Invasión en Ucrania

Mariúpol, la ciudad donde la crueldad rusa se tatúa en los rostros infantiles

"Tenemos niños con lesiones en la cabeza, amputaciones, abdominales perforados y fracturas óseas. La mayoría morirá o quedará incapacitado de por vida", explica el médico jefe del hospital que los atiende. Desde el inicio del conflicto, 121 niños han muerto y hay 167 heridos

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Liz COOKMAN / AFP

En el hospital pediátrico de Zaporiyia, en el sur de Ucrania, Milena, de 13 años, se retuerce de dolor días después de recibir un disparo en el cuello cuando intentaba salir con su familia de Mariúpol, localidad asediada por las tropas rusas.

La bala le dañó la boca, la lengua y varias vértebras, pero esta adolescente de trenzas castañas asegura que se recuperará.

El automóvil en el que huía de Mariúpol, ciudad portuaria del mar de Azov, que sufre el asedio sin tregua de Rusia desde finales de febrero, llevaba la inscripción «niños», como la mayoría de los que intentaban huir de la ciudad, explica su madre.

Pero igual los soldados rusos dispararon contra ellos. Sin embargo, cuando se dieron cuenta de lo que habían hecho, los mismos militares llevaron a Milena al hospital. Nadie más de la familia resultó herido.

Después de varios intentos de evacuación fallidos, miles de vehículos cargados de civiles pudieron finalmente salir hacia Zaporiyia a mediados de marzo. Pero más de 100.000 personas siguen atrapadas en Mariúpol. Viven encerradas en sótanos y privadas de todo mientras en las calles se amontonan los cadáveres.

Se espera que Milena se recupere plenamente, lo que no ocurrirá con muchos otros niños que se encuentran en el hospital pediátrico de Zaporiyia. Situado a unos 250 km al noroeste de Mariúpol, acoge a niños procedentes del este y del sur de Ucrania, las regiones donde los combates son más intensos y donde las fuerzas rusas han progresado más desde el inicio de la invasión el 24 de febrero.

Los enfermeros Dimitri Uzhenko y Aleksandra Seliverstova atienden a Milena, que recibió un balazo en Mariúpol. Foto Emre Caylak / AFP

Vladislav enfrenta a la muerte solo

En la cama junto a la de Milena, Vladislav, de cinco años, está entre la vida y la muerte.  Fue herido en el abdomen cuando su familia huía del avance de las fuerzas rusas hacia su aldea de Polohi, entre Mariúpol y Zaporiyia.

Su pequeño torso se hincha y desinfla con dificultad, ayudado por un respirador artificial. Los médicos temen que no sobreviva. Si lo logra, llevará una bolsa de drenaje toda su vida.

Un autobús de la Cruz Roja apoya en la atención de los niños heridos menos graves. Foto Dmytro Smolienko / Ukrinform / AFP

No hay familiares que cuiden de Vladislav, ya que ellos también resultaron gravemente heridos por balas y son tratados en otro hospital.

Discapacitados de por vida

«Tenemos niños con lesiones en la cabeza, amputaciones, abdominales perforados y fracturas óseas», explica Yuri Borzenko, médico jefe del hospital. «Creo que nadie querría ver lo que nosotros vemos», añade.

Desde el inicio del conflicto, 121 niños han muerto y hay 167 heridos, según el último recuento proporcionado por las autoridades ucranianas.

Por el momento, Zaporiyia sigue siendo relativamente segura. Pero también hay temor por los combates en los alrededores y las explosiones a lo lejos.

Mariúpol
Algunos niños lograron huir de Mariúpol, pero otros centenares no tuvieron tanta suerte. Foto Aleksey Filippov / AFP

En las ventanas del hospital pediátrico se colocaron cintas adhesivas amarillas para evitar que se volaran en caso de explosión cercana. Se apilaron sacos de arena en las esquinas y se instaló un refugio en el sótano con camas de metal donde las madres pueden alimentar a sus bebés.

Los casos más graves fueron retirados de la unidad de cuidados intensivos neonatales y ubicados en el sótano. Esto es porque, en caso de emergencia, no pueden ser trasladados rápidamente.

Misha, neonato víctima de la guerra

Es el caso de Misha, bebé de apenas dos semanas, con la cara y los puños crispados siempre como si fuera a llorar. Nació en Tokmak, al sur de Zaporiyia y ahora controlada por las fuerzas rusas.

Debido a la falta de atención médica, Misha se quedó sin oxígeno en el parto. Tiene problemas respiratorios y lesiones cerebrales que podrían incapacitarlo de por vida.

Ivan Anikin, responsable de la unidad neonatal, explica que el hospital ya acogía a niños heridos desde 2014, debido al conflicto de Donbás. Pero su número aumentó drásticamente desde la invasión y el personal trabaja sin descanso.

Por seguridad, él mismo trae ahora a su hija de 14 años con él al hospital, cuyos pasillos resuenan a veces con los gritos de dolor de los jóvenes pacientes.

La mayoría de los niños que llegan aquí quedarán discapacitados de por vida, afirman los médicos.

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