Deportes

Alejandra Benítez, los ojos de Chávez y el deporte venezolano

Era 2012 se nos ocurrió que Rubén Limardo podía ser “Director por un día”, se trataba de una figura que ocuparon otros deportistas de élite, como Andrés Galarraga, Bob Abreu y Omar Vizquel. El esgrimista había ganado la medalla de Oro en Londres, y se había convertido en un fenómeno nacional. De allí que se le invitó a planificar una edición especial del diario en el que trabajaba.

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Fotografía: AP

El “Director por un día” establecía la pauta del diario, como cualquier director de un medio. Y así lo hizo Rubén. Una vez que se trabajó en la pauta y que salió el ejemplar impreso, tal cual como lo había pensado el deportista, se realizó un brindis.

En ese tiempo muerto, varios allegados de Limardo me comentaron, off the récord, la infinidad de problemas por los que había pasado el medallista en su preparación. “Nunca nos llegaron los recursos y Rubén tuvo que mantenerse en Europa por sus propios medios”, me explicaron. Si no contara con ellos, tal vez la dorada no habría llegado porque se habrían comprometido elementos básicos, como la comida y el descanso.

De la boca de Limardo no salió ninguna queja. En ese tiempo manejaba un discurso de inclusión, se mostraba preocupado por el futuro del deporte en el país y mostraba ciertas características que podrían impulsarlo a una carrera política. Tiempo después lo certificó, uniéndose al partido gobernante y actualmente, como todos saben, es suplente de Héctor Rodríguez en la Asamblea Nacional.

Limardo se unió así a otros deportistas que han mostrado su simpatía por Hugo Chávez Frías o su legado. Los beisbolistas Magglio Ordóñez, Antonio “El Potro” Álvarez, Carlos Guillén, el piloto Pastor Maldonado, el basquetbolista Alexander Vargas  y la esgrimista Alejandra Benítez son algunos de los atletas que acompañaron al fallecido presidente e incluso desempeñan algún cargo actual.

Sin valorar el ejercicio político de cada uno, que sería material para otra columna, solo quiero dejar en evidencia esa unión que existe entre política y deporte. Cierto, no es nueva ni solo sucede en nuestro país. Pero sí es Venezuela el que está mostrando la particularidad de contar con atletas-funcionarios, algo que a mi juicio representa un conflicto de intereses que no se ha estudiado a fondo.

Por el anterior tema ya tuve una conversación (discusión si ustedes prefieren), con la exministra Benítez. “Lamentó q no pueda caminar y comer chiclets, triste por usted pero además soy Odontologa, diputada y atleta Olímpica. Y si Puedo!”, (Sic) escribió por la red social Twitter.

Esa dualidad ha generado una división –una más- entre los venezolanos que disfrutan o se acercan, aunque sea por breves instantes, al deporte. Como es regular en nuestros tiempos las redes sociales se han convertido en el ring de boxeo para que chavistas y antichavistas desaten sus demonios contra los atletas que están en Río. Limardo aún no ha competido y está por conocerse la reacción del protagonista y los espectadores, pero con Benítez ya se dio el primer round.

“Besos para todos, y a los que me destruyen… lo lamento por ustedes, lloren. Lloren, pero yo sigo aquí. Como si nada y miren (enfoca su camisa, que lleva los famosos ojos de Chávez), para que les duela más, miren. Bello los ojos de mi comandante, ¿verdad? Lloren, lloren, sigan allí. Sigan ladrando, porque si siguen ladrando es porque estamos cabalgando. Así dice El Quijote, ¿oyeron? Un beso”, dice Benítez en un video publicado en Twitter.

Benítez perdió en su segundo combate. Se desconoce si lo grabado sucedió antes de eso. Pero es irrelevante. Esta es la cuarta aparición de la exministra tras participar en Atenas 2004, Beijing 2008 y Londres 2012. Es un curriculum del que muy pocos atletas en el mundo pueden presumir. Es una lástima que tales logros no vengan acompañados de un mensaje diferente, que en lugar de profundizar en la herida, reduzca la violencia que la abre.

También las reacciones desmedidas de los tuiteros radicales (entendiendo a esa red social como un micromundo), muestran a ese otro país disociado que es incapaz de valorar un triunfo individual como un logro deportivo y no como la manifestación superior de un sistema político. Mucho hemos evolucionado para seguir repitiendo la teoría de Hitler. Cualquier país puede ganar un oro y seguir en la pobreza más absoluta o en el régimen dictatorial más aterrador.

Si Limardo o Benítez conseguían alguna medalla no sería el producto de una “Generación de Oro”, un mito propagandístico del actual régimen, sino porque reunían unas condiciones individuales que mejoraron a través de una preparación adecuada. De hecho, a veces no basta con eso tampoco, de allí que también existan las sorpresas, como la del Del Potro a Djokovic, por nombrar alguna reciente.

El Barón de Coubertein, a quien se le considera fundador de los Juegos Olímpicos modernos, escribió: “No estamos en este mundo para vivir nuestra vida, sino la de los otros. Las mayores alegrías, por otra parte, no son las que nosotros gozamos, sino las que procuramos a los demás”.

Me pregunto en qué momento, como venezolanos, nos olvidamos de la segunda parte de la cita.

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