«Esto nos ha permitido tener la oportunidad de volver a la normalidad», añadió.
Durante la última semana las fuerzas de seguridad han acometido una serie de operaciones en todo el país a la búsqueda de los responsables de los ataques a tres iglesias y tres hoteles de lujo reivindicados por el Estado islámico.
De acuerdo al balance más reciente de la Policía, en la última semana han sido detenidas casi 150 personas, entre ellos la esposa y la hija del principal organizados de los atentados, identificado como Mohamed Zahran, que se inmoló en las explosiones de uno de los hoteles.
Zahran fue identificado como el líder del National Thowheed Jamath (NTJ) que, junto al Jammiyathul Millathu Ibrahim (JMI), es el movimiento extremista al que las autoridades han atribuido la responsabilidad de la serie de ataques cometidos por al menos nueve suicidas cargados de potentes explosivos.
«Debemos eliminar este extremismo yihadista de inmediato», dijo en la declaración escrita el primer ministro que esta semana reveló que unas 130 vinculadas al Estado Islámico participaron de los ataques.
Wickremesinghe informó además que una cantidad de maestros, cuyo número no precisó, han venido a Sri Lanka para trabajar en centros educativos sin visa de trabajo.
«El Ministerio de Asuntos Musulmanes y el Ministerio de Interior trabajarán para que estas personas sean deportadas. Habrá discusiones con la comunidad musulmana y los ministerios pertinentes sobre las nuevas leyes y reglamentos», indicó.
El primer ministro saludó el apoyo dado por la comunidad musulmana y pidió a los ciudadanos que nadie les haga daño.
Las autoridades trabajarán en coordinación para garantizar que todos los bienes y personas que entran y salen del país, y los movimientos dentro del país se realicen de acuerdo con la ley.
Desde que se cometieron los ataques, la isla ha estado bajo un régimen de excepción con toques de queda nocturnos, pesquisas, y bloqueos para el uso de las redes sociales.
Insulto a la humanidad
El arzobispo de Colombo calificó el domingo de insulto a la humanidad los atentados suicidas perpetrados en Semana Santa contra tres iglesias y tres hoteles de lujo, en un momento en el que persiste la tensión en la isla una semana después del drama.
El líder de los católicos de Sri Lanka, monseñor Malcolm Ranjith, celebró una misa privada retransmitida en directo por televisión tras la anulación de todos los oficios públicos, debido al temor a nuevos ataques, como los que costaron la vida a 253 personas el pasado 21 de abril.
No obstante, se organizó una vigilia bajo fuerte vigilancia ante la iglesia de San Antonio, en la capital, a las 8:45 am, la hora en la que el edificio fue atacado por un kamikaze, matando decenas de fieles.
Los terroristas se inmolaron en tres hoteles de lujo de Colombo y tres iglesias repletas de personas cuando se celebraba la misa de Pascua: la de San Antonio y otras dos ubicadas en las localidades de Negombo y Batticaloa.
El prelado comenzó la misa en una capilla en su domicilio, en presencia del presidente Maithripala Sirisena y del primer ministro Ranil Wickremesinghe, pidiendo la paz y la unidad en esta nación multiétnica del sur de Asia.
«Lo que ocurrió el domingo pasado es una inmensa tragedia, un insulto a la humanidad», dijo el arzobispo, quien pidió a los fieles mostrar bondad los unos con los otros como muestra de respeto a todas las víctimas de estos atentados, que también dejaron casi 500 heridos.
«Hoy, durante la misa, prestamos atención a la tragedia ocurrida el domingo pasado e intentamos comprender. Rezamos para que quienes perdieron la vida ese día vivan una vida eterna a través del Señor y para que los heridos sanen pronto», continuó.
«De la misma forma, rezamos para que en este país reinen la paz y la coexistencia, la comprensión mutua sin divisiones», añadió.
Las tensiones persisten en esta excolonia británica del subcontinente indio, poblada por unos 21 millones de habitantes mayoritariamente budistas.
«Vengo todos los domingos a esta iglesia», explica Dharshika Fernando, de 19 años de edad, a la vez que retiene sus lágrimas. «Es como si hubieran hecho explotar mi propia casa», confiesa.
El domingo se implementaron importantes medidas de seguridad. Decenas de soldados fueron desplegados en las calles, delante de las mezquitas y las iglesias, marcando el paso de una semana de los atentados.
La reapertura de las escuelas, inicialmente prevista para el lunes, fue aplazada una semana. Igualmente se implantó un toque de queda nocturno.
Un centenar de personas fueron detenidas tras los ataques. Según las autoridades, el país cuenta con unos 140 partidarios del grupo Estado Islámico.
El primer ministro confirmó que kamikazes potenciales se habían suicidado el viernes por la noche en el este del país cuando se encontraron frente a las fuerzas de seguridad. En total, 15 personas murieron en este enfrentamiento, durante el cual tres kamikazes se inmolaron en un escondite yihadista.