Opinión

Los límites de la inclusión

La sociedad actual fuerza la inclusión sin darse cuenta de que al forzarla, lo que logra es justamente lo contrario, porque no se trata solo de cumplir con la obligación sino de reconocer la importancia de la diversidad y trabajar para construir una sociedad más justa y equitativa

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Hace dos días me sorprendió leer una carta de la Federación Médica Venezolana dirigida al doctor Mario Patiño, Decano de la Facultad de Medicina de la UCV, en la que su presidente, doctor Douglas León Natera, a nombre del Comité Ejecutivo de la Federación, le hace llegar su más absoluto rechazo a que acepten a los “Médicos Integrales Comunitarios” (MICs) en los postgrados universitarios. Hasta pensé que menos mal que mi papá, que era médico de la UCV, ya no estaba para presenciar tal disparate. Se hubiera muerto de nuevo, esta vez de la indignación.

¡Los MICs NO SON MÉDICOS! ¿Cómo van a estudiar postgrados personas que apenas están formadas para atender emergencias como paramédicos? ¡No es por capricho que, en todas partes del mundo, Medicina es una de las carreras más largas y exigentes, porque se trata de salvar VIDAS HUMANAS!

Pero no. Ahora el chavismo decide que “hay que incluir a los MICs en los postgrados” y la Facultad de Medicina de la UCV obedece dócilmente. Cada vez que un sujeto de esos mate a algún paciente, todos los que votaron a favor de esa locura serán cómplices de asesinato. Con la historia de la “inclusión”, ahora resuelven todo. Pobrecitismo más inclusión, ¡qué desastre!

Cuando me refiero a la inclusión pienso en la creación de entornos y sociedades que valoran y respetan la diversidad, garantizando la participación plena y equitativa de todas las personas, sin importar su origen étnico, género, discapacidad, orientación sexual, religión u otras características.

Pero también entiendo que la inclusión tiene sus límites y hay que respetarlos. Y es que hay situaciones en las que es difícil o incluso imposible lograrla en pleno. Es importante reconocer que la inclusión no implica la eliminación total de diferencias o la negación de las necesidades específicas de ciertos grupos. Hay circunstancias en las que resulta imposible garantizar la igualdad de oportunidades, sin dejar de reconocer o responder a las particularidades de cada individuo o grupo.

«Es importante reconocer que la inclusión no implica la eliminación total de diferencias o la negación de las necesidades específicas de ciertos grupos»

Creo que en las sociedades autodenominadas “de avanzada” se ha ido muy lejos con esto de la inclusión. Y ya no es el chavismo-madurismo solamente. Por ejemplo, se cometió una tremenda injusticia cuando en las competencias deportivas empezaron a aceptar a mujeres transgénero que completaron su transición después de la pubertad y aún mantenían altos niveles de testosterona en sus cuerpos. En la natación es muy conocido el caso de la nadadora trans Lia Thomas, quien en 2022 fue acusada públicamente por la nadadora Riley Gaines:»El 17 de marzo del año pasado mis compañeras y yo, y otras nadadoras de otras universidades, fuimos obligadas a competir contra un hombre biológico llamado Lia Thomas, […] quien compitió como hombre durante tres años en la Universidad de Pennsylvania».

«Thomas y yo competimos en los 400 estilo libre y terminamos empatadas, incluso en las centésimas de segundo. Como sólo había un trofeo, la NCAA me dijo que no me llevaría ningún trofeo porque se lo iban a dar a Thomas (por aquello de “la inclusión”). Me dijeron que yo sólo tendría uno para las fotos. Las políticas de la NCAA lo que han hecho es excluir a las deportistas femeninas», denunció agriamente. Y fue más allá cuando explicó que cuando aquella injusticia sucedió, “Lia Thomas no había concluido su transición física cuando compartíamos vestuario:Además de haber sido forzadas a renunciar a nuestros premios, títulos y oportunidades, la NCCA nos obligó a compartir el vestuario con Thomas, un hombre de 22 años que mide 1,90 y aún mantenía sus genitales masculinos. Permítanme ser clara: no se nos advirtió esto ni se nos preguntó por nuestra aprobación. Puedo confirmar la extrema incomodidad dentro del vestuario cuando te dabas la vuelta y veías a un hombre mirándote cómo te desvestías mientras él se desnudaba».

En un amplio reportaje recogido por el portal El Español, Gaines califica de grave la situación que viven las nadadoras y otras deportistas: «El número de deportistas femeninas a las que se les están negando oportunidades o que han sido traumatizadas o heridas por políticas que afirman promover la inclusión”, crece a un ritmo alarmante en este país. La integridad de los deportes femeninos se ha perdido».

Poco después de las denuncias de Gaines, la Federación Internacional de Natación (no la NCAA) sacó una resolución de sólo permitir la participación de nadadoras trans si habían transicionado antes de los 12 años o hacerlo en una tercera categoría”. Lo que constituyó un acto de justicia para muchos, para otros fue una afrenta a la inclusión. Repito: ¿no debería existir un límite?

«Lo que constituyó un acto de justicia para muchos, para otros fue una afrenta a la inclusión. Repito: ¿no debería existir un límite?»

Estas situaciones suscitan más preguntas que respuestas. Abro el debate y me gustaría conocer sus opiniones. Porque ya no se trata de casos que no tienen relevancia, como meter dos trans en el Miss Universo: es incluir donde no cabe la inclusión, como en el caso de los MICs venezolanos, que no son ni la mitad de un médico y sin embargo, por “incluirlos”, los aceptan en un postgrado. O de los deportes, donde persiste el debate de si incluir o no transgéneros a competir con mujeres biológicas.

Y hablando del Miss Universo, ahí también se presentó una situación de inclusión que levantó polémicas en cuanto a qué es un concurso de belleza, cuando además de los trans incluyeron a Miss Nepal, que no cumple con los estereotipos de belleza deAristóteles, que por siglos han sido referentes, al menos en la civilización occidental. El filósofo sostenía que la belleza es objetiva -no subjetiva, como se afirma ahora- es decir, que existe independientemente de la percepción individual. El griego creía que la belleza se encuentra en la estructura y en la armonía y proporción adecuada de las cosas, y que estas características pueden ser apreciadas por cualquier persona razonable.Habló de la sección dorada, áurea o divina, un concepto matemático y estético que ha sido objeto de estudio y admiración a lo largo de la historia. Se refiere a una proporción específica que se considera estéticamente agradable y armoniosa, que existe en la Naturaleza y, por lo tanto, en los cuerpos humanos.

Esas “inclusiones forzadas” no llevan a nada.Hacer la inclusión por obligación puede resultar en una falta de autenticidad y compromiso genuino con la diversidad y la igualdad. Sin embargo, es importante tener en cuenta que la promoción de la inclusión a través de políticas y regulaciones puede ser un primer paso importante para generar cambios en las estructuras y prácticas discriminatorias. La inclusión auténtica va más allá de cumplir con requisitos o normativas sociales o legales. Implica reconocer y valorar la diversidad como una fortaleza y una oportunidad de crecimiento y desarrollo. La inclusión auténtica implica crear espacios y entornos donde todas las personas se sientan bienvenidas, respetadas y empoderadas. Es fundamental que las organizaciones y las sociedades vayan más allá del mero cumplimiento de políticas y regulaciones. Deben comprometerse activamente en la promoción de la inclusión a través de acciones concretas, como la creación de programas de capacitación, la implementación de iniciativas de diversidad y la promoción de una cultura inclusiva. La inclusión auténtica requiere un cambio en la mentalidad y en las actitudes individuales y colectivas.

De seguir como vamos, por desgracia, terminaremos por derroteros falsos y con accidentes fatales. Porque podrá haber quien alegue, por ejemplo, que un ciego puede ser piloto de aviones, una de las profesiones donde la vista juega un papel importantísimo. Eso no significa excluir a los ciegos: más bien, es darles su lugar donde puedan desarrollar al máximo su potencial, no “incluirlos” dentro de espacios donde los resultados pueden ser fatales, incluso para ellos.

Yo soy mamá de una joven discapacitada y sé de primera mano qué es ser excluido. He dedicado buena parte de mi vida a incluirla y a que sea aceptada y lo he logrado. Pero conozco sus límites y jamás he forzado la barra. La sociedad actual, no sé si por esnob, o por ridícula, o por tonta, fuerza la inclusión sin darse cuenta de que al forzarla, lo que logra es justamente lo contrario, porque no se trata solo de cumplir con la obligación, sino de reconocer la importancia de la diversidad y trabajar para construir una sociedad más justa y equitativa. La inclusión auténtica se basa en valores de respeto, empatía y igualdad, y busca superar la hipocresía y la discriminación.

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