Opinión

MLB: el reloj cumplió, habrá que esperar por la gente

Con poco más de 100 juegos en la temporada de MLB, el objetivo de reducir el tiempo de cada juego parece haber sido alcanzado. ¿Será suficiente para captar el público joven que necesita el béisbol, o aún quedan cosas por hacer para no convertir cada juego en una carrera vertiginosa contra el tiempo? Aquí tocamos ese punto

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Si tomamos como referencia un tratamiento médico, pudiésemos afirmar que el paciente está reaccionando favorablemente a las intervenciones de los encargados de mantener su salud. En una primera fase, las cosas están saliendo tal y como se esperaban.

Sin embargo, esa es solo una etapa de varias que un proceso, médico o deportivo, requiere para sanar y devolver la salud al afectado, sea una persona o una disciplina específica.

Como todos sabemos (si está leyendo este trabajo, seguramente es así), en las Grandes Ligas se implementaron reglas que darían un giro a la manera de ver el juego: bases más grandes, limitaciones particulares en el esquema defensivo, limitaciones en cuanto a los virajes de los lanzadores a las almohadillas… y la utilización del reloj para acelerar la acción de los pitchers y bateadores en cada turno.

Esas normas tuvieron detractores y seguidores. Se utilizaron en ligas menores y en la zafra del 2023, hicieron su “triunfal” ingreso al estamento de MLB.

Al momento de redactar esta nota, habían transcurrido poco más de 100 juegos de la ronda regular. Si bien no es una muestra de la que podrían desprenderse conclusiones definitivas, si pudiésemos hablar de un patrón que podría generar la posibilidad de sopesar, al menos al comienzo, si la puesta en práctica de esas reglas en el terreno de juego va por el camino correcto.

Como ya adelantamos, el reloj parece estar funcionando como nunca. Con precisión suiza e impacto inmediato en la duración de cada cotejo.

Durante los primeros 100 choques de la temporada, el promedio de duración de los juegos fue de dos horas con 37 minutos. Nada mal, si tomamos como referencia las 3 horas y fracción que se tomaron como referencia en temporadas anteriores.

Desde esta perspectiva, en el “quirófano” de Rob Manfred hubo celebración ante la emisión del reporte que afirmaba la consecución de uno de los principales objetivos del grupo: que el juego durara menos.

Con ese punto logrado, ¿se quedarán tranquilos?

Está aun por verse si el positivismo será una reacción en cadena, según los planes de los jerarcas del mejor béisbol del planeta.

Se muestran cada vez más lejanas las protestas de managers que afirmaban que con 8 segundos para que el bateador estuviera en posición, no alcanzaba para impartir las señas de rigor.

Ya los lanzadores están como “peces en el agua” y los 15 o 20 segundos de los cuales disponen para cada envío, no parecen llamar su atención, salvo una que otra ocasión en la que parecen olvidar esa restricción.

Al final del cuento, el beisbol es un universo particular en el que, quien no se adapte, termina perdiendo ventaja ante los que si lograron avanzar.

Incluso, se asume que durante las primeras semanas los serpentineros son tratados con mayor delicadeza y consideración por parte de sus estrategas, limitando su presencia en la lomita hasta que las condiciones físicas y mentales logren ubicarse en un óptimo nivel. Entonces, con su cuerpo a tono y su cerebro enfocado en el juego, probablemente sean capaces de incrementar su dominio, y, hoy en día, ese dominio de los lanzadores puede ser reflejado en minutos de ahorro en cada juego. Ergo, podríamos estar aun ante la eventualidad de que esas dos horas con 37 minutos se reduzcan aún más.

Y es aquí el momento en el que podrían preguntarse los creadores de los cambios: ¿nos quedamos con ese resultado o será necesario seguir sumando complementos que no hagan del juego una vertiginosa carrera contra el tiempo?

En toda implementación de nuevas medidas, es menester contemplar todas las variantes posibles, por mas simples que estas se muestren.

Ir a un juego de béisbol, implicaba planear un evento que, desde la salida de casa hasta el regreso, bien podría llevarse unas 5 horas.

Se le buscaba una arista aventurera en cada paso: encontrar el puesto de estacionamiento, pasear por el estadio, buscar comida, comprar algunos souvenirs y tomarse una cerveza con calma. Para ello, contaba con más de tres horas de juego. Disponía de la paz que le ofrecía un deporte alejado del reloj como cancerbero inclemente.

Ese deporte que, a partir del 2023, obligará al fanático a pensarlo dos veces a la hora de ir al baño o recorrer calmadamente las instalaciones, cada vez más amplias y recreativas en cada parque. Podría fácilmente perderse un par de innings con el más mínimo descuido…

Y los dueños de concesionarios igualmente tendrán que afinar sus estrategias de venta. Esperar, como antes, por la reposada visita de los fanáticos en sus instalaciones, ya es cosa del pasado. O se adaptan o las perdidas podrían comenzar a replantear su presencia en ciertos escenarios.

Entonces, pudiésemos estar ante la complacencia al fanático televisivo del deporte (mucho mayor en número a nivel mundial), que disfrutaría de un juego breve y sin extensiones angustiosas o cansonas en detrimento del fiel aficionado que, en persona, tendría que acostumbrarse al enfoque directo en el desarrollo del juego para no perder detalle ante cualquier ausencia de su asiento en las tribunas.

Esto es mera especulación

También mencionamos que a todo es necesario adaptarse. Algo seguramente están ya desarrollando para plantar cara a eventuales cambios de conducta en la fidelidad de los seguidores del beisbol.

No pueden sentirse seguros en las oficinas de MLB de que, beneficiando el espectáculo a nivel televisivo, con menos tiempo de duración, terminarán conquistando esa obsesiva franja juvenil que, según sus estadísticas y análisis exhaustivos, les ha estado siendo esquiva desde hace algunos años.

Vista las normativas que en principio muchos consideraban “no aplicables a la majestad del beisbol”, no nos extrañemos que, como dura ahora muy poco y se quejan los que van al estadio, inventen una suerte de intermedio, con concierto incluido para mantener entretenidos a los asistentes.

El béisbol es un “órgano que evoluciona” y debe tomar en cuenta todas las variables posibles para consolidar su permanencia en el tiempo y en el ánimo de sus seguidores.

Los cambios deben aceptarse y hasta aplaudirse, en caso de que beneficien el espectáculo. La responsabilidad es grande y trascendente. Es mucha la historia de este deporte y mucha la gente que disfruta de la acción en el diamante, desde el estadio o desde su casa.

Ya veremos como termina todo. Esta temporada será la gran muestra de lo que disfrutaremos en materia beisbolística en los próximos años. Esperamos ser testigos del “renacimiento” y no del “hundimiento” de lo que tanto nos apasiona.

Si… la gente, el fanático, tendrá la última palabra. Y al fanático, jamás podrán obligarlo a aceptar sus términos unilaterales. Hay que complacerlo. Si les da la espalda, en masa, es mucho lo que podría perderse.

¡Aún falta mucho… pero falta menos…!

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