«¿Se puede renunciar a la propia cultura para no ofender a nuestro huésped», esta es la pregunta que campea hoy en la prensa y entre la opinión publica italiana después de la decisión de ocultar tras paneles de madera blanca algunas de las estatuas de la época romana y helenística de los Museos Capitolinos durante la visita de Rohani.
En la rueda de prensa de hoy cómo conclusión de su visita, el presidente iraní afirmó que la polémica que ha estallado por las estatuas tapadas «es un caso sólo periodístico» y aseguró que él no pidió nada.
Eso sí, destacó que los italianos «son un pueblo muy hospitalario e intentan hacer de todo para que uno se encuentre a gusto», lo que les agradeció.
Por ello, las conclusiones de hoy, salvo excepciones, es que Italia pecó de demasiado celo para no ofender al mandatario, aunque su visita haya dejado al país contratos económicos con empresas italianas por un valor de 17.000 millones de euros.
Una cosa es no servir el vino en las mesas de gala y otra es «renunciar a la identidad cultural», se lee en algunos editoriales de hoy.
Para la mayoría, no se puede mostrar con orgullo el área arqueológica de los Foros Imperiales, con los restos de las columnas que formaron sus fastuosos templos o los arcos del triunfo del que fue el mayor Imperio, y después ocultar las desnudeces de las esculturas romanas iconos de la belleza clásica.
El pasado lunes, el Gobierno de Matteo Renzi había querido presumir del patrimonio de Roma al organizar la comparecencia tras la reunión que mantuvo el primer ministro con Rohani en un lugar insólito hasta ahora respecto a otras visitas de mandatarios: la sala Esedra de los Museos Capitolinos, en vez de el habitual salón de la sede gubernamental.
De esta manera, Rohani podría disfrutar en su apretada agenda de la visión privilegiada de los Foros y de las maravillas del arte clásico y helenístico reunidas en los Museos Capitolinos.
El escenario era perfecto pues la conferencia de prensa sería en la moderna sala Esedra del museo, construida exclusivamente para albergar el original de la gigantesca estatua en bronce, la única ecuestre que ha quedado de la época, del emperador Marco Aurelio y cuya copia se encuentra en la plaza del Campidoglio.
Pero durante los preparativos, los emisarios de la delegación iraní hicieron notar que sería adecuado ocultar algunas esculturas, pues la religión islámica prohíbe la representación del cuerpo desnudo.
Así, las curvas marmóreas de la Venus capitolina, la copia romana de una escultura helenística de la diosa que se intenta cubrir púdicamente con sus manos y atribuida a Praxíteles, quedaron ocultas bajo una caja de madera.
Acabaron tras los contrachapados de madera otras estatuas como la de un Dioniso desnudo, o la Venus Esquillina o los grupos escultóricos que representan un león que muerde un caballo, u otro de dos niñas que juegan.
Ahora nadie quiere tomar la responsabilidad de la decisión de haber cubierto estas bellezas.
El ministro de Cultura, Dario Franceschini, aseguró que ni él ni Renzi habían sido informados de esta decisión, que tachó de «incomprensible».
«Pienso que habría sido fácil encontrar otro modo para respetar la sensibilidad de un invitado extranjero, que es algo importante, pero sin la decisión incomprensible de cubrir las estatuas», afirmó hoy Franceschini.
Como conclusión de la visita, el ministro de Cultura italiano se encargó personalmente de acompañar a Rohani a la visita al Coliseo romano, donde se puede imaginar lo que llegó a ser el Imperio romano, pero sin tener que ocultar nada.
Rohani se mostró curioso e hizo muchas preguntas sobre la posible reconstrucción de la arena del anfiteatro Flavio.
«La visita de Rohani se ha caracterizado por el asombro y la curiosidad, como es natural para quien visita por primera vez el interior del Coliseo», explicó Franceschini.