Economía

La tragedia social tras la paralización de plantas de Cervecería Polar

Conductores, dueños de licorerías y tascas sienten los tentáculos de la falta de materia prima en Empresas Polar. Hace 21 días que los camiones no salen desde los galpones en La Yaguara y Los Cortijos. Mientras que toda la línea de comercialización está paralizada a la espera de que lleguen las divisas.

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Por Jefferson Díaz @Jefferson_Diaz Foto: Tibisay Romero

“Todos me dicen Pedrito”, responde cuando le preguntan el nombre. No dice más, solo Pedrito. Luego explica que él es seguidor de un precepto que su mamá le enseñó desde pequeño: “lo más valioso que tiene un hombre es su nombre, y la palabra con la que se empeña. Así que cada vez que lo uses, hazlo con responsabilidad y valor”.

Por eso, Pedro Gonzalo Nuñez es muy cuidadoso al identificarse. “Todos saben que mi nombre siempre va acompañado de mi trabajo” sentencia.

Este conductor de 48 años tiene 15 trabajando para Empresas Polar como repartidor de cervezas. Un trabajo que adquirió gracias a un amigo que lo recomendó cuando surgió una vacante en las rutas de repartición. “Yo estaba desempleado y mi esposa acababa de dar a luz a nuestro segundo hijo. Una noche me llamó Roberto y me dijo que al día siguiente tenía que estar tempranito en Los Cortijos para una entrevista. ¡Ah! Y me preguntó si tenía licencia de conducir”, recuerda Pedro mientras busca entre su billetera el primer recibo de pago que recibió en Polar.

Trabajaba cinco días a la semana cubriendo el trayecto que va desde los galpones en La Yaguara, hasta Los Cortijos para buscar la cerveza y luego distribuir a negocios ubicados entre Carapita y Antímano.

“Yo vivo en Catia. Pero esa siempre ha sido mi ruta. Me conozco todos los huecos en la calle, todos los policías y hasta sé cuáles semáforos están dañados. Era mi rutina”, dice mientras espera su turno para jugar futbolito en una cancha improvisada que él y sus compañeros instalaron en una de las entradas a los galpones de La Yaguara. Desde hace 21 días esa es la rutina de 390 conductores que se quedaron sin cerveza para distribuir. Sus trabajos quedaron suspendidos en un purgatorio que depende de materia prima para seguir su camino hacia el paraíso.

“Es sencillo: sin materia prima no podemos trabajar”, comenta con vehemencia el lema que nació desde los trabajadores de Polar. Sus camiones ahora sirven como enormes vallas móviles donde pegan carteles anunciando los daños que ha ocasionado la ruptura de un sistema de distribución que tenía más de siete décadas funcionando. “Gracias a este trabajo logré que mis dos hijos fueran a la universidad, construí mi casa y ayudé a mi esposa cuando se enfermó. Ahora, son casi 400 familias que estamos en las mismas. Esperando y rogando a que nos dejen trabajar”, puntualiza Pedro.

Desde principios de año, la directiva de Empresas Polar había venido advirtiendo al gobierno que su producción corre el riesgo de detenerse por completo ante la falta de divisas para adquirir materia prima. La cerveza fue la primera en desaparecer lentamente de los anaqueles, y ahora, le ha toca el turno a la harina de maíz precocida.

Comenta Pedro que lo se consigue ahorita fue lo último que repartieron a finales de abril. Desde entonces, no hay distribución regular del producto. “Me cuentan que una cerveza, una sola, ya la están vendiendo en 500 bolívares. Y si quieres una caja, tienes que bajarte con al menos 8 mil bolívares”, dice Pedro. Él, que conoce lo que distribuía. Él, que se sabe los nombres de todos los dueños de licorerías, restaurantes y tascas a los que llevaba cerveza. “Estoy seguro que con mi trabajo colaboraba con el trabajo de los demás. Ahora, el sistema está roto. Lo rompieron” sentencia.

– Cerveza ¿bachaqueada? –

Don Luciano Romero regenta una licorería en el barrio Santa Ana de Carapita desde hace 26 años. Cuando te acercas a la reja que separa su negocio de la calle, la encuentras empapelada con publicidad que todos conocemos: un famoso cangrejo que hacía de las suyas en la playa, la catira a la que nunca se le ve la cara, un muchacho al que su papá siempre le gritaba “César Augusto” y el oso polar que tiene más amigos que Guillermo “Fantástico” González.

“Son carteles que me dejaban los repartidores de cerveza. Como me gustan los pegué”, comenta este abuelito de 68 años cuya vida se cuenta al ritmo en que ha crecido el barrio. “Yo llegué aquí a los 25 años. Aquí me casé, y tuve mi familia. Mi papá fue quien montó el negocio. Por esa época nos distribuían al menos tres veces por semana, el venezolano siempre ha sido de tomar cerveza. Y cuando se junta con una marca, es para toda la vida” cuenta Luciano. Agrega que lo que siempre vendía era Polar. Con todos los nombres que eso representa: un tercio, una negrita, una ice, y otra con “velo de novia”.

Desde el año pasado la distribución está fallando. Si corría con suerte tenía distribución una vez a la semana, de lo contrario tenía que esperar hasta quince días. Y eso que yo no pedía mucho. Con 75 gaveras podía cumplir la demanda de dos semanas, incluido un fin de semana. Me las vendían a precio de comerciante, menos de mil quinientos bolívares y yo la ofrecía a dos mil”, comenta el licorero que todos conocen en el barrio. Todos le dicen “Don” con aquel respeto que evoca a Don Corleone en la película El Padrino.

Ahora, para mantener su negocio tiene que conseguir cerveza en almacenes que “la tienen acaparada” por Propatria. “Todos conocen este sistema. Hasta la Guardia Nacional porque son ellos quienes cuidan el negocio. Son personas que de algún modo sabían lo que se venía y empezaron a comprar cerveza por cajas con la ayuda de algunos conductores. Ahora, quieren vender cada gavera en 12 mil o 15 mil bolívares. Yo compro algunas, pero ya no puedo ofrecer la misma cantidad que antes” dice Don Luciano, quien a su vez asegura que los hábitos del consumidor de su zona han cambiado. A falta de cerveza, ahora compran “caña clara” o sangría.

“También porque es lo más barato. Y si algo nos distingue es que la pachanga sin licor no sirve. Quizás por eso estamos cómo estamos” asegura el Don de Santa Ana mientras su negocio ahora luce anaqueles vacíos porque “ni refresco llega”. Luciano lamenta que el esfuerzo que empezó su padre, muera poco a poco por la falta de productos. “No soy el único. Estoy seguro que muchos están como yo”.

– Una tasca sin pollos y sin cerveza – 

Pollos María funciona como pollera por el día y tasca por las noches. Una dualidad que se ha mantenido por 35 años. Ubicada a pocos metros de la estación de Bus Caracas en la avenida Presidente Medina, este negocio se caracteriza por ser parada obligatoria de rematadores de caballos y los policías que al terminar su guardia, se paran para comprar pollo asado antes de colgar el uniforme.

“Mi mamá y mi papá llegaron de Portugal en los años 60. Primero tuvieron una lavandería y como mi papá era negociante nato, vio que la oportunidad era sacar la licencia de licores y montar una tasca”, comenta Daniel Pereira, administrador del local.

Sus padres murieron a principios de este siglo, y él se encargó de levantar el negocio. Adquirió licencias de juego para agregar una rematadora de caballos, y amplío sus neveras de dos a cinco para almacenar más pollos y cerveza. Pero como la crisis nunca avisa cuando llega. Desde 2014 siente las dificultades de mantener una tasca/restaurante en un país donde la inflación alcanza los tres dígitos.

Primero fue el pollo. De 150 a 200 que podía comprar a la semana, ahora tengo suerte si consigo 50. Mientras que con la cerveza, yo recibía al menos 100 gaveras semanalmente. Y si quería más, podía agrandar el pedido y me cumplían. Lo que más se bebe aquí es la Polar clásica. Primero, porque es la más accesible, y segundo porque es una marca que ya está tatuada en los que vienen aquí”, apunta Daniel, mientras asegura que todos sus empleados son familiares.

“Con ellos tengo un acuerdo y les pago según las ganancias que deja el local. Ya no me puedo dar el lujo de contratar personal porque si en un mes no cumplo la cuota para pagarles, es un problema” sentencia.

Daniel explica que mantiene contacto con sus colegas comerciantes de la zona. Y que de “12 tascas que había abiertas en Prado de María para 2012, solo sobreviven cuatro. De resto o alquilaron los locales para otra cosa o los vendieron”. Mientras tanto él trata de mantenerse a flote. Los pollos los compra a los bachaqueros y “con un contacto” que tiene en el Abasto Bicentenario de Plaza Venezuela. Mientras que la cerveza la vende cuando le llega porque se niega a comprarla a sobreprecio.

“Prefiero vender otro tipo de licor que dejar la poca ganancia que hago al mes”.

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