Opinión

El fanatismo también hace humor (en torno a Roy Chaderton)

Vamos, el viejo Roy pensó que estaba con Jay Leno. Se dijo, este es un programa juvenil, una especie de Late Show de la revolución, tengo que ser fresco, tengo que sonreír, tengo que ser gracioso y decir algo ocurrente para estos jóvenes ocurrentes de un programa con nombre ocurrente. ¿Siniestra conducta es que se llama el show?

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Tienen que comprender, el viejo Roy es humorista.

¿Acaso no defendimos hace poco el derecho a la libertad de expresión de Charlie Hedbo? ¿Acaso no dijimos que un humorista puede decir cualquier cosa? ¿Acaso no dijimos que la libertad de expresión es inalienable? ¡Pues bien! Allí está el viejo Roy, soltando un chiste, haciendo humor negro y uso de la libertad de expresión esa que tanto defendemos. Podríamos decir incluso: Yo soy el viejo Roy.

Era jodiendo, ¿verdad? Porque usted está lleno de amor, ¿cierto? Usted, viejo Roy (alguno podría decirle payaso Roy, pero ese es algún otro, yo no, ¿vale?) no tiene la cabeza hueca o saturada de porquería, usted tiene la cabeza llena de amor. Sí, su cabeza está llena de un profundo amor chavista, ¿no es así?

Era un chiste no más. Por eso su sonrisa luego de decir lo que dijo. Era un chiste y usted humorista, como Job Pim y Leo, como Laureano y Zapata.

Porque además usted es humorista de los que encarna personajes. Usted, en este caso, actuó como un fanático, se disfrazó de uno de esos fanáticos que usted, por supuesto, no justifica y repudia. Eso, usted recordó aquella caricatura magnífica del verdaderamente gigante Zapata que dice «Pierde su tiempo el fanatismo: puede matar humoristas, pero el humor es inmortal», y quiso jugar con ello y se metió en el papel de un fanático (pero usted no es fanático, ¿verdad, viejo Roy?) y en su papel de fanático jugó a hacer humor. Así como para decir, echando broma, claro: «Los fanáticos también puede hacer humor. Zapata, con aquella caricatura, se equivocó y lo estoy demostrando. Los fanáticos no son gente que siempre anda enojada, indignada, resentida, pensando sólo en su misión justiciera en el mundo. No, miren, los fanáticos también hacen humor. Aquí estoy yo, el viejo Roy, metido en el papel de un personaje fanático que hace humor».

Era echando broma todo, ¿verdad, viejo Roy? Era echando broma porque usted sabe que las palabras son peligrosas, que las palabras se meten en las cabezas —no sé si vacías— y radicalizan a la gente, que quien se burla de la desgracia ajena es un patán (y usted no es un patán, ¿verdad?), que cosificar al otro es incitar al odio y que el poderoso que hace chistes que se burlan cínicamente, por ejemplo, de la memoria de niños de catorce años que han recibido tiros en la cabeza, es absoluta y categóricamente un monstruo. Y usted, viejo Roy (alguno podría decirle imbécil Roy, pero ese es alguno, yo no), no es un monstruo, ¿verdad?

Vamos, el embajador sólo quería ser gracioso. O eso quiero pensar, ¿saben? Que Roy Chaderton sólo quería ser gracioso, que sólo pretendía ser humorista, pero que nada más le salió una morisqueta. Y que además, él mismo se dio cuenta y por eso después de la sonrisita, se quedó así, como en el aire, viendo a los jóvenes audaces de Siniestra Conducta (¿o es Zurda Conducta?), como esperando una aprobación, o un ¡Carajo, maestro, usted un genio!

Pero claro, un embajador no pide disculpas. Un revolucionario tampoco. Los embajadores y los revolucionarios son perfectos, y no rectifican, y no piden disculpas cuando dicen barbaridades. Quiero pensar eso, que fue un mal chiste, y que de verdad su cabeza no está llena de porquería, sino de amor, y que en realidad esa frase no fue otra demostración de lo que hace rato se me antoja una evidencia: que el Comandante Supremo nos heredó odio, sólo odio, nada de amor.

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