El ambiente era tenso en la capital francesa, donde este sábado se llevaron a cabo varias marchas simultáneamente: además de la manifestación por el clima, también tuvo lugar una protesta de los «chalecos amarillos», que critican la política social y fiscal del Gobierno, y otra contra un proyecto de reforma de las jubilaciones.
A primera hora de la tarde, 137 personas habían sido arrestadas y 174, multadas, en las zonas en las que estaba prohibido manifestarse, según la prefectura de la policía.
En este contexto, las oenegés Grenpeace y Youth For Climate, que convocaron la manifestación por el clima, instaron a los manifestantes a abandonar la marcha, a causa de la violencia.
«No asuman ningún riesgo y abandonen la marcha por el clima. No se están dando las condiciones de una manifestación no violenta», tuiteó Greenpeace, denunciando el uso de gases «lacrimógenos contra manifestantes no violentos y familias».
En el bulevar Saint-Michel, en el barrio latino, militantes de extrema izquierda -algunos con la cara tapada- lanzaron objetos contra las fuerzas de seguridad y vandalizaron una sucursal bancaria.
Los gendarmes respondieron a los «Black blocs» con gases lacrimógenos, por lo que parte de los manifestantes tuvo que dar marcha atrás, poco antes de las 13H00 GMT.
Se destrozó mobiliario urbano y se incendiaron papeleras y contenedores, lo que obligó a los bomberos a intervenir.
«Individuos violentos están actuando […]. Apártense de los grupos riesgosos», tuiteó la prefectura.
Los participantes en la marcha por el clima, varios miles, fueron convocados por varias ONG, un día después de una «huelga mundial por el clima» histórica, aunque en Francia el seguimiento de la misma no fuera muy importante. En la capital francesa asistieron a la marcha poco menos de 10.000 personas, según un recuento del gabinete Occurrence para los medios de comunicación.
En otras partes de Francia también se organizaron manifestaciones. En Lyon (centro-este), unas 5.000 personas se congregaron por la mañana en el centro de la ciudad, según la prefectura. «Stop al ecocidio», se leía en la pancarta de los manifestantes.
«Criminales»
Llegada con su hijo Lucien, de 7 años, Noémie Izbicki explicó a la AFP que acudió a la manifestación para que su hijo «tome conciencia del desafío».
Jean-Claude Moralez, un profesor de 65 años, expresó su pesimismo, al subrayar que la situación había alcanzado un punto de no retorno. «Este tipo de manifestación es importante, pero deberían haber tenido lugar hace tiempo».
En París, unos 7.500 miembros de las fuerzas de seguridad fueron movilizados, así como cañones de agua y vehículos blindados de la gendarmería. Desde el viernes por la tarde, se acordonaron barrios enteros del centro de la capital, mientras que policías de uniforme y de civil controlaban y cacheaban a los presentes.
En los Campos Elíseos, donde muchos comercios fueron atacados en anteriores protestas de los «chalecos amarillos», los propietarios protegieron buena parte de las tiendas con tablones de madera.
Por la mañana, la policía llevó a cabo algunos disparos de gases lacrimógenos para dispersar a manifestantes que volcaron papeleras y barreras.
«Nos tratan como a criminales», denunció Brigitte, una activista ecologista.
El sábado tenían lugar, además, las Jornadas del Patrimonio, que cada año atraen a decenas de miles de visitantes.
La tensión no impidió que parisinos y turistas aprovecharan la ocasión para visitar algunos de los lugares más emblemáticos de la capital. Algunos, que habían reservado entrada, pudieron descubrir el Palacio del Elíseo y pasear por su jardines bajo un sol todavía estival.
Como medida de precaución, algunos monumentos estaban cerrados, como el Arco del Triunfo, que sufrió importantes daños en diciembre durante una protesta de los «chalecos amarillos».