La presidenta de la Fed, Janet Yellen, indicó que la economía iba suficientemente bien como para que el banco central cese paulatinamente de reemplazar sus bonos del Tesoro y títulos sobre acreedores hipotecarios (MBS), que acumuló masivamente tras la crisis financiera de 2008 para sostener la recuperación.
Al comprar miles de millones de dólares de activos, la Fed ha presionado a la baja las tasas de interés e inyectó una gran liquidez en el sistema financiero para licuar el crédito y estimular la inversión.
El banco central innovó así, saliendo de su tradicional papel con ese estímulo que se inició en noviembre de 2008 y que inyectó en tres etapas que duraron seis años (QE1, QE2 y QE3; las iniciales «QE» provienen de «Quantitative Easing», flexibilización cuantitativa).
En octubre de 2014 abandonó la compra de esos activos. Pero al anunciar ese proyecto de cortar progresivamente el grifo del dinero fácil, el entonces presidente de la Fed, Ben Bernanke, provocó en junio de 2013 importantes tensiones en los mercados financieros.
Los inversores, al anticiparse a un incremento de los rendimientos sobre los bonos del Tesoro, huyeron súbitamente de los mercados emergentes, provocando incluso devaluaciones de las monedas locales.
– Impacto controvertido –
Esta política de expansión monetaria, que también fue adoptada por el Banco Central Europeo, el de Gran Bretaña y el de Japón, dejó a la Fed con la suma récord de cerca de 4,5 billones de dólares, contra 900.000 millones de dólares antes de la crisis. Cerca de dos tercios de esa suma son bonos del Tesoro.
El impacto de esta innovación monetaria sigue siendo discutido.
Los dirigentes de la Fed, y Ben Bernanke en primer lugar, aseguran que, sin ese estímulo, la recuperación, que sigue siendo moderada, no hubiera tenido lugar.
Pero otros economistas, incluso en el seno de la Fed, siguen siendo escépticos sobre los beneficios de la expansión monetaria, y ponen el ejemplo de Japón, cuya estrategia de flexibilización monetaria jamás relanzó el crecimiento.
Algo es seguro: los miles de millones de dólares inyectados por la Fed favorecieron paradójicamente a la bolsa. Vista la caída de los rendimientos obligatorios, los inversores se volvieron hacia las acciones, mucho más rentables.
Hoy, al dejar de comprar bonos del Tesoro, la Fed corre el riesgo de provocar una suba de los rendimientos.
Su curso se parecerá a un ajuste monetario, pero como eso jamás se hizo, nadie conoce realmente la amplitud del impacto.
Los expertos del Tesoro estadounidense estiman, por ejemplo, que esas desinversiones implicarán un alza de 0,4% punto porcentual de los rendimientos sobre los bonos del Tesoro a 10 años.
Janet Yellen volvió a decir el miércoles que la herramienta primordial de política monetaria seguía siendo la acción sobre las tasas de interés pero admitió que en caso de deterioro de la economía, la Fed podría abandonar la desinversión y reanudar la compra de títulos.
Espera en todo caso que el proceso de reducción del balance sea «largo y aburrido», como ver «crecer la hierba».
Es por eso que la detención de las desinversiones de la Fed será progresiva, a un ritmo de 10.000 millones de dólares por mes (60% en bonos, y 40% en MBS) y se aumentará en otros 10.000 millones mensuales cada tres meses.]]>