Salud

La familia D'Amico y su historia de horror, milagro y solidaridad

Andrea, Ericka y la pequeña Francesca viven una historia que los llevó del borde de la muerte hasta la esperanza certera de una recuperación que solo se explica por el amor entre madre y bebé. Aún falta pero, con apoyo de todos, esta familia tendrá un final feliz

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Video: Alejandro Cremades

Andrea y Ericka D’Amico hicieron todo bien. Esperaban a Francesca con un embarazo bien controlado, cumpliendo al pie de la letra las indicaciones médicas. También tenían un buen seguro. Y, cuando en la semana 34 de gestación comenzaron a sentir los síntomas iniciales de covid, consultaron a los especialistas de inmediato, acataron el tratamiento y en cuanto la saturación llegó a 90, volaron a la Policlínica Metropolitana porque sabían que podía ser perjudicial a la bebé.

Pero a veces la vida abofetea de repente y pulveriza los sustentos que se creían tener.

A pesar de estar en la clínica, el estado de salud de Ericka se derrumbó a una velocidad que ni los médicos, que ya tienen más de un año salvando y tratando a pacientes con covid, podían creer. En días, el pulmón izquierdo dejó de funcionar. La saturación bajó incontrolablemente. Y hubo que preparar una cesárea de emergencia, lo que salvó a Francesca, a pesar de que nació con pericarditis, producto del virus, pero sin presencia de covid en su pequeño cuerpecito. Por ello estuvo 8 días en terapia intensiva neonatal.

D'amico
Todas las fotos son cortesía de los hermanos D’Amico

Pero el declive de Ericka continuó irremediablemente. Le dio un paro cardiaco. Su organismo ya no aguantaba más la máquina de ventilación y tuvo que hacérsele una traqueostomía. Y colapsó el pulmón, por lo que hubo de abrirle un hueco en el costado para drenarlo. El equipo médico preparó a la familia para un posible desenlace. Y hablaron de que, en su condición, solo un milagro podía salvarla.

Ese milagro se llama Francesca.

Su padre, Andrea D’Amico, cuenta su historia y apela a la solidaridad de todos para que tenga un final feliz. Porque, por una norma de la Superintendencia, el seguro no puede pagarles todo lo que han gastado y las deudas sobrepasan la capacidad de pago de esta familia, para «toda la vida».

De síntomas leves al horror

Andrea y Ericka D’Amico tienen una empresa de artículos deportivos que se llama Frontino Inc. Ericka es administradora y Andrea gerencia y es entrenador de crossfit.

Ericka, poco antes de contagiarse

El fin de semana entre el 13 y el 16 de septiembre tenían un evento en Maturín y había que llevar una prueba de PCR con resultado negativo. Andrea fue a hacerse la prueba el 10, un poco antes, porque el domingo se había sentido con síntomas de gripe. El resultado fue positivo. Tenía covid.

Los síntomas en Ericka se manifestaron al día siguiente. Se hizo la prueba y resultó positiva.

«Le mandaron un tratamiento para la casa, porque hasta ese momento, era muy leve. Por el embarazo, Ericka solo podía tomar acetaminofén. Pero desde ese martes y hasta el jueves, fue cada vez peor», recuerda Andrea.

Recibieron la visita de médicos del seguro en casa y le colocaron inyecciones que la hicieron sentir mejor… un solo día. El domingo empeoró y la saturación bajó a 90. Fueron enseguida a la clínica.

«Nos preocupaba muchísimo la bebé», dice Andrea. Añade que Ericka, es una persona de por sí nerviosa, y en el embarazo siempre estuvo muy pendiente.

En las pruebas de diagnóstico que le hicieron en la clínica, comprobaron que la bebé estaba bien, y consideraron que el covid de Ericka estaba «de moderado a severo». Calcularon que, en cinco días y con el tratamiento debido, Ericka sería dada de alta. No fue así. Más de un mes después, Ericka sigue en la clínica.

«El jueves se sintió realmente mal. Una enfermera me alertó que pronto harían cesárea porque estaba saturando muy poco y la bebé se ponía en riesgo. Así que, el 24 de octubre, entró de emergencia al quirófano. Yo llegué a tiempo para verla solo cinco minutos antes de la operación», cuenta.

Andrea estaba vacunado con la primera dosis de Sinopharm, pero Ericka no. Investigó y solo encontró estudios que certificaban la seguridad de la vacuna de otras marcas, no de las fabricadas en China. Y le dio miedo. Faltaba tan poco para el parto cuando le tocó su cita de vacunación, que prefirió esperar al nacimiento y luego ponérsela.

La llegada de Francesca

La pequeña nació con un peso adecuado para sus 35 semanas. Pero con pericarditis. Permaneció en terapia neonatal durante ocho días.

Esos días fueron extremos para Andrea. «Por los horarios de visita, llegaba a la clínica un poco antes de las 9 para ver a Francesca. Luego me quedaba el día entero, para hacer todos los turnos de visita de las dos. El último era uno de Ericka, a las 8.30 de la noche», dice.

A su esposa solo podía verla a través de un vidrio. Muchos días estuvo sedada. Al final de la jornada, Andrea salía de la clínica después de las 9 de la noche, tras 12 horas allí. Y así día tras día.

«A veces me quedaba en el carro llorando. No me sentía capaz de manejar. Lograba salir a las 10 u 11 de la noche. Otros días llegaba a la casa y me derrumbaba en la cama. Por supuesto no comía bien. Además, trataba de cumplir con cosas del trabajo pero era imposible».

Andrea, que tiene una alta resistencia corporal por ser entrenador deportivo, cuenta que el agotamiento físico que sentía era extremo. «Mucho peor que el mental».

A Andrea y a Ericka le quedan pocos familiares en Venezuela. En esos días, el apoyo lo daba, sobre todo, la mamá de Ericka. Pero sus amigos e incluso todo el personal de la clínica le ofrecían apoyo y compañía.

«Es increíble pero nos conocen desde la chica del quiosco hasta los médicos. Nos pasaron cosas conmovedoras, que aún me sorprenden cuando las recuerdo», dice.

Bebé en casa, mamá en terapia

Cuando le dieron de alta a la bebé, la rutina cambió aunque no por ello se hizo más suave. Ahora había una recién nacida que cuidar. Pero a Andrea le llegó una ayuda inesperada. Su hermana Úrsula, que vive en México, dejó todo y se vino a apoyarlo.

«Para mí no existe la posibilidad de no estar con mi hermano en estos momentos», dice Úrsula. Y Andrea cuenta: «Mis amigos le contaron a ella la realidad de lo que yo estaba viviendo y a mí me convencieron de que me dejara ayudar. Yo no quería, porque sentía que le iba a arruinar todo lo que ella estaba logrando en México».

Úrsula con su sobrina

La primera semana con Francesca en casa, también contaron con el apoyo de la niñera de Andrea y Úrsula cuando eran pequeños. Se quedó con ellos todos esos días para enseñarles el cuidado de un recién nacido.

A Andrea le tocó dividir sus horas entre la casa y la clínica, pues Ericka seguía muy mal en terapia intensiva. Solo le funcionaba, a medias, el pulmón derecho. El resto de su cuerpo también resentía el ataque del covid.

Andrea se divide entre acompañar a Ericka en la clínica y atender a la bebé en casa

El clímax de las malas noticias llegó en el mismo momento en que Andrea llegaba al registro a inscribir a Francesca. «Me llamaron para avisarme que Ericka había sufrido un paro cardíaco. Salí volando a la clínica», recuerda.

«Su deuda es de 63.000 dólares» «¿Qué?»

Confiado en su seguro con cobertura de 200.000 dólares, Andrea se concentraba en dar apoyo y estar pendiente de la salud de Ericka y en atender a la pequeña Francesca. Por eso, la sorpresa fue mayúscula cuando lo llamaron del área administrativa de la clínica para decirle que debía, nada más y nada menos que 63.000 dólares.

Según le explicaron, por orden de la Superintendencia de Seguros, las pólizas solo cubren determinada cantidad de días y un monto limitado por covid-19.

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La empresa contratada por la familia D’Amico «cubrió 50.000 dólares, bastante más de lo determinado por la Superintendencia, pero aún así mi deuda acumulada hasta el 18 de octubre era de 63.000 dólares. Hoy no sé ni por cuánto va», dice Andrea.

Ese fue otro problema: el seguro dejó de cubrir el día 30 de septiembre y la clínica se lo notificó a Andrea 18 días después. «Yo les dije, que cómo me avisaban tan tarde. Tenía que ponerme a buscar el dinero. Yo, ahorrado en la casa, solo tenía 1500 dólares y tuve que usarlos en comprar una medicina que me costó 1.800 dólares. Los otros 300 se los pedí prestados a un amigo», comenta.

Los días de terapia intensiva oscilan entre 2.000 y 3.000 dólares cada 24 horas, sin incluir exámenes y medicamentos. Ahora que está en habitación, el monto es cercano a los 700 dólares, pero la alta deuda se sigue acumulando.

Una campaña conmovedora

La hermana y los amigos de Andrea se movilizaron para hacer un gofundme que lo ayudara a enfrentar los gastos. Ya llevan un poco más de 46.000 dólares, que es una excelente ayuda, pero aún falta bastante para cubrir los gastos de terapia intensiva y, ahora, de hospitalización.

La campaña de Ericka, Andrea y Francesca ha conmovido tanto que incluso GoFundMe, la propia plataforma, donó 1.000 dólares como parte de su campaña GivesBack.

«Como parte de nuestro programa de Gives Back, estamos agradecidos de tener la oportunidad de donar a campañas que nos han conmovido. Te enviamos nuestros mejores deseos en estos tiempos. Cordialmente, el equipo de GoFundMe», escribieron.

Si quieres ayudar a Andrea, Ericka y Francesca, o si solo quieres ver o compartir la campaña, puedes hacer clic aquí.

Ericka y Andrea, antes de la hospitalización

Un milagro que se abraza

Una tarde, el equipo de médicos que atendía a Ericka en terapia intensiva, citó a Andrea y a su suegra. Les plantearon tres escenarios.

El primero era que Ericka mejorara.  Era el escenario más deseable pero el menos probable. «Tenemos que ser honestos, y eso solo lo lograría un milagro».

El segundo, era que Ericka falleciera. Y el tercero, que según los médicos era «el peor», era que se quedara como estaba, inconsciente, y dependiendo de un aparato para poder respirar.

«Salí de allí destruído. Estaba convencido que Ericka se iba a morir», dice Andrea.

Hasta ese momento, Ericka no había podido conocer a Francesca. Terapia intensiva es un sitio de riesgo para un bebé. A Andrea eso le dolía.

«Ericka siempre había soñado con ser mamá y la simple idea que no llegara a conocer a Francesca me parecía tan injusto, me ponía mal», cuenta.

Esa noche recibió una llamada de una de los médicos tratantes. El equipo había decidido permitir el ingreso de Francesca. «Es que creemos que solo eso podría hacer que mejore», le dijo.

La llevaron a la mañana siguiente. Para Andrea fue demoledor. Ericka ni siquiera reaccionó.

Pero, horas después, comprobaron que empezaba a mejorar, e incluso el pulmón izquierdo, que se había atrofiado, comenzó a reaccionar.

Así que los médicos pidieron que Francesca fuera de nuevo el jueves. Y ese día fue otro el panorama.

Ericka estaba sentada y consciente. Esta vez sí conoció, abrazó y se emocionó con su bebé.

Desde entonces, la recuperación de Ericka ha sido constante. Ya está en una habitación, sus pulmones y el resto de sus órganos recuperan sus funciones. Y, aunque saben que la recuperación será lenta, también saben que vivirá.

Como le dijo el infectólogo Julio Castro a Andrea, el mismo día que la sacaron a terapia intensiva y refiriéndose a la posibilidad que Ericka muriera: «¿Tienes miedo?». Andrea respondió que sí. Castro refutó: «No lo tengas. Esto es un milagro».

Coordenadas

Para donar en el GoFundMe. Hacer clic aquí

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