Opinión

No solo hay malas noticias en el beisbol criollo

El éxito del Festival del Jonrón fue una noticia necesaria, luego de los enfrentamientos entre jugadores en choques de la LVBP. Fue un buen momento para mostrar cómo la pelota es capaz de reunir a lo mejor de la fanaticada y de los jugadores

Publicidad
LVBP

Hace algunos días, los titulares de prensa en materia deportiva relacionada con Venezuela se llenaban de reseñas poco atractivas en materia de imagen de un espectáculo que lleva muchos años instalado en el acontecer del venezolano.

Las reyertas, elemento para nada extraño dentro del beisbol, se produjeron con mayor frecuencia de lo deseado, e incluso un solo día marcó un punto negro en el escenario beisbolístico: se llevaron a cabo dos trifulcas en una misma jornada.

Una, en un Caracas vs. Magallanes. Histórica rivalidad que ubica al beisbol en un plano de intensidad especial. Los gestos de algunos jugadores a la hora de ejecutar con dominio frente al rival ocasionaron molestias significativas. En otro parque, en Puerto la Cruz, se gestaba otra incómoda propuesta: Carlos Castro, de Tiburones de La Guaira, había conectado ya un par de cuadrangulares en el cotejo ante Caribes de Anzoátegui. Tendría otro chance en el juego, de marcador ajustado. En ese turno, ligó su tercer bambinazo del choque. Se unió al selecto grupo de veinte peloteros en la historia de la Liga Venezolana de Béisbol en despachar tres batazos de vuelta entera en un mismo enfrentamiento.

La celebración de Castro disgustó muy particularmente al inicialista de la tribu oriental: Asdrúbal Cabrera. Al producirse la conexión, y segundos después del festejo del dominicano, comenzó un feo capítulo que terminaría en expulsiones, suspensiones y multas.

Cabrera golpeó a Castro al pasar este ultimo por la primera almohadilla. Se vaciaron las bancas y en un segundo capítulo del “combate”, una peligrosa decisión del lanzador de Tiburones, Edubray Ramos, por poco finaliza en tragedia. Ramos lanzó una pelota, en medio de la confusión, que fue a parar a la frente del jugador de Caribes, Liarvis Breto.

La Liga deliberó y aplicó las sanciones que consideró pertinentes, basados en las disposiciones del Código de Ética que rige el comportamiento de los protagonistas en el terreno de juego.

Además del hecho en si mismo y las potenciales consecuencias fatales que pudo haber acarreado el pelotazo, estaba latente el factor imagen del espectáculo.

Las redes sociales hicieron su trabajo y la información llegó instantáneamente a medios de comunicación y periodistas extranjeros. Era un golpe bajo al esfuerzo que se había realizado por construir una campaña competitiva y cargada de jugadores de alto nivel que tenían años sin participar en el país, al margen de aquellas estrellas nacientes que aun no habían visto acción en suelo venezolano a nivel profesional.

Hacía falta pasar la página y urgía la aparición de un evento masivo que hiciera olvidar en un solo día el retroceso que suponían tantas multas, sanciones y expulsiones por tantos encuentros para los involucrados en las peleas.

Entonces, llegó la fecha del Derby de Jorones

Era la vigésima ocasión que la firma Pepsi organizaba este evento. El escenario: Estadio de la Ciudad Universitaria de Caracas.

¿El atractivo principal?: la confirmación participativa de figuras venezolanas de vigencia, importancia y renombre en el universo peloteril.

Así, aunque la lluvia amenazó con retrasar e incluso con suspender la actividad, finalmente se dio inicio a lo que fue un éxito absoluto desde todos los puntos de vista posibles.

Eran diez participantes. La gran mayoría con trayectoria importante en el béisbol organizado. Algunos consagrados y otros que están en camino de lograr la estabilidad en un mundo tan competitivo como el beisbol de Grandes Ligas.

Ver en el país a figuras con brillo propio como José Altuve, Gleyber Torres, Eugenio Suárez, Willson Contreras, William Contreras, Eduardo Escobar y la sensación del evento y ganador, además, Ronald Acuña Jr., era de por si un plato atractivo para las masas que asistieron al estadio y para todo el conglomerado que siguió por las señales de televisión de principio a fin cada detalle.

Jugadores emergentes dijeron también “presente” y dieron la campanada para que, en el futuro, sus nombres sean habituales en espectáculos de esta naturaleza: Juan David Yépez, Diego Rincones y el poderoso slugger de Caribes, Balbino Fuenmayor.

Hubo invitados especiales como algunos managers de los elencos de la LVBP y hasta el futbolista Tomás Rincón acudió a la cita jonronera que, entre tantas cosas positivas, reconoció la labor del periodista y narrador Alfonso Álvarez Díaz, “Ponty”, por haber sido el maestro de ceremonias y animador del evento durante las 20 ediciones.

Con el narrador Alfonso Álvarez Díaz, “Ponty”

La prensa se volcó al espectáculo, y la televisión fue parte vital en la difusión del Derby: Meridiano TV, Simple TV, Venevisión, IVC y Televen (esta planta, de regreso a la actividad del béisbol y para la cual trabajamos y trasmitimos el evento) prestaron sus plataformas para enriquecer lo que de por si lucía como “mandado a hacer” para desviar recuerdos negativos y atesorar bonitas experiencias de la mano de jugadores y hasta músicos que dieron aun más vida al “show”.

Si… esta edición del Festival de Jonrones sirvió para mostrar algo más que la fuerza de sus protagonistas, la claridad de la garganta en los narradores o la capacidad de “Desorden Público” o “Reggi El Auténtico” para levantar musicalmente de sus asientos a los miles de espectadores en el Universitario.

Sirvió como bálsamo y agente de distracción para un torneo que llevaba muchos días hablando de golpes y malos ratos.

Apareció en el momento justo para mostrar una cara agradable y la posibilidad de enviar mensajes positivos al exterior, que también recibirían algo bueno para destacar.

¡Falta mucho aun… pero falta menos…!

Publicidad
Publicidad