Entrevista

Basilio Álvarez celebra los 43 años de Skena y revela su relación amor odio con el teatro

El actor y director vino de España, en donde vive hace cuatro años, para dirigir en Caracas “Laponia”, comedia con toques dramáticos cuyo éxito ha marcado su feliz reencuentro y arraigo con Venezuela.

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Basilio Álvarez
Nicola Rocco

Con más de 40 años como actor, director y dramaturgo, Basilio Álvarez es uno de los referentes indiscutibles del teatro venezolano. Con una sólida formación recibida por notables nombres de la escena, como Juan Carlos Gené, Enrique Porte, Levy Rosell, Ugo Ulive, Verónica Oddó y Ricardo Lombardi, entre otros, tiene en su haber más de 40 montajes, dirigidos tanto con su grupo Skena como con otras prestigiosas compañías.

El más reciente de esos montajes, “Laponia”, en cartelera hasta este fin de semana de febrero, es una comedia con toques dramáticos que, desde el humor, aborda el choque de culturas y también habla sobre cómo los seres humanos lidiamos con la verdad y la mentira, lo tangible y lo mágico, lo real y la ilusión. Escrita por los españolesCristina Clemente y Marc Angelet,con adaptación y dirección del mismo Basilio Álvarez en su versión venezolana, inauguró en enero pasado la temporada teatral 2023 de la sala del Teatro Trasnocho, en el marco de los 43 años de Skena.

Con hilarantes actuaciones de Sócrates Serrano, Patty Oliveros, Nerea Fernández y Marcos Moreno, la historia transcurre la noche de Navidad en la localidad finlandesa a la cual alude el título de la obra, también conocida como “la tierra de San Nicolás”. Pero el lugar, en vez de propiciar a los personajes “unas navidades únicas”, las cuentas familiares pendientes, los trapitos sucios y las diferencias culturales (en este caso la latina y venezolana con la europea), provoca un disparatado enfrentamiento, que origina una serie de situaciones teñidas de humor negro y agudos contrastes de puntos de vista.

Venezuela: reencuentro y arraigo

Este nuevo logro se suma a los que como director ha tenido en obras como “Sueño de una noche de verano”, “La edad de la ciruela”, “Noche de reyes”, “La princesa y el dragón”, “El enfermo imaginario”, “El traje nuevo del emperador” y “La conquista del Polo sur”, referencias de calidad y originalidad dentro de nuestro ámbito teatral.

El año pasado con Skena también montó la exitosa pieza «La Ternura», en Trasnocho, y también hubo una función gratuita ante centenares de personas en la Concha Acústica de Bello Monte, con apoyo de la embajada de España en Venezuela.

Estos trabajos se suman a otros, igualmente destacados que ha tenido en su rol de actor. Especialmente recordables han sido sus desempeños en “Esperando a Godot”, “Art”, “El día que me quieras”, “La revolución”, “Ay Carmela”, “La Ola”, “Hamlet”, “Chicago” “Enemigo del pueblo” e “I.D.I.O.T.A.”, así como su impactante actuación como Rothko en la versión venezolana de “Rojo” de John Logan y “La cena de los idiotas” de Francis Veber.

Dirigiendo al grupo Skena en un ensayo. Foto Grupo Teatral Skena.

Para este graduado en matemáticas y física en el Pedagógico de Caracas, con dilatada trayectoria como profesor de ambas materias en educación media, su principal labor sigue siendo el estímulo y la proyección de la formación teatral para los jóvenes. Ha desarrollado, durante 40 años al frente de Skena, un método de enseñanza para adolescentes cuyo principal objetivo va mucho más allá de la capacitación profesional y técnica, para abarcar el crecimiento del individuo como ciudadano y ser sensible ante la sociedad que lo rodea.

Con este bagaje, se siente más que satisfecho de reencontrarse con Venezuela (se fue a vivir hace cuatro años a Oviedo, España) y obtener con “Laponia” tan buenos resultados, pues no han hecho más que consolidar su arraigo en nuestro país. Así lo expresó en la conversación que sostuvo con nosotros desde su residencia en la capital de Asturias.

Hoy Basilio Álvarez vive en Oviedo, España, pero «va y viene» a Venezuela.

Matemáticas, teatro y vida

-¿Cómo transitas desde una ciencia formal como las matemáticas a recrear otras vidas a través de las artes escénicas como actor y director, que inclusive has llegado a compartir simultáneamente?

-Isaac Chocrón, siempre me decía que las matemáticas me iban a ayudar mucho en el oficio teatral, como a él lo había ayudado ser economista. Siempre nos reíamos sobre eso, ya que todos sabemos que en el teatro la economía y el uso adecuado de los recursos es imprescindible, sobre todo en lo que significa realizar la producción de un espectáculo. Pero para mí principalmente las matemáticas y el teatro tienen un punto común en mi vida y es la docencia. Ambas las comencé en el campo educativo en el Colegio Champagnat, donde nacieron Skena, mi amor por el teatro y mi vocación como educador.

-¿Qué te proporcionan ambas disciplinas y qué significado han tenido en tu vida?

-Ambas ocurren en el mundo de la imaginación. Un pensamiento matemático trabaja con entes que no existen en la realidad, como son los números y la relación entre ellos, pero esos números sirven para solucionar problemas de la vida diaria. Los personajes son algo parecido, no existen en la realidad, son manchas de tinta escritas en un papel, pero que se materializarán en el cuerpo de los actores, sumando, restando, dividiendo o multiplicando cantidad de acciones, vínculos y relaciones para hacer de la palabra escrita una verdad.

-¿Y cómo surge tu vocación docente a través de tu grupo Skena, que más allá de la capacitación profesional también estimula el crecimiento de sus integrantes como ciudadanos sensibles y comprometidos socialmente?

-Creo que mi formación en el Colegio Champagnat de los hermanos maristas fue fundamental para ello, ya que Marcelino Champagnat (Fundador de los maristas) fue un educador nato, que durante la revolución francesa hizo su propia revolución educando a todos los niños que durante el conflicto quedaron huérfanos y sin familia. Uno de sus principios es “para educar un niño hay que amarlo” y en el teatro yo no puedo comenzar ni desarrollar un proyecto sin intentar por lo menos generar un acto de amor que nos guíe en ese proceso. Luego tuve la suerte de formarme con grandes hombres de teatro, que no sólo fueron directores y actores, sino grandes maestros a los que siempre he tratado de hacerles honor, como fueron Levy Rossell, Enrique Porte, Juan Carlos Gené, Ricardo Lombardi, Verónica Oddó, Alberto Isola y Ugo Ulive, entre muchos más.

Un ser vivo llamado teatro

-Estás considerado un referente en el teatro venezolano como actor y director, ¿cómo asumes ese compromiso?

-Si es así, pues lo asumo de la misma manera que si no lo fuera: con mucha responsabilidad y respeto, aceptando mis aciertos, pero también mis errores. Porque en esta celebración de la vida que es el teatro se va con la fortuna que se tenga, pero también con nuestras miserias, lo más transparente posible. El teatro es un ser vivo que no tiene cuerpo físico, pero sí una energía que agrupa los sueños, anhelos, trabajo y entrega desinteresada de muchísima gente que merecen admiración y respeto. Por todos ellos, uno debería tratar de hacer este oficio lo mejor posible.

-¿Qué gratificaciones te han brindado tus 43 años de experiencia profesional?

-Entre muchas más, tener por momentos la satisfacción de encontrarle un poco de sentido a lo que uno supuestamente vino a hacer a este lugar llamado vida.

-¿En ese recorrido has sorteado muchos o pocos obstáculos?

-No han sido muchos y he tenido suerte en eso. Me ha ayudado bastante elegir y ser elegido por personas muy valiosas en ese recorrido. Pero más que obstáculos, reconozco que he tenido muchas bendiciones y varios ángeles de la guarda, estilo “cheerleaders”, que me han acompañado y brindado el ánimo necesario para seguir.

Con Jorge Palacios, otro referente de la actuación y el teatro en Venezuela, en «El Enemigo del Pueblo». Foto: Skena.

“He tenido mucha suerte…”

-¿Vivir fuera de tu país te ha proporcionado un panorama más certero de su realidad?

-Vivir fuera de mi país me ha proporcionado un poco de más claridad en esta relación amor-odio con el teatro. Primero, admirar a todos los que en mí país lo siguen haciendo por encima de todas las dificultades. Y segundo, porque me ha hecho sentir todo lo que lo necesito, por todo el bien que se puede generar haciéndolo.

-¿Cuáles han sido tus trabajados actorales más satisfactorios?

-Todos han sido muy satisfactorios. He tenido la suerte de recibir en mi cuerpo a maravillosos “imaginarios”, como Gogo de “Esperando a Godot”, Iván en “Art”, Benito en “La cena de los idiotas”, El Dr. Stockmann de “Enemigo del pueblo”, Mr. Celofán en “Chicago”, Rothko en “Rojo”, Paulino en “Ay Carmela”, el profesor de “La Ola”, Plácido en “El día que me quieras”, Hamlet y tantos otros… He tenido mucha suerte, la verdad.

Basilio Álvarez con Tania Sarabia en «¡Ay Carmela!». Foto: Trasnocho Cultural.

-¿Y como director?

-Como director también hay muchas satisfacciones, sobre todo en los talleres de formación. Pero los dos últimos trabajos que hice, “La ternura” y “Laponia”, han sido muy especiales, al ser un reencuentro con el oficio después de cuatro años alejado de él, por haber emigrado de mi país. Probarme a mí mismo que todavía hay energía creativa para dar vida a un texto y guiar un barco a algún puerto.

-¿Qué no se puede permitir alguien que dedique su vida al teatro?

-¡Uff! Muchas cosas, pero quizás la principal sería engañarse a sí mismo.

“Laponia” o la felicidad de la creación

-¿Qué elementos valoras en una obra de teatro a la hora de decidir participar en ella como actor o director?

-Tener el presentimiento de que los que la haremos seremos muy felices haciéndola y por eso, quizás… los que la vean también.

-¿Qué importancia tienen para tí los premios a tu labor?

-Depende del premio, claro. Pero en general los siento como “una palmada en la espalda”. Una palmada suele ser agradable, pero depende de quién te la de.

-¿Puedes hablarnos de tu más reciente experiencia en “Laponia” como director?

-Ha sido mi reencuentro con la alegría del oficio y la felicidad de la compañía en la creación. Es un regalo que el teatro me ha dado para recordarme que no tiene ningún sentido lograr un resultado exterior en un trabajo si no hubo logros interiores al hacerlo. Eso se lo debo a cada uno de los que formaron parte de este proyecto.

-¿Por qué decidiste llevar esta obra a escena?

-Porque sentía que era una obra que le decía mucho al público que fuera a verla, sea cual fuera su formación, sensibilidad o experiencia. Que es una obra que cada espectador puede leer para sí mismo de una forma diferente y personal. Y que tenía unos personajes que podrían revelarle muchas cosas a los actores que la hicieran.

Basilio Álvarez, flanqueado por el elenco de «Laponia». Foto: Skena-

-¿Qué puedes decirnos del grupo de actores que escogiste para hacerla?

-No tengo palabras para describirlos. Y tardaría mucho haciéndolo, porque cada uno es totalmente diferente al otro, pero cada quien a su manera ama este oficio y eso es lo más importante. Elijo a los actores, además de por su talento, por supuesto, por lo importante que puedo creer que sea el personaje para ese actor o esa actriz. Me apasiona, no solo saber lo que “ese” actor puede hacer con el personaje, sino también lo que “el personaje” puede llegar a hacer en ese actor. Y luego me quedo con lo que dice Ariane Mnouchkine, la gran directora del Théâtre du Soleil, que cuando elige un elenco se hace esta pregunta: “¿Si me quedara en una isla desierta varada con este grupo de actores o atrapada por tres días en un hotel por una pandemia? ¿Sería un tormento? o ¿Sería feliz?”. Sin duda que con estos laponeses (Patty Oliveros, Nerea Fernández, Sócrates Serrano y Marcos Moreno) ambas situaciones serían muy divertidas y la pasaría ¡bomba!, como dicen aquí en España.

Referentes fundamentales

-¿Cuáles han sido tus referentes fundamentales en tu formación como actor, director y dramaturgo?

-Son muchos, pero tomaré en cuenta uno en cada renglón para darle su lugar y honor:

-Como actor, mi maestra Verónica Oddó, por enseñarme que con lo más escondido y secreto que uno tiene es con lo que hay que jugar.

-Como director, Juan Carlos Gené, por enseñarme que el mapa no es el territorio, pero no se puede hacer un viaje sin mapa, pero tampoco ignorando el territorio.

-Y como dramaturgo, José Ignacio Cabrujas, por mostrarme que la poesía surge de lo cotidiano.

-¿Es distinto actuar o dirigir una obra propia que una de otro autor?

-Por supuesto. La propia la tienes supuestamente más clara porque tienes una conciencia de lo que querías cuando la escribiste; pero ojo, no por eso será más sencilla ponerla en pie. Y la de otro autor tiene la fascinación de querer descubrirla, saber de ella, investigarla, dejar que te posea, que se adueñe de tí.

“El compromiso siempre es el mismo”

-¿Qué hace la diferencia entre actuar para cine, teatro y televisión?

-Tengo muy poca experiencia tanto en cine como en televisión. El teatro es lo que la vida me ha brindado y lo que más le he pedido a la vida. Lo único que puedo decir al compararlas, es que en el teatro puedes jugar más a no ser visto y ver. A distanciarte más de todo y “ser”. Admiro en los actores de cine y TV, cómo en medio de tanta complejidad técnica, corotero y personas, logran “ser”.

-¿Cuál de estas facetas te exige mayor nivel de compromiso?

-El compromiso siempre es el mismo: Tratar de lograr “ser”.

-¿Proyectos de cara al futuro?

-Mover “Laponia” por el país y lograr a final de año reponer, tanto “Laponia” como “La ternura”. Son dos trabajos de los que me siento muy orgulloso de formar parte de ellos.

-¿Lo mejor que se ha dicho de ti?

-Mi padre dijo una vez, cuando me dieron el premio Fernando Gómez, que ese premio era porque lo que había logrado lo había hecho “sin meterme con nadie ni hacerle daño a nadie”. No creo que sea verdad, pero oírlo en boca de mi padre siento que es lo mejor que me han dicho.

-¿Y lo peor?

“Sólo te quieres a tí mismo”. Me lo dijeron hace muchos años y me dejó en el sitio. Pensé: ¡Coño, puede ser!

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