Economía

La hipertensión nacional

La sordera frente a la crisis social y económica de Cabello, de Rangel, de Menéndez, de Aristóbulo, de Jaua, por supuesto que no es ninguna casualidad.  La postura que tienen esconde intereses creados e insinúa fines inconfesables.

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Fabianny Crespo
Foto: Fabianny Crespo

El miércoles 31 de mayo, mientras Nicolás Maduro y sus seguidores organizaban actos en defensa del gobierno de carácter corporativista, simulando una inexistente alegría; en Catia, en la tarde, y en Petare, hacia la noche, hubo protestas airadas de multitudes vecinales desesperadas, reprimidas por la Guardia Nacional con violencia, demandando comida y servicios públicos decentes.

Venezuela es un polvorín de habitantes desesperados; en el cual se producen márgenes de desabastecimiento que rozan el 70 por ciento del mercado, y con un cuadro inflacionario que hace rato cruzó, sin control de ninguna especie, la línea de emergencia. Aquel que no pueda pagar a un bachaquero, deberá amontonarse en la cuarta cuadra de la cola, a ver qué consigue.

La propuesta del referéndum revocatorio no concurre al debate nacional con el objeto de forzar una ruptura. Muy al contrario: puesto que se trata de una cláusula constitucional expresa, su carácter consultivo, en teoría, como también debe ser en la práctica, le regresa al Constituyente, esto es, al pueblo venezolano, la potestad de replantearse, o de renovar por completo, el cuadro gobernante del país.

La clase dirigente chavista, presa, también, de sus propios mitos, y de su antiguo arraigo, se niega a aceptar los imperativos de la tragedia que creó.  La mera verdad es que todos los economistas de Venezuela advirtieron al gobierno con enorme antelación, y amplia suficiencia, en torno a las consecuencias que sus disparates acarrearían sobre las vidas de todos. Con una imperdonable miopía, el chavismo sigue midiendo los intereses del país en función de sus propios intereses.

La sordera frente a la crisis social y económica de Cabello, de Rangel, de Menéndez, de Aristóbulo, de Jaua, por supuesto que no es ninguna casualidad.  La postura que tienen esconde intereses creados e insinúa fines inconfesables. El comportamiento que están evidenciando frente a esta tragedia colectiva es, de suyo, y sin que cavemos muy hondo, bastante sórdido.

Es cierto que estas cosas ya se han afirmado en otras ocasiones. Si la clase dirigente chavista insiste en mentirle a los venezolanos en equipo, habrá que obrar en dirección contraria. Todas las cosas han sido dichas, dijo André Gide, pero como pocos oyen, habrá que volver a decirlas de nuevo.

El gobierno bolivariano chavomadurista administró una cuantiosa fortuna petrolera, cooptó todos los espacios de poder;  gobernó por decreto durante casi 10 años; se adueño de las Fuerzas Armadas; expulsó a los Estados Unidos del país; creó un sofisticado sistema de controles sobre toda la economía, y le ha colocado todas sus condiciones a la Oposición, al sector privado, y al resto de Venezuela, luego de sus victorias electorales.

Ahora deberán responder: gracias a sus excesos y sus disparates, en Venezuela no hay comida. Habrá que decirlo por enésima vez: ellos serán los responsables directos de lo que acá pueda suceder, si, Dios no lo permita, la desesperación de la familia venezolana produce un corto circuito que nos ponga a lamentar lo sucedido en Venezuela durante unas cuantas décadas más.

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