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May y la triste y pírrica victoria conservadora

La primera ministra británica salvó la campaña, pero su objetivo principal de ampliar el número de escaños en el Parlamento para tener más libertad al momento de negociar con la Unión Europea se quedó corto, muy corto.

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Texto: Manuel Tovar @mentetransfuga | Foto: AP

Victoria pírrica, triunfo sin sentido y sin sabor. Theresa May protagoniza un nuevo capítulo del drama británico, que le da una mayoría insuficiente, un gobierno sin capacidad de negociación que augura más inestabilidad en los años por venir y probablemente su dimisión.
Sólo dos años han pasado desde la última elección general, pero hace un año un referéndum decidió la salida del Reino Unido de la Unión Europea que causó la renuncia del primer ministro británico David Cameron y originó el inicio de un periodo turbulento.
Tras el triunfo electoral de este 8 de junio los conservadores se libraron de la derrota, pero no de la parálisis que podría involucrar un brexit duro, una salida inamistosa y no negociada de la Unión Europea.
La primera ministra Theresa May salvó la campaña y el cargo, por ahora, pero su objetivo principal de ampliar el número de escaños en el Parlamento para tener más libertad al momento de negociar con la Unión Europea se quedó corto, muy corto.
Los resultados de los comicios hacen suponer que May renunciaría al cargo si no logra el apoyo necesario de otros partidos que sean sus socios, o si existe la menor sombra de duda sobre su gobierno, que desde ya parte desde una posición muy débil e inestable para ejercer el poder.
En las elecciones se debatieron los 650 escaños en el Parlamento. La primera ministra buscaba el voto de los casi 47 millones de electores para poder aumentar los 330 diputados que tenían los conservadores en la Cámara Baja -326 le daba la mayoría absoluta–, pero solo logró 318 escaños, la mayoría del Parlamento sí, pero una derrota al no alcanzar la mayoría absoluta.
May había dicho que con tan solo perder 6 escaños abandonaría el cargo. En las elecciones de ayer perdió 8 curules y pasó a depender de alianza. Sin embargo, May ya se reunió con la reina Isabel II para pedir conformar el Ejecutivo.
El 18 de abril cuando la líder conservadora convocó a elecciones –algo que el partido Tory le había pedido prácticamente tras la victoria del Brexit– partía con más de 20% de ventaja en los sondeos y buscaba aumentar su mayoría en el Parlamento y así disfrutar del apoyo de su bancada y una mayor capacidad de negociaciones con Bruselas.
Para May, cualquier resultado inferior a esos 330 legisladores, resultaba negativo. Pero sus decisiones poco acertadas, su falta de carisma y tres atentados terroristas en tres meses fueron erosionando el mandato de la primera ministra, que tuvo que enfrentar a un político con maña como es el laborista, Jeremy Corbyn.
El dirigente de izquierda, por su parte, pretendía ampliar los 229 escaños obtenidos en 2015 por su antecesor a la cabeza del laborismo, Ed Miliband. Corbyn, el candidato que vivió dificultades, por no decir un infierno, dentro de su partido al ser cuestionado por sus posiciones bastante a la izquierda incluso para el laborismo, hizo una buena campaña: potenció todos y cada uno de los errores de May, y llevó a su partido a hacer otra vez una minoría fuerte con 261 legisladores, 32 más que hace dos años.
Cuando la primera ministra se negó a participar en los debates organizados para los aspirantes al puesto de premier, Corbyn dijo que un líder debía ser valiente y jamás esconderse a un reto. Además, remató con que el problema del terrorismo no fue la inmigración, sino los recortes al presupuesto de la policía, con los consecuentes despidos de muchos agentes. Esto en clara alusión no sólo al corto mandato de May, sino a su permanencia de seis años (2010-2016) como ministro del Interior.
El último gran atentado terrorista en suelo británico había sido el 7 de julio de 2005. A pesar de la amenaza creciente de los radicalismos yihadistas y de ultraderecha en Europa, Reino Unido había mantenido su paz y tranquilidad. Este año la situación cambió. El 22 de marzo un perpetrador atacó a personas cerca del Parlamento, con un saldo de 5 fallecidos; el 22 de mayo, al término de un concierto de Ariana Grande en Manchester, un suicida se inmoló y con una bomba produjo 22 muertes; y el 3 de junio tres terroristas atropellaron y acuchillaron a otras 5 personas en Londres.
May intentó responder que las negligencias no son tales y que nada la detendrá en proteger a los británicos ante el terror, ni siquiera los derechos humanos: “Si las leyes de derechos humanos nos lo impiden, cambiaremos esas leyes”.
Las propuestas de endurecer las penas de prisión, restringir los movimientos de sospechosos y deportar a los extranjeros, tampoco fueron bien recibidas en especial por los activistas de derechos humanos y le costaron votos en campaña.
Corbyn también fustigó duramente la austeridad y los recortes a la salud que le cuestan en especial a la clase trabajadora.
En mes y medio el laborista avanzó hasta casi lograr un empate técnico y a pesar de no haber triunfado, logró el insospechado resurgimiento del partido. May por su parte se convirtió en la ganadora que más perdió en estas elecciones.
Uno de los ganadores de la noche son los protestantes del ulster norirlandés que pasaron de 8 a 10 escaños y son los llamados a asociarse con el gobierno tory. Sus rivales irlandeses los católicos del Sinn Feinn también aumentaron en tres curules su participación y llegaron a 7 legisladores en Londres.
Los galeses de Plaid Cymru obtuvieron 4 asientos en el Parlamento. El partido populista de derechas UKIP, uno de los mayores instigadores del Brexit, dirigido por Paul Nuttall, perdió aún más que los tories, ya que no obtuvo ninguna curul.
Los otros partidos minoritarios también pretendían aumentar sus espacios en el Parlamento. El Partido Liberal Demócrata, de Tim Farron, aumentó sus legisladores de 9 a 12, tras la debacle sufrida hace dos años, cuando fue duramente castigado por su coalición previa con los conservadores.
El partido independentista escocés SNP acusó un gran golpe en estos comicios. La facción de la ministra principal, Nicola Sturgeon, perdió 21 escaños en el Parlamento de Londres y de 56 legisladores cayó a 35, lo que le resta apoyo para un eventual plebiscito secesionista luego de 2019.
Sin embargo, malas condiciones económicas podrían hacer avanzar el proyecto separatista que lleve a Glasgow a un referéndum que lo reúna con Europa y lo separe de la histórica asociación que se formalizó con Londres en 1707 mediante la firma del Acta de la Unión.
Lo que empezó como un intento de los conservadores de obtener mayor espacio para negociar a sus anchas la salida de Reino Unido con la Unión Europea y un intento de acabar con los laboristas terminó siendo un tiro por la culata, que implica el contragolpe del laborismo a lo interno, un Parlamento débil y negociado con otros partidos para intentar gobernar.
A lo externo será enfrentarse con negociadores en Bruselas que no están dispuestos a dejar pasar fácilmente el abandono de una unidad construida por décadas a pulso y de una sociedad que se rompe por el nacionalismo de un grupo que no comprendió que la identidad británica estaba bien clara y conformada, y no tenía necesidad de cerrarse al mundo.]]>

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