Para el sector de manufactura el precio del dinero sube desde 18% hasta 22% anual; para el sector comercial pasa a 24%; para el hipotecario a un máximo de 12,66% y para préstamos dedicados al sector turismo el máximo a cobrar será 15%.
Las tarjetas de crédito son el principal recurso de financiamiento para los gastos ordinarios diarios de las familias e individuos en Venezuela, como compras en el supermercado. Pero los límites autorizados por el gobierno y otorgados por los bancos se han quedado inútiles ante la hiperinflación.
La medida era esperada desde hace algunos días por el sector financiero. Pero analistas han señalado que el ajuste es insuficiente y un simple maquillaje, si se considera que la hiperinflación llegó a 1,7 millones por ciento en 2018 (según estudios de campo del Parlamento opositor) y se proyecta en al menos 10 millones por ciento este año (según cálculos del FMI).
En Venezuela el crédito financiero de la banca pública o de la privada es el bien más barato, después de la gasolina, que es técnicamente gratis y del dólar, pues la tasa de cambio ha subido muy por debajo de la inflación.
La banca ha acusado una apretada situación financiera, pues vive prácticamente solo de las comisiones y no de la intermediación financiera.
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