Opinión

GOODYEAR, BADYEAR

Aun cuando la tragedia nacional es reconocida a nivel universal, el Estado y sus instituciones pretenden imponernos una felicidad artificial en tiempos navideños, ante una realidad resentida como fardos de cemento en la diaria andadura de cada ciudadano. Solo basta levantarse cada mañana para ensombrecer el día con las malas nuevas, ante la muerte de los excelsos beisbolistas José “el hacha” Castillo y Luis Valbuena, el asesinato de numerosos ciudadanos víctimas de la inseguridad, enlutando como parte de guerra a centenares de hogares, en medio de un rosario de desgracias donde lo espectacular para los pasquines oficialistas es la visita de bombarderos rusos en procura de una guerra imaginaria contra el imperio.

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Texto: Froilan Barrios Foto: Tibisay Romero

Las cadenas diarias presidenciales en medio de villancicos y gaitas no despiertan optimismo alguno, en un contexto donde presenciamos adicionalmente la partida de decenas de empresas transnacionales y el cierre definitivo de miles de empresas nacionales, en medio del festín de Baltasar anunciado por el mandatario nacional para el año 2019, cuando se hará efectiva la múltiple promesa del anunciado despegue económico que nunca llega.

En nuestra historia nacional hemos conocido tres épocas de devastación económica, que significaron destrucción ilimitada de fuerzas productivas, la primera la guerra de independencia, la segunda las guerras civiles del federalismo, y la tercera la actual del socialismo del siglo XXI. De las tres, la primera significó el gran sacrificio nacional para conquistar nuestra soberanía nacional, la segunda producto de las luchas intestinas caudillistas del nuevo país, y la que sufrimos hoy surgida a partir de la pretensión de imponer el saqueo y la corrupción como políticas de estado.

Por sus dimensiones la que presenciamos en el siglo XXI ha sido la más destructiva de nuestra historia, tal como anuncia el gremio empresarial Conindustria, con el exterminio de más de 10.000 industrias y de 1.400.000 empleos, entre tanto por el lado de Consecomercio reporta la caída de más de un 40% y la pérdida superior a los 2.000.000 de puestos de trabajo.

Aún cuando los folletos gubernamentales celebran con jolgorio la partida de la Goodyear, titulando que “se vaya con sus cauchos a otra parte”, en realidad quienes perdemos somos los venezolanos, al presenciar la despedida en los últimos años de las empresas caucheras Pirelli otrora Uniroyal, Firestone y ésta última, entes que hasta fin de siglo XX empleaban hasta 13.000 trabajadores directos y más de 45.000 indirectos.

Su partida no es un hecho aislado, simboliza el entierro de la industrialización en Venezuela, y de una fase conocida como de Sustitución de Importaciones en el contexto de planes impulsados por la Cepal en América Latina desde mediados del siglo pasado, cuando nuestro país registró la mayor tasa de crecimiento económico del continente, y era el receptáculo privilegiado de las inversiones extranjeras a nivel mundial, observándose en la distribución del Ingreso Nacional entre las décadas de los 60 y 70, una relación equitativa entre trabajo y capital como jamás se conociera en nuestra región.

Este balance trágico se expresa en la desaparición de las 75 zonas industriales que se desarrollaron en ese período en nuestra geografía nacional, hoy tristemente convertidas en cementerios, en galpones abandonados, en muchos casos invadidos por pobladas sin techo, en fin, son el fiel reflejo de la maldad gubernamental que nos azota, donde aplica la reflexión navideña zuliana para Venezuela, “que más te puede pasar que ya no te haya pasado”.

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