enfant terrible de nuestro fútbol buscó humillarlo y despreciarlo con esa definición, el de San Félix demostró una vez más que no necesita hacer cuñas de TV, vender seguros, darle golpes a ninguna mesa ni morderse la mano para celebrar un triunfo. Como entrenador de campo que es, terminó el partido, pasó la página y dedicó la noche a revisar nuevamente el encuentro. Puede que no vuelva a hacer ciertas modificaciones como que sí haga algunas desde el inicio. Para eso le pagan y para eso lo trajeron. Es el mismo Sanvicente que dejó fuera a Santos y a Mario Rondón y el mismo que no cambiará por un resultado, aún cuando los alcahuetes de turno le sugieran lo contrario. Noel ganó su partido, que no era otro que darle una alegría a su familia. De la misma manera que lo hicieron sus futbolistas.

– Toca Perú. Ya se verá que tan dañina fue la victoria para un público que no conoce de términos medios, y que tan motivadora lo fue para un grupo de futbolistas que no venden humo y cada día creen más en lo que ellos y su entrenador desean.

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