Opinión

El lenguaje del amor

Los nuevos dueños de los viejos medios de comunicación del país han dictado una orden a sus redacciones: evitar, a toda costa, reproducir insultos y descalificaciones en sus espacios informativos. Cambiando sus manuales de estilo por el manual de Carreño, han resuelto erigirse en defensores de las buenas costumbres para execrar de sus páginas cualquier atisbo de incivilidad que atente contra la sana convivencia nacional. Y universal.

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Si el agravio proviene de la oposición, pues muy fácil: simplemente se omite la nota. Esto, evidentemente, no puede calificarse como censura, pues se trata de preservar la paz de la República y la tranquilidad de un pueblo que merece vivir viviendo.

Pero cuando la ofensa es lanzada por algún vocero del Gobierno, la situación se complica. Está claro que el mensaje oficial jamás puede ser desechado, ya que de lo contrario se vulneraría el derecho a la información oportuna, veraz y, sobre todo, imparcial. En este caso, se hace necesario una leve intervención que, sin modificar el fondo, de cierta manera atenúe las formas que contienen el discurso.

Partiendo de estas premisas, la cosa quedaría así:
El excelentísimo señor presidente de la República e hijo del comandante eterno, Nicolás Maduro, sostuvo que los integrantes de la Mesa de la Unidad Democrática son, en realidad, gente de poco fiar. Acto seguido, confesó – sin ánimos de molestar a nadie – que la conducción de la oposición está en manos de ciudadanos de moral distraída.

El líder fundamental reconoció que mantiene algunas pequeñas diferencias con el gobernador del estado Miranda, Henrique Capriles. Básicamente, señaló que Capriles coincide ideológicamente con antiguos dirigentes del Viejo Continente, entre quienes destacarían un señor que se llamó Adolf y un italiano de nombre Benito.

Maduro también se refirió a los promotores de los minúsculos desequilibrios que afectan a la economía venezolana, aunque no mucho. Indicó que estos individuos de frondosa cabellera – a quienes cariñosamente identifica como “pelucones” – estarían jugando al escondido con los productos de la cesta básica. Pese a esta vicisitud, aseguró lleno de bondad que en su corazón no hay lugar para el rencor. Pero sí en Ramo Verde.

Por último, respondió a la acusación contra el presidente de la Asamblea Nacional, Diosdado Cabello. En ese sentido, Maduro restó validez a este caso, que se basa en un supuesto hecho que al parecer habría ocurrido presuntamente. Por último, el mandatario nacional reconoció que no le gustan los yanquis, porque prefiere a los Mets.

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