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De hinchas a adoradores: el culto a la persona en el fútbol

A raíz de las reacciones por la posible salida de Messi del Barcelona, analizamos cómo ha cambiado la relación entre el hincha, el ídolo y el club

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Albino cambia de canal. Toma el control del DIRECTV y pone ESPN 2. “Está comenzando el partido del Totenám”, dice. “¿De cuándo acá ves los partidos del Tottenham?”, cuestiono a mi viejo, un portugués de 87 años. “Desde que lo agarró Mourinho”, contesta firmemente.

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Messi aún no se ha ido del Barcelona, pero el solo anuncio hecho por los medios de que ha manifestado a la directiva del club que no quiere continuar, ha generado un revuelo que inundó las portadas y primeras planas de los principales diarios deportivos del mundo (y otros no deportivos).

Conmoción mundial por un asunto del que ningún involucrado ha hecho algún anuncio oficial. Hasta los seguidores de otros clubes, incluyendo los del acérrimo rival culé, el Real Madrid, opinan al respecto. Todos coinciden en el maltrato al jugador, que no le ven con otra camiseta, que esto no puede estar pasando. El estado de crispación es generalizado.

La aparición de dos fueras de serie en el mismo período histórico, como Lionel Messi y
Cristiano Ronaldo, ha roto con todos los esquemas en el fútbol. Esa encarnizada pugna por lograr ser el mejor del mundo ha certificado la nueva condición en los seguidores: hay hinchas de jugadores, de técnicos y de personajes. No solamente de equipos, de clubes o instituciones. Un grueso de fanáticos aprecia al futbolista más que al equipo, una interesante variante de aquello del “amor por los colores”. El amor ahora es por el genio, con la misma pasión y drama con que se ama a un club.

Cuando hace un par de años la Juventus anunciaba el fichaje de Cristiano Ronaldo, la cantidad de seguidores del club en redes sociales aumentó en más de once millones en apenas 100 días; reflejo fiel del fenómeno de atracción que genera el portugués, el ser humano con más seguidores en Instagram, si tomamos esto de las redes como un parámetro de medida de la popularidad del ser humano. No es poco: Juventus ha incrementado en más de 32 millones la cantidad de followers desde que en sus filas está el portugués.

Es lógico que si Messi termina por irse del Barcelona, el equipo que le contrate se frote las manos porque cualquier inversión que pueda hacer por el astro argentino (no creo que se vaya gratis de la Ciudad Condal, si es que cumple lo que dijo) será retribuida en todo lo que van a generar sus fans a su llegada. Y es que las manifestaciones callejeras, en videos y redes sociales de muchos seguidores contra la directiva del club, por la posible marcha de su principal activo, han sido no menos que conmovedoras y demuestran que sí es posible que un individuo esté por encima de las instituciones. Le van a seguir adorando allá donde vaya, así ya no sea más el símbolo del Barça.

En el fútbol, con estos tipos como Messi y Cristiano, no vale aquello de que “la institución debe estar por encima de cualquier jugador”. Pasó con la ida del portugués a la Juventus: bastó la reaparición de los títulos en la casa merengue para que nos olvidáramos de él, pero apenas se fue, decíamos todos que el Madrid no era lo mismo sin su principal futbolista.

Quizá su paso por otros equipos anteriores como Sporting de su país o el Manchester
United no le haya hecho sentir al madridista que le estaban quitando parte de sus entrañas, pero en el caso de Messi todo cambia porque fue criado en el seno del club y bajo su tutela el equipo marcó su mejor momento de la historia. Así que con él, si se va, se irán también todos aquellos que siguen al futbolista y no al Barcelona. Y mire que son muchos.

Podemos atribuir éste fenómeno al desarrollo de los medios globales y a la notable y natural aparición de dos extraordinarios futbolistas de época, que seguramente estarán catalogados por muchos como los mejores de la historia. Realmente, en menor medida, estas cosas pasaban antes con distintos protagonistas en escenarios más puntuales.

Recuerdo de niño ir a San Cristóbal y oír por la radio al narrador Manolo Dávila en su programa todos los mediodías. Religiosamente todos en la ciudad lo hacían y el domingo lo sintonizaban para escuchar sus relatos de los partidos de Táchira. Todo, absolutamente todo lo que decía Manolo, era palabra santa; la matriz de opinión que generaba era la que seguía el grueso de la afición. Táchira era Manolo Dávila. La gente era hincha de Manolo, el que narraba también los mundiales por Venevisión, luego, eran seguidores de Táchira.

Pasa con mi papá y José Mourinho, por ejemplo: no importa si estaba en Real Madrid, Chelsea, Manchester United, Porto, Inter o ahora Tottenham, mi papá seguía al entrenador, cosa que ocurre con otros técnicos como Marcelo Bielsa o con Josep Guardiola, quizás en menor medida de lo que ocurre con futbolistas. A mi viejo le importa que le vaya a bien a Mourinho, por ende, celebra los logros del club también.

El profesional se ha convertido en una especie de deidad que ha roto con el mito de que no hay nadie imprescindible cuando la persona genera más empatía que la propia institución. Son la referencia de los niños del mundo. El culto al ídolo, no a los colores.

Lo que sí estamos propensos a ver extinguidos, son aquellos futbolistas que juran lealtad al club de su simpatía. Bochini con Independiente, Yashin con Dínamo de Moscú, Totti con la Roma, Del Piero con la Juventus, Franco Baresi y Paolo Maldini con el Mílan, Gary Neville, Scholes y Giggs con Manchester United, Puyol con Barcelona, Carragher con Liverpool, Bernabéu con el Madrid, son casos que el tiempo va distanciando como últimos y que cada vez se verán menos precisamente por eso: el futbolista ya está por encima de la institución y no al contrario.

Amor, ansiedad, estrés, alegría, tristeza, euforia, frustración, pasión, locura han sido las características con la que describíamos el sentimiento de un fanático del fútbol por su equipo y ahora lo apreciamos por el futbolista, por el técnico. La idolatría por la persona está a la par del amor a los colores. Dopamina en efervescencia y sufrimiento: según investigadores de la Universidad de Sussex, en Reino Unido, se ha comprobado que un aficionado al fútbol sufre más de lo que disfruta. Los “Messi lovers” no están exentos.

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