Opinión

El siglo XXI: redefiniendo la familia

La redefinición de la familia en el siglo XXI es un fenómeno complejo y multifacético. Las opiniones de los especialistas reflejan una comprensión más amplia y diversa de lo que significa ser una familia en la sociedad moderna.

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Familia empresa familiar

En el siglo XXI, la noción de familia ha experimentado cambios significativos. Las transformaciones sociales, culturales y legales han llevado a una redefinición de lo que se considera una estructura familiar. Hay quienes abogan por la apertura, pero también quienes se apegan a lo que tradicionalmente ha sido el concepto que heredamos, básicamente de nuestra cultura judeo-cristiana. Los argumentos en contra son religiosos o prejuiciosos.

En la tradición cristiana, la familia es considerada como la piedra angular de la sociedad y se basa en la enseñanza bíblica del matrimonio entre un hombre y una mujer, que se deriva principalmente de las enseñanzas de Jesucristo recogidas en el Nuevo Testamento de la Biblia, donde se enfatiza la importancia del compromiso, la fidelidad y el amor mutuo en el matrimonio.

El teólogo cristiano John Piper afirma: «La familia es el fundamento de la sociedad, y la institución del matrimonio es el cimiento de la familia. Dios diseñó el matrimonio para ser una unión entre un hombre y una mujer, y esto es esencial para la salud y el bienestar de la humanidad».

Sin embargo, la discusión sobre la familia cristiana y los nuevos paradigmas de familia en el siglo XXI es un tema complejo y controversial. Empezando porque sería interesante saber cuántos matrimonios que se dicen “cristianos” viven apegados a esos parámetros de compromiso, fidelidad y amor mutuo.

Los judíos también tienen un paradigma de familia en su tradición religiosa y cultural. Su importancia es fundamental y se refleja en diversos aspectos de su vida y prácticas. La familia es considerada como la base de la comunidad judía y se valora mucho el matrimonio, la crianza de los hijos y los lazos familiares, así como la importancia de la perpetuación de su religión y cultura.

Sin embargo, en el siglo XXI, y a pesar de las ortodoxias, hemos presenciado una evolución en la comprensión del concepto ampliado de familia. La diversidad de estructuras familiares, como las familias monoparentales -las mayoritarias en Venezuela, sobre todo de madres solas-, las familias adoptivas, las familias del mismo sexo y las familias ensambladas, ha desafiado los paradigmas tradicionales, especialmente la de las familias homoparentales.

Hay una corriente fascistoide que va de frente y en contra de que parejas del mismo sexo tengan hijos, ya sea biológicos, adoptados o mediante técnicas de reproducción asistida.

La socióloga Judith Stacey sostiene: «La familia no se puede definir en términos rígidos y estáticos. La diversidad familiar es un reflejo de la diversidad humana y no debería ser excluida ni desvalorizada».

Los cambios sociales y culturales han influido en cómo conceptos como el matrimonio y la paternidad son, o deberían ser entendidos en la sociedad contemporánea.

«El matrimonio y la familia son constructos sociales -no religiosos- que evolucionan con el tiempo. No existe una forma única y correcta de familia, ya que estas instituciones se adaptan a las necesidades y realidades cambiantes de cada época».

David Schneider, antropólogo
Familia tradicional

Vuelvo al tema de la “santa familia”: ¿cuántas son realmente felices y no un “deber ser”, un interés de mantener una fachada social o meramente un atractivo pecuniario? El que existan padre, madre e hijos no es garantía alguna de la sanidad mental, equilibrio y paz familiar. Los porcentajes de divorcios siguen en aumento (incrementados por la pandemia) y si hay quienes saben de los problemas entre sus padres, son los hijos. Tampoco es garantía que los otros tipos de familias funcionen.

La felicidad en una familia depende de muchos factores, entre ellos la comunicación abierta, honesta y respetuosa entre sus miembros, la comprensión, conexión emocional y la resolución de conflictos de manera saludable. Del apoyo emocional, el saber expresar y validar las emociones de los demás, y estar presente en momentos difíciles. Por supuesto, del respeto, la aceptación de las diferencias individuales y la tolerancia hacia las opiniones, creencias y decisiones de cada miembro de la familia. Del tiempo que pasan juntos de manera significativa y compartiendo actividades que sean placenteras y enriquecedoras para todos. Del apoyo práctico en las responsabilidades diarias, como la crianza de los hijos, las tareas del hogar y el trabajo, para reducir el estrés y promover el bienestar familiar. De los valores compartidos y metas comunes, que ayudan a crear un sentido de propósito y cohesión familiar. De la capacidad de adaptarse a los cambios, resolver problemas y ajustar las expectativas para mantener un equilibrio saludable en la familia y superar los desafíos que puedan surgir.

Esto para no hablar del entendimiento sexual entre la pareja, ingrediente absolutamente básico e importantísimo en una relación. Como decía una tía abuela mía “las familias son como las loterías: muchos números y pocos premios”.

Por supuesto, es importante tener en cuenta que la felicidad familiar es un proceso dinámico y único para cada familia. Lo que funciona para una familia puede no funcionar para otra, por lo que es esencial encontrar un equilibrio que sea adecuado y satisfactorio para todos los miembros.

Los extremistas ven los nuevos paradigmas de familia como amenazas a los valores y creencias, sobre todo de la familia cristiana, que es la más numerosa.

La teóloga feminista Rosemary Radford Ruether destaca: «La diversidad familiar no debería ser vista como una pérdida de valores tradicionales, sino como una oportunidad para una mayor inclusión y comprensión de la humanidad en toda su complejidad».

Un debate entre la tradición y la comprensión

En conclusión, el debate sobre la familia tradicional versus los nuevos paradigmas de familia en el siglo XXI es complejo y polarizado.

Mientras que algunos defienden los valores tradicionales y religiosos, otros abogan por una comprensión más inclusiva y diversa de la familia, como la abogada española Ana Torres, especializada en derechos familiares y con maestría en el University College de Londres:

«Los cambios legislativos han desempeñado un papel crucial en la redefinición de la familia. Muchos países han reconocido el matrimonio igualitario y han ampliado las protecciones legales para las familias no tradicionales. Esto refleja una evolución hacia una sociedad más inclusiva y garantiza la igualdad de derechos para todos los miembros de la familia, independientemente de su estructura».

Por esto es fundamental fomentar un diálogo respetuoso y constructivo que promueva la aceptación y el entendimiento mutuo, reconociendo que la diversidad familiar enriquece nuestra sociedad y no socava los valores fundamentales de la familia cristiana.

La redefinición de la familia en el siglo XXI es un fenómeno complejo y multifacético. Las opiniones de los especialistas reflejan una comprensión más amplia y diversa de lo que significa ser una familia en la sociedad moderna. A medida que avanzamos, es importante reconocer y respetar la variedad de estructuras familiares, promoviendo una sociedad inclusiva y basada en el amor, la igualdad y el apoyo mutuo, no en los prejuicios, la intolerancia o los tabúes.

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