Opinión

Año nuevo: que siga la fiesta

No hay peor ciego que quien no quiere ver. El fútbol venezolano, así como está planteado, es una gran mentira; una farsa que beneficia a unos pocos por encima del crecimiento de esta disciplina.

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La llegada de un nuevo año no ha ayudado a erradicar vicios ni tan siquiera a disimularlos; mientras las instituciones se caen a pedazos, el interés está puesto en un mercado de fichajes en el que varios de sus participantes aún no cumplen con sus obligaciones anteriores. La ética, la lógica y la decencia nos han abandonado, quien sabe si porque no las echamos a patadas o simplemente no las dejamos entrar. El caso es que sólo en el fútbol, y más aún en el venezolano, alguien puede adquirir nuevos compromisos sin haber honrado sus responsabilidades previas.

Pongamos el ejemplo del Portuguesa F.C. El pentacampeón está inmerso en una difícil batalla por mantener la categoría, lo que al fin y al cabo, y tomando en consideración su historia, pareciera ser su lugar natural. Para encontrar el camino de la victoria –no suman tres puntos desde la primera jornada, allá por el mes de Agosto-, el equipo que comanda Lenin Bastidas sumó, hasta los momentos, seis refuerzos, algo completamente normal sino fuese porque hay jugadores que señalan a este equipo de no cumplir con el pago de sus sueldo. Uno de ellos, el arquero Alan Liebeskind, “emigró” al Deportivo Táchira, amparado en una normativa FIFA que le permite a cualquier futbolista rescindir su vínculo contractual cuando la deuda salarial supera los dos meses. El testimonio del dirigente tachirense José Kabchi es claro y contundente:

No es este el único caso. Tucanes de Amazonas, equipo que bien podría ser catalogado como la sorpresa de los últimos torneos, muestra una llamativa inestabilidad en el banquillo. Su cuarta posición en el Clausura 2014 fue conseguida bajo el mando de Horacio Matuszyczk, quien luego decidió marcharse a Trujillanos, institución en la que también el presupuesto es limitado. El Apertura 2014 comenzó con Daniel Nikolac en el banquillo, pero su etapa apenas duró cuatro partidos en los que Tucanes se mantuvo invicto. Para comandar el grupo hasta el final del torneo fue convocado Jorge Pérez, quien mantuvo la línea de sus predecesores y dejó al club en un más que honroso séptimo puesto, igualando o superando clubes de mayor prestigio, como Mineros de Guayana, Deportivo Táchira y Zamora F.C., es decir, a los tres equipos criollos que participarán en la próxima edición de la Copa Libertadores.

Pero esto no le pareció suficiente a la directiva del equipo y, sin mirar más allá, decidieron contratar a Darío Martínez, un entrenador que tiene más amistades que currículo. Eso de considerar al fútbol profesional comouna actividad recreativa y deportiva” para la población de Puerto Ayacucho –razón por la cual fue creada esta institución en 2008- ha quedado en el olvido y la música del baile de entrenadores e intereses ocultos parece que los ha seducido.

También valdría la pena revisar el caso del Deportivo Petare. El equipo municipal ha quedado como un barco a la deriva, y sus directivos, algunos de ellos ausentes desde hace mucho tiempo, parecen haberle encomendado a John Giraldo y sus futbolistas, la complicada tarea de imitar a los músicos del Titanic. ¡Qué suene la música, carajo, que aquí no hay quien le importe!

Así podría repasar los vicios que no desaparecieron con la Navidad ni el año nuevo, como las deudas y la anarquía institucional de Estudiantes de Mérida; el cambio permanente de la filosofía del Caracas F.C.; la deuda futbolística e institucional del Deportivo Táchira con su historia y su hinchada, o hasta el caso de algún entrenador que se ofreció a un determinado equipo, usurpando el nombre del seleccionador nacional, para así obtener un aumento salarial en su actual club. Los 18 conjuntos tienen historias como para que esta columna no termine jamás, pero, más allá de un panorama gris y con claras advertencias de tormenta, el tema federativo es aún más preocupante.

Se hace imperativo e inevitable recordar que el pasado Apertura no coronó a su campeón en el campo; que aquel partido fue suspendido y luego dado por finalizado tras manifestaciones violentas que también fueron recurrentes en otros estadios, al punto de que aún lloramos a un hincha fallecido; que aún no se anuncian medidas para mejorar el arbitraje y que volviendo al tema de la violencia, se le tira todo el peso a un par de diputados a la Asamblea Nacional que han mostrado cierto interés en el tema, convenciéndolos de la necesidad de seguir promulgando leyes para un fútbol, una sociedad y un país que no respeta la letra legal.

Ya sé; apenas comienza el 2015 y toda esta moda de las energías, la armonía y los propósitos de año nuevo están en plena vigencia; por ello, seré menos pesado y dejaré pasar pequeños detalles, como que ahora se anuncia, con bombos y platillos, la transmisión, en televisoras regionales, de un evento que debería ser llevado a todos los hogares. Cuando pienso en todo esto no hago sino recordar una vieja pared de Buenos Aires, en la que se leía aquello de que “nos están meando mientas el periodismo dice que llueve”. Lo dicho, estimado lector, la fiesta sigue y los músicos no paran, mientras tanto, los militantes de la desfachatez quieren hacernos creer que esto no durará mucho tiempo…

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