Opinión

El líder ante los cambios

Aunque muchas empresas se obsesionan por hacer o promover algo distinto y destacar de manera abrumadora, terminan haciendo lo mismo que las demás, lo que significa: seguir tendencias del mercado o lanzar propuestas sin originalidad

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Hay un precepto, muy mentado por consultores, que expresa que, si quieres diferenciarte o destacar en lo que haces, hazlo de manera diferente.

Sin embargo, aunque muchas empresas se obsesionan por hacer o promover algo distinto y destacar de manera abrumadora, terminan haciendo lo mismo que las demás, lo que significa: seguir tendencias del mercado o lanzar propuestas sin originalidad.

Ahora bien, esto no solo representa un problema para la empresa en sí misma, también lo es para los integrantes de una organización quienes limitan su crecimiento bajo un esquema restrictivo que los lleva, indefectiblemente, a solo cumplir con su trabajo y alejarse de nuevas responsabilidades que los lleven a transformar su entorno, influir en las decisiones e impactar positivamente en las finanzas de las empresas donde trabajan, con el consecuente beneficio posterior.

Muchos dirán que el desarrollo de este artículo es una oda para los dueños de empresas en detrimento de los colaboradores, pero como coach estoy convencido de que un proceso de transformación —tan necesario en años recientes— conlleva la consecución de objetivos individuales y colectivos, en pocas palabras, ¡mejores personas, mejores resultados!

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Foto Fauxels / Pexels

Propósito claro

Para que exista transformación todos los objetivos deben estar alineados bajo una fórmula inclusiva y motivadora, y me atrevería a insinuar algo más: tener un propósito claro, uno que al definirlo emita el mensaje claro que renunciar no es una opción e invite a abordarlos de manera diferente.

¿Por qué de manera diferente? porque hacerlo de manera diferente enriquece los procesos, promueve la iniciativa, el trabajo en equipo e incita al aprendizaje.

Y todo eso está bien, pues no hay mejor sensación de logro que sentirnos partícipe en un proyecto cuyo destino final redundará en el desarrollo de las capacidades y habilidades de cada integrante. Sin embargo, no todo es color de rosa, pues para que estos resultados sean tangibles es imprescindible involucrar a todos —sin excepción— en la dinámica de cambio; es decir, que exista un “algo” que impulse la motivación de los involucrados.

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Foto Fauxels / Pexels

En los procesos de cambios, el peor enemigo se erige en el desgano de algunos colaboradores ya que perjudica el rendimiento colectivo. Según estos, es preferible seguir transitando sobre lo conocido, sin esfuerzo. Al fin y al cabo, siempre habrá un alguien que sí le interese y resuelva el problema o promueva sus avances.

La actitud del líder

En este punto de la partida es donde la actuación del líder adquiere vital importancia. Siendo el eje o cabeza visible de un determinado proyecto, y para aspirar a que termine con éxito, debe procurar inocular en su gente el factor motivador que destaque la gestión de las emociones de sus colaboradores. En este sentido, el líder debe ser capaz de:

– Vender adecuadamente el propósito del proyecto.
– Ayudar a sus colaboradores a ampliar su campo de visión sobre la propuesta.
– Ayudar a que los colaboradores puedan distinguir los beneficios que pueden obtenerse.
– Promover a los voluntarios basados en sus fortalezas y resaltar los aprendizajes que obtendrán de todo el proceso de cambio.
– Prever el tipo de emociones que pueden generarse en los colaboradores que adquieren compromiso en el proyecto, y como gestionarlos para la no afectación de resultados.
– Ser vigilantes de cada etapa del proceso y estar atentos a cambiar de enfoque, —sobre la marcha— si es necesario.

Si bien todas estas recomendaciones pueden ser perfectamente viables en un contexto empresarial, no debemos obviar como líderes que la realidad vivencial de cada integrante es distinta y, por lo tanto, se impone abordarlos de manera distinta.

Lo que funciona para alguien, no necesariamente funciona para otros. Aquí es donde es inevitable acudir a la empatía, lo que significa: comprender las intenciones de otros, predecir su comportamiento; y más importante aún, entender sus emociones.

Foto Lukas / Pexels

Un potente motivador

Como tantas veces he mencionado, una manera muy simple para emprender los proyectos y garantizar un alto porcentaje de éxito, es animar a las personas a meditar sobre ¿qué es lo peor que les puede pasar por intentar apuntarse a los cambios que le piden?

Esa pregunta es un potente motivador para identificar —conscientemente— que el fracaso no es opción. Y ayuda a reconsiderar las fortalezas técnicas y emocionales que se poseen para enfrentar determinado proyecto.

En definitiva, explorar nuevas formas de hacer las cosas es necesario y enriquecedor. Además, dar un extra e impulsar una mirada distinta garantiza crecimiento y el logro de objetivos. Si te equivocas, no pasa nada. Asúmelo con humidad y duerme tranquilo, pues la única consecuencia posible es que suma a tu aprendizaje y te prepara para asumir mayores responsabilidades.

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