También fue el año en el que volvió a anunciar que no viajará en 2018 a su país, Argentina, a pesar de que muchos lo habían dado ya por hecho.
Mientras mantiene las distancias con su país natal, este año para Jorge Bergoglio ha sido el «más latinoamericano» de su pontificado al haber estado muy presentes las problemáticas del continente, como la situación en Venezuela o últimamente la crisis en Honduras.
Francisco comenzó el año instando a abrir «caminos de diálogo» y «gestos valientes» en Venezuela para que «las consecuencias de la crisis política, social y económica» dejen de pesar «sobre la población civil» al recibir en enero al cuerpo diplomático acreditado ante la Santa Sede.
Después, en junio, recibió al pleno de la Conferencia Episcopal Venezolana, que entregó al papa un informe con los fallecidos durante las protestas y un documento que mostraba las cifras de las crisis humanitaria.
La situación en Venezuela también marcó el viaje del papa a Colombia cuando en el avión en el que viajaba hacia Bogotá deseó que se construyese «diálogo» y se «encontrase una buena estabilidad» y después durante un Ángelus pidió que se rechazase todo tipo de violencia en la vida política en ese país.
El papa, que este año ha reducido sus viajes internacionales con visitas a Fátima y el último a Bangladesh y Birmania, cumplió con la promesa que había hecho de viajar a Colombia cuando los acuerdos de paz estuviesen firmados y consolidados.
Visitó este país del 6 al 10 de septiembre, y allí llevó su petición de que Colombia alcanzase una verdadera reconciliación tras casi 60 años de conflicto.
Por ello, el acto símbolo y más emotivo de este viaje fue el encuentro de oración por la reconciliación nacional que se celebró en Villavicencio con la presencia de grupos de víctimas y de exguerrilleros.
Durante este año, Francisco también expresó su preocupación sobre el estado actual de América Latina en dos libros en los que reitera la necesidad de que el continente vuelva a «perseguir grandes objetivos».
«Urge poder definir y perseguir grandes objetivos nacionales y latinoamericanos, con fuertes consensos y movilizaciones populares, más allá de las ambiciones e intereses mundanos, y lejos de maniqueísmos y exasperaciones, de aventuras peligrosas y explosiones incontrolables», señala en el prólogo del libro «Memoria, coraje y esperanza», escrito por el vicepresidente del Pontificia Comisión para América Latina, Guzmán Carriquiry
En él Francisco muestra su preocupación porque «América Latina estaba concluyendo un ciclo de fuerte crecimiento económico en condiciones internacionales favorables» pero «una gran oleada de depresión provocada por la crisis económica mundial, unida a cadenas de corrupción y violencia, ha marcado una transición hasta el momento actual».
En un libro entrevista con el periodista argentino Hernán Reyes, Francisco lamentaba el «eje de la corrupción» y de la droga que atraviesa el continente.
Latinoamérica «en este momento también es víctima de la cultura monetaria y financiera. La Patria Grande hoy ya no existe con tanta fuerza. Sí, está el Mercosur y continúa la Unasur, pero el continente es en gran parte servidor del sistema internacional monetario (…) Y por eso se desdibuja la integración», confiesa con amargura el pontífice en este volumen.
En ambos libros Francisco expresa una de sus máximas preocupaciones: la destrucción del medioambiente, un problema que en Latinoamérica se hace aún más patente.
Por ello, el pasado 15 de octubre Francisco anunció la celebración en 2019 de un Sínodo extraordinario de obispos para abordar los problemas de la región de la Amazonía, y especialmente de la población indígena.
El papa argentino comenzará también a preparar este Sínodo y afrontando los problemas de ese continente en enero cuando viaje a Perú y Chile y aborde temas como la defensa de los indígenas y de la naturaleza.]]>