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La casa embrujada del Barcelona

Hay fantasmas que aparecen y no solo asustan, también se quedan ahí para acompañar a la víctima. En el entorno del Barcelona, un espanto disfrazado de fracaso acompaña día y noche a los catalanes desde hace cuatro años, cuando las debacles en llaves de eliminación directa por Liga de Campeones pasaron a ser dolores de cabeza frecuentes.

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Fotografía: EFE

El último absurdo fue ante el Liverpool. No debía pasar, no solo porque su rival llegaba disminuido en el global, también lamentaba la baja de dos de sus grandes elementos de ataque como Roberto Firmino y Mohamed Salah.

Tampoco debía pasar porque el amo y señor de la posesión en Europa “apenas” dominó la estadística con un 52%. Pero de qué vale tener el balón si no hay manera de resolver con él.

Dirán que este Lionel Messi fue más argentino que nunca, que no hay manera de reemplazar a Xavi y Andrés Iniesta, que la defensa es una línea débil y que con Pep Guardiola todo estaba mejor.

Dirán muchas cosas a partir de la derrota, pero esta tiene un sabor diferente a las anteriores: el del hábito.

Hay equipos a los que no se les permite perder, como si se tratara de una cuestión intrínseca con cada jornada que pasa y el Barcelona es uno de ellos. La era Pep acostumbró al mundo a que así debía ser y, además, de la manera más estética posible.

El Barcelona era el ballet ruso ante 11 hombres que se peleaban por ser el menos humillado en el campo. Hoy todo es diferente. Hoy hay que preparar el repertorio de excusas.

La caída ante los Reds parece ser también el final de Ernesto Valverde, estéril en Anfield y a quien los trucos de Messi ayudaron a adornar la ida. Los goles son solo la consecuencia y en ocasiones el resultado jamás corresponde al desarrollo del juego. Eso sucedió hace una semana en el Camp Nou. La suerte, ese amigo imaginario al que se aferraba el entrenador, lo abandonó por el golpe de realidad que supuso visitar Inglaterra.

Liverpool apeló a la urgencia, pero también al sentido común. Fue más, mucho más, y dejó en entredicho a su rival. Los contrarios no pecaron de triunfalistas, simplemente demostraron no contar con las herramientas para actuar en medio del caos. La noche del 7 de mayo puede ser además el último tren de varios elementos de la plantilla blaugrana, digna del borrón y cuenta nueva que se entienda como el fin de un ciclo.

El fin, ese con despedidas amargas e inesperadas, es la única certeza en la Ciudad Condal, a la espera de un rayo de luz que marque el camino al que la oscuridad les hizo perder el rumbo en el torneo que todos quieren ganar. Da igual la liga y la Copa del Rey. La cita que define a los verdaderos héroes es la Liga de Campeones.

Cuando se recuerde al Barcelona más exitoso, también será necesario poner sobre la mesa a este grupo sin alma, de espíritus atormentados y sin expresión en medio de la dinámica, ese que hace poco superaba las adversidades como quien sube pequeños escalones, pero que con el paso del tiempo se convirtió en una reunión de amigos con fobia a las grandes responsabilidades.

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