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Posesión versus ideas

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(Daniel Ochoa de Olza/AP)

Desde hace unos años, las transmisiones televisivas hacen énfasis en el porcentaje de posesión como si este fuera una estadística válida por sí sola. Revisemos qué es lo realmente importante, si tener el balón o saber qué hacer cuando se posee.

Hace bien Matias Manna, creador del blog Paradigma Guardiola, en recordarnos que lo que hoy conocemos como juego de posición fue antes «fútbol todotiempo». Y como en cada ocasión que ese modelo de juego triunfó, el debate no se centró en el objetivo que hay detrás de la tenencia de la pelota (ordenarse, agruparse y desordenar al rival con la rápida circulación de la misma y la dinámica de nuestros futbolistas), sino que la banalidad ha potenciado la tesis del juego de posesión, algo que realmente no es tal.

El Ajax de Cruyff, los Brasil de Pelé, el River Plate conocido como «La Máquina», el Barcelona de Cruyff y luego de Guardiola dominaron este juego no desde la tenencia sino a partir de un plan que partía de la noción de qué hacer cuando eran dueños del balón y como recuperarlo en caso de perderlo.

Lo mismo sucedió con el Milan de Arrigo Sacchi, el Inter de Mourinho, y hoy en día con el Atlético de Madrid de Simeone. No es el modelo ni el tiempo de tenencia de la pelota, sino la adaptación de quienes deben interpretarlo a un plan de acción lo que determinará las probabilidades de triunfo.

Pensemos en situaciones comunes. Muchos volantes centrales, cuando recuperan la pelota, la pasan hacia atrás para apoyarse en los futbolistas más retrasados, sean los centrales o hasta el mismo portero. El problema se presenta cuando luego de entregar el balón, en vez de acercarse a su receptor para convertirse en un apoyo, se alejan, se desentienden, y comprometen aún más a estos nuevos poseedores de la pelota.

Pongamos el ejemplo de Venezuela en su más reciente presentación. Ante Panamá, Carlos Suárez jugó muchas veces con Wilker Ángel y con José Manuel Velázquez, pero casi nunca se ofrecía como pase sino que se distanciaba de ellos, por lo que los centrales se vieron obligados a buscar un pelotazo como única opción. La pareja de defensores acapararon la posesión del balón, pero a la hora de distribuirlo, sus compañeros no hicieron un esfuerzo por facilitarles la continuidad de la tenencia.

En el mismo partido hubo otra conducta que fortalece lo que aquí trato de explicar. La selección local atacaba con seis y siete jugadores, pero cuando llegaba a tres cuartos de cancha, sus futbolistas carecían de la dinámica necesaria para generar superioridades, por lo que esas secuencias de ataque posicional no inquietaron en lo más mínimo al marco criollo. Sólo cuando la defensa venezolana lo permitió fue que los atacantes panameños encontraron espacios para disparar de media distancia.

Volvamos a Europa. El Atleti de Simeone, según las estadísticas que provee la UEFA, tiene un porcentaje de posesión de 46%, lo que nos lleva a concluir que sus rivales han tenido la pelota más tiempo que los colchoneros. Pero si nos adentramos en el juego mismo, más allá de establecer que el equipo español es finalista de la Liga de Campeones, podemos observar que los rojiblancos convirtieron 16 goles y recibieron 7. Es decir, no le hizo falta elaborar largas secuencias para anotar dos veces más que sus rivales.

No quiero decir con todo esto que tal o cual manera de jugar es mejor que otra; la intención es invitar al lector a que profundice un poco más y no se deje llevar por una de las tantas herramientas de este deporte, la posesión, que no es más que eso, un instrumento cuya influencia dependerá de las cualidades de los jugadores. Jugar se puede jugar de mil maneras, lo interesante de este deporte es justamente la posibilidad que nos ofrece de competir de mil formas distintas, aún cuando la propaganda oficial nos venda únicamente par de corrientes de pensamiento como las realmente válidas.

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