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¿Por qué Tony Franco en el Caracas Fútbol Club?

Luego de algunos años amagando con un cambio en su política deportiva, Caracas ha decidido firmemente dejar de ser Caracas. Ahora sí, en definitiva, no será más el equipo que tenga por objetivo primordial bordar su doceava estrella, luego de un lustro debatiéndose entre la exportación de jugadores y los títulos, debido a razones meramente financieras.

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En medio de la crisis país, la sostenibilidad del club está en juego y la herencia Valentiner ha preferido concretar el viraje hacia la formación de futbolistas y su venta al extranjero antes que la desaparición. Hasta la gestión de Eduardo Saragó, el equipo invirtió en la conformación de una plantilla que pudiera aspirar títulos, pero la necesidad ha podido más. Es entendible.

En este marco real, aterriza en la Cota 905 un guayanés para muchos desconocido.

Antonio Franco, con apenas un puñado de partidos dirigiendo en Primera División, ha sido el elegido para poner a andar al nuevo Caracas. Tras el fallido intento de dar las riendas del primer equipo a un hombre de la casa como “Polín” Páez Pumar, Phillip realiza una apuesta arriesgada, pero con mucha lógica si se chequea la hoja de vida del contratado.

Franco es un hombre de fútbol. Licenciado en Educación Física de la Universidad de Los Andes, es hijo de un directivo minerista, por lo que desde muy joven estuvo vinculado a Mineros de Guayana, cumpliendo íntegramente el proceso de dirigir a todas las categorías menores, incluyendo el filial, hasta hacer su debut en Primera, cuando sustituyó a Marcos Mathías.

Desde los 17 años trabajó en la estructura formativa del equipo negriazul y por sus manos se pulió el talento de jugadores como Darwin Machís, John Chancellor, Ángel Lezama o Luis Guerra. Conoce muy bien el trabajo de promoción de jugadores formados en casa, uno de los puntos exigidos en la oferta de empleo presentada por los avileños.

“Tony” ha tenido poco tiempo para poner en práctica su estilo de juego en la máxima categoría, pero en sus presentaciones con Mineros y Carabobo se pudo apreciar qué fútbol quiere: vertical, posesivo y que sepa defenderse con y sin pelota, mixtura heredada tras absorber conceptos de Richard Páez y José Hernández, sus mentores principales y de los cuales ha sido alumno aventajado.

Conoció de cerca la filosofía de equipos como Boca Juniors y River Plate en una reciente pasantía por Argentina, pero lo marcó el método de manejo de plantel de Juan Carlos Osorio en Atlético Nacional de Medellín, donde pudo compartir en 2014 con el hoy seleccionador mexicano.

Pese a su juventud (34 años), es un técnico con amplia preparación, además de conocer ya lo que es dirigir en Copa Libertadores –próximo reto de Caracas en 2016- cuando este año tomó las riendas de Mineros y alcanzó un recordado triunfo 3-0 ante el hoy finalista de Copa Sudamericana, Huracán de Argentina.
Sus dirigidos afirman que es un técnico que destaca por trabajar la recuperación de la confianza de los futbolistas (tomó a Mineros y Carabobo en momentos aciagos), siendo un motivador nato: en su estreno dirigiendo al granate, le tocó hacerlo en Valera, en un marco adverso, justo cuando Trujillanos retornaba del exilio guanareño, y ganó.

Franco es un entrenador de futuro, que comparte y comprende plenamente la filosofía que busca ejercer el nuevo Caracas. En una nueva era de ensayos, la apuesta por el bolivarense es arriesgada, pero entendible.

La reorganización de un equipo que fue potencia también por su cantera y el no perder el tren de la carrera por los títulos es una exigencia enorme que en manos de un poco experimentado técnico pudiera verse como un riesgo o una torpeza, pero de entrada, credenciales en mano, Tony no tiene nada que perder. Caracas podría seguir siendo Caracas.

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