El cierre del establecimiento de MSF es un duro golpe para la población civil de Kunduz, que sufre las consecuencias de los combates entre el ejército afgano y los rebeldes talibanes, que se disputan el control de esa gran ciudad del norte de Afganistán. El hospital era el único capaz de tratar a los heridos graves en la región.
«El hospital de MSF ya no está en estado de funcionar. Los pacientes que se encuentran en un estado crítico han sido transferidos hacia otros establecimientos médicos. Ya no trabaja ningún empleado de MSF en el hospital», declaró Kate Stegeman, portavoz de la ONG.
«En estos momentos, no puede decirles si el centro de traumatología de Kunduz volverá a abrir o no», añadió.
Este domingo el director general de MSF, Christopher Stokes, pidió «una investigación exhaustiva y transparente» de un organismo internacional independiente.
Según el director de operaciones de la oenegé, Bart Janssens, los bombardeos continuaron «durante más de 45 minutos» después de que MSF indicara a los ejércitos afgano y estadounidense que su establecimiento había sido alcanzado por los primeros proyectiles.
Janssens explicó, además, que había transmitido las coordenadas GPS de su hospital a «todas las partes» implicadas en el conflicto. «Los impactos estaban muy localizados, todos en el mismo edificio. El avión se fue y volvió para provocar una nueva serie de impactos, exactamente en el mismo edificio», dijo.
En el momento del bombardeo, más de 100 pacientes y 80 miembros del personal, afganos y extranjeros, estaban en el hospital.
Daños colaterales
El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, presentó sus «profundas condolencias», tras el ataque del sábado en el que fallecieron 12 empleados de MSF y siete pacientes, entre ellos tres niños; pero afirmó que esperará los resultados de la investigación «antes de tener un juicio definitivo sobre las circunstancias de esta tragedia».
La OTAN, que cuenta con 13.000 soldados en Afganistán, incluidos 10.000 estadounidenses, tildó lo ocurrido de «daños colaterales» que podrían haber sido provocado por un bombardeo de la aviación estadounidense, que apuntaba a insurgentes talibanes.
El ejército afgano lanzó el pasado martes una ofensiva contra los talibanes que habían conquistado Kunduz (noreste) el lunes.
El Alto Comisionado de Derechos Humanos de la ONU, Zeid Ra’ad Al Husein, pidió una completa y transparente investigación del ataque y dijo que, si la justicia cree que fue deliberado, el bombardeo podría ser considerado como «crimen de guerra».
MSF también mostró su cólera ante el suceso y exigió que se esclarecieran rápidamente las circunstancias del ataque. Su presidenta, Meinie Nicolai, se negó a que la expresión «daños colaterales» se utilice para referirse a esa «tragedia».
Según un responsable estadounidense, la investigación estudiará el papel de un avión AC-130, un aparato derivado del avión de transporte C-130, equipado con varios cañones para realizar operaciones de apoyo a las fuerzas terrestres.
La operación apuntaba seguramente a «terroristas armas que atacaron el hospital de MSF y lo utilizaron como base para atacar a las fuerzas afganas y a los civiles», declaró el ministerio afgano de Defensa.
‘Ningún disparo’
Los ataques aéreos de la OTAN suscitan controversia por los «daños colaterales» que provocan, pero resultaron ser una ayuda clave para el ejército afgano en su contraofensiva en Kunduz.
Los talibanes consiguieron tomar la ciudad en apenas unas horas el lunes, logrando su mayor victoria desde la caída de su régimen en 2001.
Las fuerzas de seguridad mostraron una vez más las dificultades que tienen para contener a los combatientes islamistas.
Este domingo, tras seis días de combates, la calma parecía haber vuelto a la ciudad «libre de talibanes», según Sayed Sarwar Husaini, el portavoz de la policía provincial.
«Desde anoche (sábado), no hemos oído ningún disparo, ninguna explosión», contó, por su parte, Shir Alam, un comerciante de Kunduz.