Invasión en Ucrania

Cómo agresión a Ucrania complica dependencia militar y geopolítica de Venezuela con Rusia

En los últimos años Venezuela ha alineado sus sistemas de armamentos y defensa en la alianza con Rusia. La invasión a Ucrania y sus consecuencias destructivas para Rusia afectarán el proyecto iniciado por Hugo Chávez y profundizado por Nicolás Maduro en la marco de su política “multipolar” al lado de las autocracias económicas mundiales.

Sukhoi, símbolo de la alianza militar entre Rusia y el chavismo
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La dependencia militar y tecnológica que adquirió Venezuela con respecto a Rusia y el gobierno de Vladimir Putin conlleva grandes riesgos para la seguridad y estabilidad política y económica del país, a partir de la invasión rusa a Ucrania.

Independientemente del resultado de esa acción armada, que ya ha tenido efectos económicos y políticos en el mundo, Venezuela y su gobierno se verán muy afectados por la sumisión que consintió el chavismo.

Las consecuencias económicas, que ya padece Rusia, repercutirán en Venezuela y en especial afectarán al componente militar; aunque también impactarán en otras áreas ya que Rusia incursionó en inversiones petroleras, como fue la explotación conjunta de uno de los yacimientos más importantes de la Faja Petrolífera del Orinoco y en la explotación de gas. En octubre de 2010 firmaron un acuerdo sobre cooperación nuclear y la construcción y explotación de una planta atómica en territorio venezolano, lo que generó suspicacias en EEUU quien prometió vigilar “muy de cerca” el proyecto.

La debacle económica

Las pérdidas económicas de Rusia en materia militar como consecuencia de la invasión a Ucrania ya sobrepasan los $100.000 millones, sin contar las muertes y deterioro de su ejército. Su dependencia del mercado occidental impactará su economía con cifras superiores a los daños materiales de la guerra, especialmente al perder ese mercado para su gas y petróleo.

Rusia llegó a establecer 50% de las relaciones comerciales con los países de la Unión Europea. Los países de la Comunidad de Estados Independientes (CEI) que son nueve de las 15 repúblicas ex soviéticas, representan solo 14,4% de los intercambios comerciales de Rusia; los países de la Comunidad Económica de Eurasia, 8%; y los países del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC), 21,8%.

Los países de América Latina han representado un importante epicentro de las exportaciones rusas, sobre todo de armas, siendo Venezuela su principal comprador.

Estrechos lazos

El vínculo de Nicolás Maduro con Rusia, a través de las compras militares y concesiones petroleras, se hizo más intenso en los últimos años. Aunque China ha pasado a ser el primer proveedor de armamento, Venezuela ha sido uno de sus mercados más importantes y el primer comprador de América Latina.

Según el Stockholm International Peace Research Institute (Sipri), instituto internacional independiente dedicado a la investigación de conflictos y negocios de armamentos, en 2013 Venezuela fue el segundo mayor comprador de armas a Rusia en América del Sur. En 2015 pasó a ser el mayor importador.  A partir de 2016 disminuyeron las compras militares debido a la crisis económica venezolana.

Luego del renacer opositor a partir de las movilizaciones del 23 de enero de 2019 y la designación del llamado «gobierno interino», de Juan Guaidó, el chavismo estrechó sus vínculos con Rusia. El Kremlin ofreció su firme apoyo a Maduro en ese conflicto interno, como parte de un juego geopolítico en su intención de consolidar su entrada en América, con importantes inversiones.

Siete días después de los eventos del 23E, Maduro comenzó recorridos por las guarniciones militares y advertía que todos los meses estaba llegando armamento a Venezuela con “el equipamiento más moderno”.

Al referirse a Rusia, expresó que “siempre tenemos planes en la cooperación y mejora de la defensa antiaérea, la misilística, siempre vamos a avanzar y en los meses y en los años que están por venir vamos a seguir la cooperación militar”.

Problemas técnicos y dependencia

Si bien Venezuela se equipó con la alta tecnología militar rusa, especialmente en los últimos años en sistemas de defensa y misilísticos, muchas de esas adquisiciones presentaron problemas técnicos. Gran parte de la flota de helicópteros MI-17V5 no está operativa por fallas en sus sistemas. Los aviones Sukhoi 30MK2 requieren de permanente mantenimiento de sus sistemas de alta tecnología. En algunos casos las inspecciones mayores no pueden realizarse en Venezuela.

Un informe de la ONG Control Ciudadano registra que entre los años 2000 y 2021 se han registrado 83 accidentes con aeronaves militares de la FANB que han dejado 119 fallecidos. En la actualidad una parte de la flota de helicópteros se encuentra fuera de servicio por fallas técnicas y dificultades para reparaciones y mantenimiento.

“Van 47 fallecidos y 15 heridos, tras los 10 accidentes de helicópteros rusos que se han registrado desde su adquisición” afirmó Rocío San Miguel, directora de Control Ciudadano.

Los sistemas de defensa y armamentos adquiridos en los últimos años han presentados problemas en software, soporte técnico; además de ser equipos ensamblados hace tres o cuatro décadas. Algunas fallas de software en sistemas de defensa antiaérea no han podido ser corregidas a pesar de garantía y mantenimiento. Igualmente, muchos de estos equipos tenderán a tener su tiempo de uso vencido y mayor dificultad para reponer o corregir sus inconsistencias.

Un momento clave de la alianza

A partir de 2013 la alianza entre el gobierno chavista y Rusia se profundizó, tras la muerte “oficial” de Hugo Chávez en marzo de ese año. Aunque los convenios y compras militares nacieron desde los primeros años del gobierno socialista, Maduro y el equipo político que heredó los destinos de la llamada revolución bolivariana profundizaron esa alianza insertándola aún más en el grupo de países, no democráticos, que encabezan Rusia y China.

De esta manera se consolida el sistema de armas y defensa con la tecnología rusa, lo que puso a Venezuela en la geopolítica mundial como un supuesto peligro para la seguridad de EEUU y los países democráticos de la región. Ese criterio lo ratificó recientemente el Departamento de Estado.

En mayo de 2013, el director de la exportadora estatal rusa de productos, servicios y tecnología militares, Rosoboronexport, Anatoli Isaikin, destacó el desarrollo dinámico de la cooperación militar entre Rusia y Venezuela y estimó en $11.000 millones el monto de los nuevos contratos para el suministro de material bélico al régimen chavista.

FANB despliega misiles antiaéreos en vísperas de ejercicios militares
Modernos equipos antiaéreos adquiridos por la Fuerza Armada de Venezuela. Foto: Daniel Hernández/El Estímulo

Alto nivel

Uno de los momentos clave de la alianza militar se produjo en octubre de 2013 y selló la unión y dependencia hacia Rusia, con la visita al país de una amplia delegación encabezada por el secretario del Consejo de Seguridad de la Federación de Rusia, el general en jefe, Nikolái Pátrushev, acompañado de: Oleg Saliukov, comandante de las Fuerzas Armadas de Rusia; Anatoly Punchuk, director del Servicio Federal para la Cooperación Técnico Militar de Rusia; Sergey Svechnikov, vicepresidente del grupo de empresas TRANSAS, y los viceministros del Interior y Finanzas de Rusia, entre otros.

Por parte de Venezuela, estas reuniones la encabezaron la entonces ministra de Defensa, almirante en jefe, Carmen Teresa Meléndez y el general en jefe Vladimir Padrino López, para la fecha comandante Estratégico Operacional.

Además de los acuerdos de cooperación, adquisición de sistemas de armas y sistemas defensivos en las diversas reuniones se trataron temas como: resguardo de la seguridad en América Central y el Caribe; interacción entre Rusia y Venezuela en el ámbito internacional; cooperación entre servicios de seguridad.

Los hombres de la KGB

Destacamos la visita de aquella delegación a Venezuela, porque el personaje que lideró los acuerdos con Rusia, el secretario de Seguridad, quien promovió los más importantes acuerdos y alianzas, Nikolay Patrushev, fue director del Servicio Federal de Seguridad. Se formó en la Escuela Superior de los Servicios de Seguridad de la KGB y trabajó en la contrainteligencia de ese organismo de espionaje donde conoció y compartió con Putin.

Putin, además de presidente de la Federación Rusa, es supremo comandante del Ejército, ocupa la presidencia desde 2012, y anteriormente desde 2000 hasta 2008. También fue primer ministro entre 1999 a 2000 y de 2008 a 2012. Fue reelecto en 2018 y en 2021, una reforma constitucional le permitió reelegirse por más de dos períodos consecutivos. Su política de dominio y permanencia en el poder está muy ligada a su formación en el período soviético cuando fue agente de inteligencia de la KGB.

Los acuerdos de la alianza

En los acuerdos de 2013 lo más importante fue la consolidación de la plataforma de equipamiento para la FANB y los sistemas de armas. Entre las adquisiciones a partir de 2013, destacan el sistema de lanzamisiles SMERCH cuyo primer lote de ocho unidades llegó en 2014, instalados en la frontera del estado Apure con Colombia. Otro lote fue de 32 sistemas GRAD de 120M. Se adquirieron 300 instalaciones antiaéreas ZU-23 y 11 grupos del sistema de misiles superficie-aire Pechora y 3 sistemas misilísticos antiaéreos M2E-BUK.

El gobierno también adquirió 40 obuses MSTA-S de 152 milímetros; 48 sistemas de mortero SANI-120M; 17 morteros autopropulsados NONA-SVV-120M; 77 tanques T-72-B1; 110 vehículos blindados BTR-80-A; 123 vehículos de combate de infantería BMP-3.

Para 2015 se adquirieron cerca de mil lanzaderas de misiles. Entre 2008 y 2017 estas compras militares alcanzaron casi 6.000 millones de dólares.

Putin, Chávez y Maduro

En abril de 2010 Putin, como primer ministro, visitó por primera vez Venezuela para reunirse con Chávez, y negociar áreas de cooperación bilateral. Durante la visita concretaron planes de cooperación militar y defensa, industria espacial, energía atómica y agricultura.

En julio de 2013, Maduro, como nuevo presidente de Venezuela, se reunió en Rusia con Putin, y suscribieron cinco nuevos acuerdos en materia energética e intercambio comercial plasmados en 240 convenios de apoyo, integración y complementariedad entre ambas naciones.

Uno de ellos fue la constitución de empresas mixtas para la producción de gas natural en áreas costas afuera del oriente venezolano. Rosneft (mayor petrolera de Rusia) y PDVSA realizarían proyectos conjuntos en la plataforma continental de Venezuela.

También se firmó un acuerdo de participación rusa en el desarrollo de centrales termoeléctricas en Venezuela. La eléctrica Inter RAO suscribió un acuerdo con PDVSA para la construcción de una central eléctrica. Las dos partes aprobaron nuevas condiciones de financiamiento entre filiales rusas con PDVSA y Gazprombank se comprometió a conceder un crédito.

En lo militar destacó Maduro: “Hemos ratificado nuestra cooperación estrecha y vamos a mantener el ritmo exitoso en esta área”.

En lo financiero, informó la consolidación del banco ruso-venezolano con sede en Moscú y que abriría oficinas en Venezuela.

Foto de 2019, durante un encuentro en el Kremlin entre Maduro y Putin. Encuentros cercanos.  (Foto Sergei CHIRIKOV/ POOL / AFP)

Visiones comunes

Maduro destacaba que a Venezuela y a Rusia los une la coincidencia de las visiones en cuanto a la necesidad de construir un mundo multipolar, el cual, a su juicio, no era sólo uno de los principios claves de la política exterior venezolana; sino también un elemento importante del proyecto bolivariano.

“Rusia también coincide con nuestro país en el reforzamiento del papel de la ONU, el cumplimiento de los principios del derecho internacional, el principio de no intervención en los asuntos internos, el respeto de la soberanía de los países, el arreglo pacífico de conflictos internacionales y la búsqueda de respuestas colectivas a los desafíos de la política mundial”.

Esta última aseveración de Maduro, obviamente apuntaba a la amenaza de una intervención de EEUU en Venezuela y a la que Rusia advertía que no sería permitida. Pero al mismo tiempo ya estaba en puertas la invasión a Crimea y ahora la de Ucrania, apoyada por Venezuela, Cuba y Nicaragua.

Este afianzamiento hacia Rusia y China se profundizó a partir del embargo de armas que impuso la Unión Europea a Venezuela, por la represión interna y violaciones a los derechos humanos y las libertades democráticas.

El viraje

No se puede prever cuáles serán los acuerdos a los que se llegue en las mesas de negociación entre Rusia-Ucrania y desde luego con factores de la OTAN. Sin duda eso tendrá un efecto inmediato en Venezuela como territorio estratégico en América para Rusia.

Las sanciones contra Rusia podrían permanecer por más tiempo por crímenes de guerra en tanto Putin permanezca en el poder.

La reciente visita de representantes de EEUU y el sector petrolero para reunirse con Maduro abre una rendija para el régimen madurista de mantener vínculos con occidente y favorecerse con las inversiones petroleras.

Internamente hay sectores en el chavismo con una postura radical a favor de Putin, pero la élite que maneja el poder económico busca reducir sanciones y mover sus capitales sin restricciones.

En el área militar el daño estructural será tan impactante como lo es ya para el gobierno de Putin. Ello también obligará a la FANB a reorientar sus adquisiciones y su política de alianzas.

China en acción

En este juego está la expectativa del rol de China, el otro aliado, que es hoy una de las principales potencias económicas y tecnológicas y su interés en profundizar su entrada en Latinoamérica. Su interés por el dominio sobre Taiwán será un punto clave en las nuevas guerras que podrían promoverse en el contexto de la polarización mundial entre autocracias y democracias.

En la actualidad, Rusia y China son los mayores productores de armas del mundo. Venezuela podría estar en el epicentro de un conflicto extendido a esta región. El 31 de marzo EEUU advirtió que el régimen de Putin amenaza con “exportar” el conflicto de Ucrania al continente americano mediante su cooperación militar con las dictaduras de Venezuela, Cuba y Nicaragua. Así lo afirmó la subsecretaria adjunta de Diplomacia, Política y Coordinación del Departamento de Estado, Kerri Hannan, durante una audiencia en el Comité de Exteriores del Senado.

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