Sin embargo, hasta ahora, hay algunas dudas. El peor comienzo colectivo de selecciones sudamericanas en los mundiales ha ido cambiando. Ni Uruguay que ya está en Octavos sin recibir goles en contra. Perú, la querida, pero que no tuvo signos vitales para llegar a un tercer partido. La misma Colombia que pagó carísima la expulsión tempranera de Carlos Sánchez. Argentina en terapia intensiva después de la goleada ante Croacia y ligando a terceros. Brasil que tuvo que esperar al tiempo agregado para someter a Costa Rica. ¿Qué les pasa a los países Conmebol en Rusia?
Es difícil hacer un análisis general de las razones y sus consecuencias cuando apenas comienza la tercera vuelta de la fase de grupos, pero es real que el Mundial se ha puesto cuesta arriba para todos los sudamericanos. Criticamos a Uruguay, que ha clasificado con lo justo. Que no se despeinó contra Arabia Saudita pero se vio enredado con Egipto sin Salah. Así somos. Exigentes e inconformes.
Y es que por ahí comienza todo: el inconformismo es bueno, pero se exagera. Creemos que lo nuestro es lo mejor y no comprendemos que el fútbol es juego y no jugadas. Que el fútbol son once en el campo con un cuerpo técnico, con una estructura y no de un solo jugador, como se espera que luego de la exhibición de Cristiano Ronaldo ante España hagan todos los llamados a ser protagonistas. Que el fútbol contaminado de malos manejos, corrupción y problemas estructurales, sin planificación, es difícil que pueda ser exitoso.
En Uruguay celebran la clasificación, y nosotros somos capaces de cuestionarnos qué pasa con Luis Suárez o por qué todavía no ha marcado Cavani. “Tenemos que mejorar la imagen” dijo en rueda de prensa el volante uruguayo Lucas Torreira. Es que no basta el resultado. Hay que hacerlo con un fútbol atractivo. No basta la clasificación con el arco incólume.
Perú vivió una muy linda experiencia que no duró más de una semana. Quedó el buen sabor de boca de que jugaron a lo suyo, no traicionaron sus formas, pero quizá eso mismo le costó para no terminar compitiendo sino mostrando apenas un fútbol atractivo. Se volvía al Mundial después de 36 años y las aspiraciones eran mayores por la exaltación y la alegría que generaba retornar a la cita, pero la desilusión no sería tal sin la exaltación generada previamente.
Hacemos presión, tanta que nos damos el lujo de permitimos desde la casa y delante de un teclado que los futbolistas no disfruten el hecho de jugar un Mundial. El llanto de Neymar tras la trabajadísima victoria ante Costa Rica es la demostración de todo el peso de la presión que ejerce el mundo del fútbol con sus estrellas, sobre todo las sudamericanas. Somos implacables, le exigimos a las selecciones como si de una batalla se tratase.
Messi tiene encima el peso de las miradas del mundo. El rezo en el himno y sus ojos desorbitados en el partido ante Croacia reflejan la influencia de la responsabilidad que le ponen todos sobre sus hombros a un ser humano.
No lo vive, no lo siente. En Argentina los convocados parecen ir a un matadero en vez de sentirse pletóricos por defender los colores de su país. Y eso se traslada a la cancha, azuzado por las dudas que genera Sampaoli, fomentando la inestabilidad como premisa y todos los rumores malsanos que aumentan la llamarada del incendio.
No podemos entender que todos se han profesionalizado, no asimilamos que las distancias se han acortado. No. Hay que ganar, pero no basta con eso, hay que hacerlo bien, con buen fútbol. Sudamérica tiene el mejor fútbol del mundo pero hace rato que no atajamos la planificación y los proyectos que adelantan federaciones que privilegian el crecimiento real del fútbol. Le exigimos temple a los futbolistas, “son profesionales, deben estar preparados para todo”, decimos, pero nos olvidamos que son humanos y que sufren tanto como aquellos que en sus fusiles tienen la responsabilidad de evitar una invasión en una batalla entre dos países.
Salvo Perú, ya hay una selección clasificada y las otras tres, siguen con posibilidades reales de hacerlo. No todo está perdido en el fatalismo acostumbrado.
Esto es fútbol. Exijamos, pero respetemos. Forjemos el crecimiento, fomentemos el progreso. Exijamos planes, exijamos proyectos. Trabajo con límites de tiempo y resultados. Evaluemos. Esto no es de vida o muerte. ¿Podemos disfrutar?