Economía

Daka renace de sus cenizas y ofrece sus productos a precios casi sagrados

Mientras que los productores de electrodomésticos están prácticamente parados por falta de insumos y decenas de comerciantes se han visto forzados a cerrar, la cadena de tiendas reverdece a fuerza de artículos importados y sigue expandiéndose.Son las 9:45 am de un martes de principios de noviembre y unas 25 personas esperan por ingresar a la tienda Daka ubicada en Bello Monte. Han llegado en camionetas de última generación y tamaños descomunales, alguna incluso con placas del Ejército. Aunque todos tienen prisa por entrar, el portero es tajante: “Abrimos a las 10:00”.

Publicidad
DakaBelloMonte
Foto: TiendasDaka.com

Puntualmente la puerta se abre y aunque sin la histeria de hace tres años atrás, todos corren a buscar el (los) artículo(s) que han ido a comprar: un par de televisores tan grandes como él pide un joven tan flaco que cuesta creer que pueda manejar la Ford F250 que conduce; una lavadora solicita un señor con el acento típico de quien acaba de llegar de Pinar del Río (Cuba); “no me vayas a dejar a pie”, dice a un vendedor otro comprador con cierto dejo de angustia en la voz.

Aunque no rebosa de mercancía, es innegable que lejos quedaron los días de las vitrinas vacías –y hasta rotas- que exhibían las cinco tiendas de la cadena luego del sacudón conocido como el «Dakazo», que sobrevino cuando la noche del 8 de noviembre de 2013 un iracundo Nicolás Maduro mandó al pueblo a vaciar estos locales: «Que no quede nada en los anaqueles de Daka», ordenó Maduro utilizando calificativos como traidores y estafadores para sus dueños.

En realidad las existencias son pocas. “Nos llegaron cuatro y ya se vendió uno. Si no se decide en un rato ya se acabarán”, comenta un pasillero a un indeciso comprador que preguntaba por un televisor de 32 pulgadas, mientras que la cola de registro para asegurar el producto ya sumaba varias personas que en menos de cinco minutos habían cumplido con rito del viejo adagio latino: “vini, vidi, vinci”.

Solo una señora de aspecto desaliñado pero interesada en gastar a manos llenas parecía decepcionada: “Esto es chiquitico. Aquí no me cabe nada”, decía mientras miraba con desdén el único juego de morochas (lavadora y secadora) que había en existencia.

La muestra no es profusa en marcas y modelos como en el pasado, pero la sucursal de Bello Monte de Daka es la muestra palpable de un comercio que cual ave fénix resucitó de sus cenizas: lavadoras Whirpool de diferente capacidad, neveras Panasonic, cocinas Frigidaire, hornos, microondas y algunos televisores Samsung y LG conforman el grueso de la oferta en línea blanca y marrón.
“Nos llegan pocas cosas pero enseguida se venden”, comenta un vendedor a la pregunta del por qué tan pocos electrodomésticos de gran formato.

Pese a esta ausencia, los pasillos no están vacíos. Los lugares que en el pasado estuvieron ocupados por aires acondicionados, neveras y refrigeradores son ahora destinados a artículos menores: abrelatas y parrilleras eléctricas, poncheras para masajes de pies, freidoras, máquinas para granizar hielo, esterilizadores de botellas, sartenes eléctricos, sanducheras, tostadoras, rebanadoras, sillas plegables, ollas, vasos, copas, juegos de cuchillos, maletas, sillas plegables y hasta piscinas inflables integran el nuevo surtido.

De fabricación china en su mayoría, algunos productos cumplen con el mandato de ley y exhiben la etiqueta que demuestra haber sido adquiridos con dólares Simadi, muestra irrefutable que quienes tres años atrás fueron tildados de traidores a la patria hoy son tan allegados al gobierno que reciben dólares a los que no tiene acceso sus competidores.

– Nada solidarios –

Los precios tampoco tienen nada que ver con el pasado. Antes de ser conminado a salir de la tienda de Boleíta Norte por anotar montos y entablar conversación con pasilleros, fue posible percibir que los precios no se relacionan con dólares preferenciales. “No sé si les dan dólares Simadi, pero está llegando mercancía siempre”, alcanzamos a oír de un vendedor antes de la expulsión, quien aclaró además que los productos vienen del almacén de Valencia tras llegar –según cree- de Panamá.

El costo de una lavadora Samsung o Frigidaire de 16 kilos varía entre 550.000 y 565.000 bolívares, pero sube hasta 899.990 bolívares si se trata de una pieza Whirpool; mientras que una moderna lavadora-secadora Samsung cuesta más de 1,39 millones de bolívares.

Solo 100 bolívares es la diferencia para que el precio de una nevera Panasonic de dos puertas sume los 2 millones de bolívares, mientras que los enfriadores de botellas de vino oscilan entre 299.000 y 499.000 bolívares, según la capacidad. Por un dispensador de agua se tendrá que pagar 140.000 bolívares.

Una cocina eléctrica Frigidaire se consigue en Bs 1,14 millones y un horno para empotrar de la misma marca en Bs 1,47 millones. Por suerte los hay Premium por solo Bs 349.288, en tanto que los topes de cocina varían entre los 195.000 y 999.900 bolívares, según la marca, el número de hornillas y si es eléctrica o a gas.

En aire acondicionado, la variedad es mayor y sus precios van de los 260.00 a 370.000 bolívares para los modelos split según la potencia (9.000 a 24.000 BTU) y marca (LG o Frigidaire), en tanto que un equipo de ventana LG está rotulado en Bs 560.000.

Un televisor Samsung de 60 pulgadas cuesta la bicoca de 1,68 millones de bolívares, precio que baja a Bs 980.000 si el cliente se conforma con una reducida pantalla de 55 pulgadas. Si se prefiere un equipo LG, los precios varían entre 230 y 695 mil bolívares.

En el apartado de licuadoras faltan las piezas de la más alta calidad, pero en su lugar hay una profusa variedad de equipos Oster, Hamilton Beach, Black & Decker que se venden entre 27.926 y 39.549 bolívares. Entre tanto, un ventilador Electrolux vale Bs 96.149 y una máquina de coser Singer de las más baratas se puede conseguir en Bs 189.000.

Como en la tienda de Bello Monte, la de Boleíta también exhibe una amplia variedad de artículos menores como ollas, vajillas, juegos de cubiertos, vasos, copas, planchas y cafeteras que llenan los anaqueles que antes estuvieron destinados a otros equipos.

– 17 años de éxito –

Nacida en Punto Fijo, estado Falcón, justo en el año en que Hugo Chávez comienza a gobernar, Daka es el eslabón más conocido de todo un holding dirigido por la familia de origen palestino Dagga, quienes de modestos comerciantes pasaron a ser opulentos dueños de industrias y exitosos empresarios.

El consorcio acoge en su seno a Cyberlux y Frigilux, una dual ensambladora de electrodomésticos autodenominada como la más grande de Venezuela; Bullpro, venta de equipos de sonido para autos fabricados por la primera; CLX, nueva cadena comercial de siete locales que logró la distribución exclusiva de la marca Samsung para Venezuela, de acuerdo con un texto recientemente publicado por el portal armandoinfo.com y Daka, germen del próspero negocio familiar.

Tan llamativo como el relativamente amplio surtido de las tiendas, llama la atención como una cadena que tres años atrás se daba por liquidada tras su literal arrase, mantiene un programa de expansión como en los mejores tiempos de la bonanza chavista.

Recientemente abrió una nueva tienda en Maracay, Aragua, con lo que ya suman seis locales en todo el país, y para el 2017 prometen inaugurar otros dos en Puerto la Cruz y Maracaibo, lo que habla de la habilidad de los Dagga para hacer prosperar sus negocios en medio de la peor crisis económica que haya vivido el país en más de 100 años.

– Solo para ellos –

De los equipos que se muestran en Daka, solo dos tienen marcas locales: Cyberlux y Figrilux. Lo demás es importado y es muestra irrefutable de que los malos entendidos entre dueños y gobierno quedaron en el pasado.

“Excepto ellos, los otros productores de electrodomésticos estamos prácticamente paralizados”, afirma Edgar Berríos, director ejecutivo de la Asociación Nacional de Fabricantes y Distribuidores de Electrodomésticos (Anafade), quien aclara que solo nueve de los 34 miembros de la asociación se encuentran laborando, por lo que el sector trabaja a menos de 20% de su capacidad.

“Al no haber disponibilidad de divisas ni baratas ni caras no podemos importar materia prima”, dice Berrios, agregando que si en el mercado se consiguen productos importados –excepto los que vende Daka y otras tiendas del consorcio- son comprados con recursos propios de los comerciantes.

Estos son los números que revelan la situación de la industria: La deuda con proveedores internacionales que se remonta a más de tres años supera los 270 millones de dólares, las existencias de insumos y equipos terminados oscila entre 5% y 10%, y de los más de 950 talleres autorizados que existían al año a duras penas sobreviven 300.

Aunque prefiere no referirse al caso Daka-Cyberlux-Figilux, Berríos afirma que hay empresas muy cercanas al gobierno, lo que permite recordar que en 2014 estas firmas anunciaron su participación en el Plan Desarme, una iniciativa del gobierno que buscaba cambiar electrodomésticos por cada arma de fuego que fuera entregada por sus portadores.

– Realidad contrastada –

La prosperidad de la que goza Daka contrasta fuertemente con el pobre cuadro que muestra la vecina tienda Mundo Samira, otra de las cadenas desmantelada en noviembre de 2013 cuando en cadena nacional Maduro ordenó al pueblo vaciar los estantes de las tiendas de electrodomésticos, que fueron obligadas a vender sus productos a precios de gallina flaca.

De hecho, la mitad del local de Samira en Boleíta Norte está ocupado con algunos colchones, y aparte de una profusa existencia de licuadoras, ollas y sartenes, los inventarios de electrodomésticos se limitan a algunas pocas unidades de cocinas de marcas como Mabe, Premium y AK que se venden entre 255.756 bolívares y 672.526 bolívares, según el número de hornillas.

El resto de la existencia lo componen siete equipos de aire acondicionado marca Kahled de split o ventana y tienen precios de entre 276.000 y 562.000 bolívares, un único modelo de televisor Premium de 32 pulgadas (Bs 247.000) y una nevera de 20 pies que se vende en Bs 1,31 millones.

Un deslucido árbol navideño y tres empleados que no se molestan en siquiera levantarse de sus asientos demuestran que la mala racha sigue siendo la constante para la cadena.

– Homenaje a la desesperanza –

Un cuadro aún mucho más triste se observa en la tienda de Ivoo en Plaza Venezuela. Del imponente edificio de tres niveles que vivía repleto de clientes en busca de computadores y equipos electrónicos solo queda el cascarón. Cuales monolitos al desamparo, una caja con el único modelo de PC en existencia preside cada uno de los estantes donde antes se exhibían decenas de equipos con disímiles características y marcas.

En la planta baja, único espacio ocupado, no se contabilizan más de 30 equipos Soneview sin pantalla que según la potencia del procesador tienen precios de entre 249.000 y 256.000 bolívares, mientras que el único modelo de laptop Síragon (ensambladora de equipos a la que pertenece la cadena Ivoo) se vende en Bs 299.000.

“Nos llegaron 14 ayer y hoy ya se vendieron cuatro”, comenta con desgano uno de los dependientes, quien asegura que es poco probable que haya reposición de inventario en lo que resta de año pues la falta de insumos ha limitado la producción de equipos a su mínima expresión.

En un infructuoso intento por ofrecer la ilusión de plenitud, los vendedores han colocado de manera estratégica una limitada existencia de ollas y sartenes en las estanterías que deberían estar ocupadas por tabletas, computadores, televisores y equipos de video.

Para contrarrestar la caída del mercado local, Passam Yussef, dueño de Ivoo, está exportando sus computadoras a Panamá. Argentina también aparece en los planes de esta empresa que proyecta colocar en terceros mercados más de un millón de unidades entre 2016 y 2020, según informó en agosto a El Estímulo, Amarilis Ruiz, gerente de exportaciones de la compañía.

Publicidad
Publicidad