Espectáculos

César González, "El amigo de todos", priorizó a la familia sobre el espectáculo

El recién fallecido “Amigo de todos”, apelativo como se le conoció durante su larga carrera de 40 años como conductor de programas muy populares para grandes audiencias, estimaba la televisión por su posibilidad de conectarse con la gente, pero evadía su poder como industria. El hogar y su familia ocupaban sus prioridades

Publicidad

La madrugada de este miércoles 26 de junio el animador venezolano César González, conocido como “El amigo de todos”, falleció a los 91 años de edad en Dallas, Texas, Estados Unidos, donde residía. Al momento de su deceso, estuvo en compañía de tres de sus ocho hijos y de su esposa, Auda Olivieri Betancourt.

Inició su carrera hace casi 40 años en Radio Caracas Televisión y después pasó a trabajar en los espacios deportivos de CVTV, o Cadena Venezolana de Televisión, que era como se llamaba entonces el Canal 8, cuando era una planta privada propiedad del grupo Vollmer. Luego se uniría a la plantilla de Venevisión. En todas estas empresas se desempeñó como comentarista en transmisiones de beisbol y boxeo, alternando con figuras de la narración deportiva como Delio Amado León, Herman “Chiquitín” Ettedgui y Gonzalo López Silvero, entre otros.

Inició su carrera en RCTV

Posteriormente, vía el Canal de La Colina, incursiona como animador en el campo del entretenimiento televisivo para audiencias populares, en los programas Gane con Venevisión, El ciclón del dinero, La caravana del dinero y muy especialmente en varios segmentos del maratónico Sábado Sensacional, primero con Amador Bendayán y posteriormente con Gilberto Correa. También fue imagen y presentador de los sorteos de la Lotería del Zulia, con el Loto Quiz, y después en la Lotería del Táchira, con el Kino.

Un hombre de hogar

Con todo este bagaje, que conformó su exitosa y dilatada trayectoria de cuatro décadas en radio y TV, se podría pensar que la actividad mediática de César Gonzaléz estuvo entregada predominantemente a su profesión. Pero no fue así. Su familia se centró como su principal foco de atención e interés. Casado con su novia de siempre, procrearon ocho hijos y con ellos cimentaron un hogar sustentado en unos vínculos tan entrañables y sólidos, que se extendieron al resto de su parentela.

Así lo revela para El Estímulo Verónica González Kompalic, una de sus nietas, quien en conversación telefónica desde Los Ángeles, donde reside, dio detalles de la entrega que durante toda su vida, su abuelo, quien fuera conocido con el apelativo de “El amigo de todos” en su rol de popular figura pública, le dedicó a su entorno familiar con devota persistencia.

“Siempre mantuvo buenas relaciones con sus compañeros, se llevaba bien con todo el mundo, pero asumió su carrera de una manera muy diferente a lo habitual, a lo que era la norma en la televisión venezolana en la época, pues sobre su trabajo a lo que le concedía primordial importancia era a la familia. Por ello, no cultivó grandes amistades en el medio, pues en su esfera de relaciones destacaban, por encima de todo, sus afectos familiares”.

«Hizo su carrera con el apoyo de mi abuela y de su familia, sin otras conexiones», reitera Verónica. «Siempre he tenido mucho respeto por las cosas que logró laboralmente, pero una vez que las obtuvo, la familia continuó siendo siempre lo principal para él, su auténtica razón de ser. Era generoso con nosotros, con todos sus hijos, así como también con sus nietos. Desde que se fue de Venezuela en 2007, dedicó sus últimos años a descansar y verlos crecer. Para mí era un deleite escuchar sus historias profesionales, llenas de anécdotas y ocurrencias».

Plácido retiro

César González se retiró de la televisión a mediados de la década del 2000, pero hizo radio hasta que se fue del país en 2007, rumbo a Estados Unidos.

-Para él lo primordial era tener un hogar y su familia y por ello, cuando lo creyó oportuno, decidió enfocarse aún más en eso y con mi abuela se va del país. La televisión, más allá de su relación con su público y su equipo de producción, no fue algo que le llamara especialmente la atención, por eso se retiró y se dedicó el resto de los años a estar con nosotros.

-¿Cómo fueron esos primeros años de retiro fuera de Venezuela?

-Uno de sus hijos es un doctor que ha vivido en diferentes partes del mundo y con él, mi abuela y mi tía estuvo en Suráfrica, en Brasil y otros países. En los últimos años, en que ha estado más estático, se quedó con ellos todo el tiempo en Texas. Allí estuvo con sus nietos. Y viendo mucho boxeo y beisbol, deportes que lo apasionaban como espectador. La idea de una unión familiar siempre fue muy importante para él y con mi abuela, su amor de toda la vida, consiguió mantenerla.

-¿Cómo armonizaba en Venezuela su vida en familia con su trabajo en radio y televisión

-Cuando su carrera en televisión comenzó a tener un cierto cuerpo, tomó la decisión de no mudarse a Caracas, sino quedarse cerca de La Victoria, donde vivían en aquel momento. Entonces decidieron mudarse a San Antonio de los Altos.

-¿Por qué no vivir en Caracas?

-La razón es que ellos querían tener una vida que fuera familiera y sentían que si estaban metidos en Caracas, en la ciudad, la industria de la TV lo iba a estar distrayendo. Ellos tienen ocho hijos; o sea, que yo tengo un pocotón de primos. Y todos vivíamos viajando juntos cuando podíamos. Una Navidad mi abuelo alquiló un autobús, con el que recorrimos la mitad de Venezuela, parándonos en cada punto donde había familia para recoger a todo del mundo y terminamos en Mérida pasando año nuevo. Era alguien muy enfocado en cómo hacer actividades todos juntos.

Estaba más inmerso en su familia que en la televisión. Pienso que la televisión, para él, era una especie de conexión con el país y con la gente, pero no con la industria como tal. Por eso a la gente le gustaba tanto y aún lo recuerda, a pesar de que se retiró hace mucho. Yo soy de Barquisimeto y recuerdo, cuando mi abuelo iba a la Divina Pastora, la gente lo rodeaba y eso sí le gustaba, hablar con la gente, hacer reportajes, ese acercamiento le agradaba.

-¿Tuvo amigos, gente cercana, en el mundo de la televisión?

-El fue a los Juegos Olímpicos varias veces, para reseñarlas para Venezuela, pero las historias de él siempre fueron sobre el camarógrafo, el asistente de producción, y en general de su equipo de todos los días.

Historia tras las cámaras

-¿Privilegiaba al equipo de producción más que a los protagonistas en la pantalla?

-Él respetaba mucho a Amador (Bendayán), pero su enfoque siempre fue la gente que lo acompañó en su trabajo. Inclusive, en sus últimas semanas, cuando le preguntábamos sobre esos años, algo que nos encantaba, se acordaba de esas historias, de cómo los productores trabajaban con él detrás de escena y las cosas que tuvieron que hacer para que el show saliera. Sus amistades importantes en el medio eran precisamente esos compañeros de trabajo tras las cámaras.

-¿Algún otro vínculo importante?

-Yo diría que su vínculo mayor era con La Victoria, con la gente del pueblo de mi abuela. Había nacido en Maracay, pero su arraigo fue con La Victoria. Después, en San Antonio de los Altos, construyó una casa, donde crió a sus hijos, que se llamaba La Rosaleda. Su sueño cumplido fue el de haber sido alguien que, viniendo de una situación económica nada fácil, poder construir algo donde siempre hubiese un lugar en el que estar. El había nacido en Maracay, se mudó a La Victoria, donde conoce a mi abuela y luego se mudan a esa casa en San Antonio, donde crecieron mis tíos.

-¿Y esa casa sigue siendo suya?

-Ya no.

-¿Qué recordaba especialmente en las historias que les contaba de esos años como hombre público en televisión y radio?

-Le gustaba mucho recordar los segmentos de exteriores que hacía, creo que en Buenos días Venezuela, en los que viajaba mucho y pudo conocer a muchas personas, entre ellas a las que tenían una posada llamada Mifafí en Mérida, por el páramo, que siempre visitaba cuando pasaba por la zona. Tenía vínculos con personas que conocía haciendo sus reportajes. Mi abuelo era muy de pueblo, como su familia. Era muy humilde y logró lo que obtuvo por cuenta propia, con mucho esfuerzo.

-¿Tenía algún pasatiempo en especial?

-El boxeo (ríe), como espectador: ver boxeo y hablar de boxeo.

-¿Se contagiaron ustedes con esa afición o no tanto?

-Su hija y su hijo sí, cien por ciento.

-¿Qué era lo que más te identificaba con tu abuelo?

-Todos los nietos tuvimos una relación muy cercana con él. Yo no pude llegar a tiempo a su fallecimiento, pero varios de mis primos y mis hermanos sí pudieron y él estuvo acompañado de varios de ellos hasta el final. Pero yo había pasado toda la semana anterior acompañándolo. Siempre le gustaba darnos cosas. Tenía un eslogan, que no sé dónde lo sacó, que era “800 Abuelo”. Y entonces, cada vez que tus papás no te daban algo, recurríamos a esa señal y él nos auxiliaba.

Pasó sus últimos años en Texas con sus hijos y viendo crecer a sus nietos

Preocupado por Venezuela

-Ese apelativo que tenía de “El amigo de todos”, de dónde surgió?

-Él tenía dos historias, aunque creo que hay varias al respecto, pues hay gente que cuenta otras. Una de ellas es que una vez hubo una división entre Rctv y Venevisión por cuestiones de rating y, él fue la única persona que mantuvo las amistades en ambos lados y supo navegar esas aguas. Era más de resolver problemas que de crearlos. Y la otra historia, que es la que a mi juicio es la correcta, es que a él lo que le gustaba era relacionarse con personas y veía su carrera periodística y de hacer reportajes como una forma de conectarse con la gente, sin ajustarse a veces a la norma, algo rígida, utilizada para hacer televisión en esa época.

-¿Recordaba estas historias con lucidez?

-Sí, hasta sus últimos días.

-¿Esperaban ustedes la noticia de que iba a fallecer?

-Sí, teníamos unos meses preparándonos.

-¿Sentía tu abuelo nostalgia por Venezuela? ¿Qué pensaba de la situación del país?

-Estaba obviamente muy preocupado, muy dolido por la división familiar que ha originado esa situación. Por el lado de mi papá, somos una familia  arraigada al país por muchas generaciones, en La Victoria y en Aragua en general. La idea de haber construido La Rosaleda en su momento, era tener un lugar donde todo el mundo venía a reunirse. Todas las navidades nos íbamos allí. Mi abuelo inventaba formas creativas de meter la mayor cantidad de camas posibles y éramos hasta 50 o más personas quedándose ahí. Para él era muy importante darnos eso, tener esa protección. Yo creo que el hecho de que las familias se hayan desperdigado por una cuestión política fue difícil. Y no solo para mis abuelos, sino que a todos los venezolanos también nos afecta ese peso.

Boxeo, beisbol y boleros

-¿Llegó a hablarles de su etapa como animador del Kino, el juego de azar que en su momento era el más popular de Venezuela?´

-A él le encantaba la idea de estar en un programa, donde aparte de regalarle cosas a la gente, tenía un contacto muy cercano con su audiencia. Creo que por eso también lo sentían un poco como “el amigo de todos”. Sus programas, además de ser muy populares, siempre eran algo celebratorio, le encantaba presentar y animar.

También hablaba mucho de su época de locutor, que fue muy importante para él. Fue locutor de boxeo y beisbol en radio y televisión, así comenzó su carrera de presentador y la recordaba muy específicamente. Valoraba mucho  esos inicios, que fueron los que generaron la popularidad que obtuvo después.

-¿Entre esas cosas que hacía, tenía una preferencia especial por alguna?

-Él amaba su trabajo y las historias que le fascinaba contar siempre eran cuando estaba con su equipo de producción haciendo algo y conectándose con el público. Las historias que contaba no eran cuando él estaba frente a la pantalla, generalmente eran historias donde estaba produciendo. Recordaba más el tras las cámaras que frente a ellas.

-¿Tenía tu abuelo sentido del humor? ¿Era divertido, chistoso?

-Tenía mucho sentido del humor, era muy pícaro, muy chistoso. Pero también era alguien de mucha dignidad e integridad, siempre pendiente de cómo tratar a la gente y cómo ser tratado. También insistía en que en la época de sus inicios, cuando tenía que transmitir algún partido por radio, cuando estos eventos no eran muy frecuentes en la televisión, su sentido de la responsabilidad era patente, preocupado en trasladarle a los oyentes, lo más exactamente posible, lo que estaba pasando en el campo, para reflejarlo fielmente, ya que no podían verlo sino escucharlo.

Él tenía un programa de radio y cada vez que nosotros manejábamos de Barquisimeto a San Antonio a visitarlo, lo escuchábamos y siempre nos saludaba: “¡Y ahí vienen los González Kompalic!”, decía divertido. Tenía muchas historias, obviamente las más icónicas eran las de Sábado Sensacional, como cuando Travolta bailó joropo y cosas así. Era muy coloquial narrando esas historias y por eso resultaban más divertidas.

-¿Aparte del deporte tenía alguna otra afición especial?

-Le encantaba la música.

-¿Qué tipo de música?

-Los boleros. Cometí el error de darle mi Spotify el último año y cambió sustancialmente mi playlist. Le gustaba la música romántica, el son cubano, los boleros venezolanos como Desesperanza y ese tipo de canciones. Le gustaba mucho José José y últimamente Ricardo Montaner.

-¿Cuánto tiempo estuvo casado con tu abuela?

-Toda la vida. Siempre fue su gran amor. Lo único que hemos hecho los últimos días es contar sus historias y recordarlo. Y vamos a continuar haciéndolo la próxima semana en su funeral en Texas, que no sabemos exactamente cuándo será, porque apenas comenzamos a hacer los arreglos.

-¿Cuál piensas que fue el principal legado que les dejó?

-Nos enseñó la importancia de construir algo, de tener algo que sea de uno mismo, bien sea un lugar o un espacio. Mi abuelo demostró con su vida que eso es posible y lo mantuvo hasta el final. También apelaba a la unión familiar como un valor fundamental.

Publicidad
Publicidad