Espectáculos

Three Billboards Outside Ebbing, Missouri: La importancia de los muertos

Quería, antes de comenzar a hablar de uno de los films más sonados de esta temporada de premios, sobre lo que será (y quizás no será) esta columna que estaré llevando durante los jueves. Primero, se llamará El Fantasma, tomando como referencia y gran inspiración el texto de Gilberto Perez que tanto me ha enseñado durante el último año.

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Y como lo hace Perez, quien abre el libro contando sobre su experiencia cinéfila en La Habana, acá habrá muchísimo de mi experiencia cinéfila. Del ir al cine, de discutir las películas del momento, de los clásicos, de lo que se consigue en torrents y links pirateados que envían los amigos y, ojalá, de la visita a festivales.

“La imagen viva es también la imagen fantasmagórica”. Y lo vivo alberga lo que se desaparece, lo que se esfuma (de esto va muchísimo el film sobre el que les hablaré). La “realidad” a la que siempre nos somete el film, no siempre es eso. No siempre es la realidad, lo que sea que eso es. Y tampoco desaparece, como de nuevo dice Perez, en lo abstracto. Todo esto lo dice Gilberto en su libro, y mi idea es la de escribir sobre el cine desde esta perspectiva fantasmagórica. Jugar con los films, y ponerlos en una posición de absoluta experimentación, sea cual sea la película. Usar al film como un vehículo para ver y explorar.

Desde que vi el primer minuto de la peli, supe que habría grandes diferencias de opinión, sobre todo cuando se le mira a sus personajes. No he visto el resto de las películas de Martin McDonagh, que a parte de haber escrito y dirigido este film, también escribió y dirigió Seven Psychopaths (2012), en donde ya se nota, simplemente al ver el reparto, en su interés por trabajar con actores de renombre.

Sin ver más allá, Three Billboards Outside Ebbing, Missouri es un film sobre personajes, también. Más que cualquier otra cosa, y que varios de ellos entran en el renglón de lo grotesco, para disgusto y preocupación de muchos. Para empezar, Three Billboards cuenta el relato de Mildred, interpretada por Frances McDormand, una mujer bastante obstinada por cómo se ha llevado la justicia en su pueblo luego de que su hija fuera violada y asesinada. Acá entra el poderosísimo hecho de nombrar al film Three Billboards Outside Ebbing, Missouri. La herramienta indica este hecho: Mildred, a modo de venganza y búsqueda de justicia, alquila tres viejos anuncios en las afueras del pueblo para llamar la atención del jefe de las autoridades, Willoughby. Este es el principal vehículo del relato, y nos llevará de forma directa a cada uno de los incidentes que suceden en el pueblo.

¿Pero qué más posibilita esta titulación del film?

Es interesante que el film se llame de esta forma, pero que a la vez su relación directa con lo más importante de la peli, sus personajes, no tengan demasiado que ver. Sin embargo, se relacionan, así sea de forma fantasmagórica. El film, entonces, puede digerirse desde dos perspectivas (o más, pero hablemos de estas dos): desde la justicia que promueven los anuncios de Mildred, y que pone en alerta y angustia a casi todo el pueblo, incluído a Willoughby y a su fiel asistente Dixon, interpretado impecablemente por Sam Rockwell. Y acá es cuando la ambivalencia del título entra en juego con la ambivalencia moral de los personajes. El innegable sufrimiento interno está allí en el personaje de Dixon, quien es el que despierta la mayoría de las mortificaciones en general, y que hace problemático el hecho de que, por lo menos hasta ahora, se premie a Sam Rockwell por la interpretación de un policía racista y abusivo que, sin ánimos de spoilear a nadie, digamos que da un giro, como menos, forzado hacia el final del film. Esta no es mi opinión, sino la de muchos amigos que leo y muchos críticos que ya han hablado sobre el film.

Creo que la película no da para un viaje de redención, ni para Mildred, ni para Dixon o ninguno de los personajes en el film. Más bien cabe ver la posibilidad de la ambivalencia en estos personajes. McDonagh no intenta, desde ningún lugar, embellecer nada de lo que sucede en cada escena. Y más allá de la bonita música, o de las grandes dosis (a mi parecer) de comedia inherente en cada línea del film, la moralidad compleja de Dixon o Mildred nunca es puesta en duda sino hasta el final, en donde se deja entrever una posible resolución a los conflictos de Mildred con la policía, y de Dixon con su accionar. Hay un entendimiento de los dos mundos internos, hay la posibilidad de cambio y, más importante, la intención. Pero Three Billboards no nos dice absolutamente nada.

Hay un único hecho que al final los une, y que es lo que quizás pueda dar rienda suelta a un cambio en ellos. No es la redención a través de sus buenos actos, sino quizás la presencia del muerto. Y nos deja pensar sobre la ambivalencia de lo grotesco, de la disrupción de nociones moralistas. McDonagh no tiene como intención buscar una ruptura de las reglas, sino más bien deja que sus personajes fluyan con cómo son. Dixon toma la decisión, no por los letreros o por Mildred o por el terrible accidente, sino por el legado de un muerto. Otro muerto. En este caso, no el de la hija de Mildred, sino el de su jefe, Willoughby.

Son ideas muy alejadas de sí mismas, esta del título del film, de la muerte, de la ambivalencia y de los carteles. Sin embargo, en lo que a descifrar el actuar humano se refiere, Three Billboards es un film que lo hace muy bien, y muy arriesgadamente. Pero esta también será la idea de estos textos. Quizás arriesgarnos a algo.

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