Opinión

La rebelión de Clorox

¿Quién es John Galt? Este extraño y enigmático interrogante aparece en numerosas oportunidades en la novela La rebelión de Atlas, de Ayn Rand, publicada por primera vez en los Estados Unidos en 1957, cuyo título original en inglés es Atlas Shrugged. Lo relevante del libro, que quizás no todos conozcan, es que se trata para muchos del título que más ha influenciado la forma de pensar de la sociedad norteamericana, después de claro está, la biblia.

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Clorox
Por: Boris Ackerman | @boris_ackerman

¿Quién es John Galt? Es la pregunta que siempre antecede a la misteriosa desaparición de un personaje dentro de la mencionada novela. Su ausencia deja a su vez un halo de intriga que no solo mantiene al lector pendiente de la trama, sino que también es un llamado de atención sobre lo insoportable del mundo distópico que rodea las vidas de los protagonistas.
La rebelión de Atlas es una novela de ficción que toma lugar en un Estados Unidos de Norteamérica abatidos por gobernantes y legisladores que en nombre del altruismo y de lo colectivo, imponen a la sociedad un conjunto casi ilimitado de códigos, ordenanzas y decretos que en la práctica impiden el desenvolvimiento del ser humano en una de sus facetas más naturales y habituales, es decir, su cualidad de emprender, de iniciar actividades que cubran necesidades de otros, en otras palabras, la condición innata que tiene el ser humano para convertirse en empresario.Esa guerra a muerte declarada a la iniciativa privada provoca la miseria de millones de seres, a la cual las autoridades reaccionan con más y más restricciones.

El nombre utilizado para la novela es “Atlas Shrugged” y se traduce textualmente como “Atlas encogido de hombros”. En la mitología griega, Atlas representa a un joven titán condenado por Zeus a cargar sobre sus hombros los pilares que sostienen la tierra. Ahora bien, para la autora del libro, Atlas representa a la clase empresarial que sostiene al mundo, cuyo ejemplo materializado es la estatua erigida por el escultor Lee Laurie al pie del Rockefeller Center en la ciudad de Nueva York. Un Atlas encogido de hombros o en rebelión representa a un titán que ya no desea seguir sosteniendo al mundo. En el fondo eso es lo que la novela termina ejemplificando, ante la particular pregunta ¿Quién es John Galt? Son los patronos y gerentes, que con sus acciones mantienen la actividad empresarial, dejan de sostener el mundo dominado por valores socialistas y se retiran a una tierra llamada Atlantis. Las compañías, que quedan luego del abandono por parte de los verdaderos empresarios y administradores, son cascarones vacíos incapaces de generar valor y beneficios para la sociedad.
En Atlantis, sociedad liderada precisamente por el personaje de nombre John Galt, es un lugar en el cuál no hay intervencionismo del estado ni leyes abusivas. Se forma una sociedad en donde todo funciona de maravilla y el ser humano prospera a sus anchas. Se trata de una entidad en donde los valores son consistentes con la naturaleza humana y no se somete todo al supuesto o hipotético bien común. Atlantis es en realidad una sociedad centrada en el individualismo y no en ideales colectivistas. En el fondo, Atlantis representa la utopía que contrasta con la sociedad distópica creada por el altruismo y el reparto de una riqueza que no se construye.
La novela en sí, sus personajes y situaciones, puede verse también como una construcción que lleva al lector a reflexionar sobre valores, antivalores, virtudes y vicios y a comprender de alguna forma la filosofía objetivista de la autora.
Si se traspone el interesante tema a la realidad venezolana, encontramos con el reciente abandono de la empresa Clorox, sus activos y operaciones por parte de su casa matriz. En una suerte de escape a la misma realidad de valores colectivistas que se presentan en la novela y que se han impuesto en el país en los últimos tres lustros, se observa que empresarios y gerentes deciden voluntariamente cesar sus actividades ante la probable insostenibilidad de sus fábricas o negocios. Lo que cabe entonces es preguntarse si se trata de un caso aislado o si existen otras empresas que harán lo mismo en un futuro no tan lejano. Es entonces pertinente la pregunta sobre cuál es el punto de inflexión que puede hacer que entidades productivas dejen el país y qué tan cerca o lejos están las empresas de esas decisiones. Lo que sí es más que seguro es que la rebelión de los pocos empresarios que quedan en el país hará un gran daño a todos. Cabe entonces temerle a la interrogante sobre ¿Quién es John Galt?

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