Opinión

Los juegos olímpicos más allá del deporte

Maduro, en medio de la ola de triunfos en los juegos olímpicos, presiona, chantajea e intenta controlar el discurso del triunfo de nuestros deportistas para hacerlo suyo; para tratar de vender la idea de que estos jóvenes triunfaron porque el Estado venezolano los apoyo. Nada más lejos de la realidad

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Las experiencias vistas ratifican la necesidad de un cambio político en Venezuela, un cambio que también influirá para que la práctica deportiva avance en el país.

Las medallas obtenidas son un símbolo, especialmente la de Yulimar Rojas, pero sin restarle méritos a la irrupción de una generación destacada de levantadores de pesas, una disciplina en la cual los venezolanos no habían destacado como ahora.

Por un lado, está el evento deportivo como tal, aspecto que se lo dejamos a los analistas del deporte, que no es nuestro campo; y por el otro lado está, el cómo una sociedad fracturada, y viviendo la peor crisis de su historia moderna, recibe estas hazañas en lo que sin duda es el olimpo del deporte mundial.

Percibo estos triunfos como una suerte de bálsamo para una sociedad herida, para un país en el cual no pocos venezolanos lucen abatidos, doblegados por la desesperanza.

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Venezuela no sólo está necesitada de buenas noticias, de noticias que pongan en alto nuestro gentilicio, sino que también nos urgen figuras positivas, venezolanos de carne y hueso que nos evidencien que sí podemos superarnos, que sí podemos ir por más.

La figura de unos jóvenes de sectores populares, todos nuestros medallistas, que se han labrado con su esfuerzo propio, un camino deportivo de primer nivel, es un mensaje muy significativo sobre la superación de los obstáculos y sobre los logros personales.

El gran triunfo de Tokio ha sido decirnos, a todos los venezolanos, que tenemos razones para sentirnos orgullosos de tener esta nacionalidad.

Irrumpió una generación (con la excepción de Yulimar cuyo historial deportivo ya era bastante conocido de forma previa a estas olimpiadas) de nuevos rostros, de nuevos nombres con los cuales muchos niños, niñas y adolescentes venezolanos pueden tener de referencia positiva.

Sí, este desempeño extraordinario de las y los deportistas de Venezuela en Tokio es digno de aplausos. La otra cara de la moneda está en el manejo fraudulento que ha hecho el chavismo, en particular el gobernante Nicolás Maduro y su ministro de Deportes, Mervin Maldonado.

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Maduro, en medio de la ola de triunfos, presiona, chantajea e intenta controlar el discurso del triunfo de nuestros deportistas para hacerlo suyo; para tratar de vender la idea de que estos jóvenes triunfaron porque el Estado venezolano los apoyo. Nada más lejos de la realidad.

A fines de 2020 se conoció una noticia que revela lo que sucede en realidad. Una figura que en el pasado había sido cooptada por el chavismo en el plano político, el esgrimista Rubén Limardo, estaba trabajando a fines de año haciendo de delivery en Polonia, mientras seguía entrenando.

Limardo estuvo en Tokio, y lamentablemente se despidió pronto de los juegos. Debe recordarse que se alzó con el oro olímpico en Londres 2012. Que un deportista de este calibre deba hacer un trabajo básico, para poder sostenerse de forma digna, habla muy bien de cómo el chavismo “apoya” a los atletas de alto rendimiento en Venezuela.

Más lamentable es el papel de un ministro que actúa de apuntador para dictarle el diálogo a los deportistas con medalla; peor aún que se chantajee a estos jóvenes con el discurso de que ahora sí tendrán la anhelada vivienda para sus madres.

La guinda de esta desaguisada estrategia gubernamental es un Maduro protagonizando una escena de “triunfos robados”, queriendo hacer suyas unas medallas que no le pertenecen ni por mérito propio, ni son resultado de una política gubernamental exitosa.

En estos tiempos que corren, tal vez el mayor desafío sea que estas sonoras victorias no sean empañadas por el aparato de manipulación del chavismo; junto a esto, es indispensable que todos y todas nos encontremos y disfrutemos la alegría, de nuevo, de sabernos venezolanos.

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