Opinión

Nicolás Maduro no está derrotado… por ahora

A un mes de las elecciones, María Corina Machado sigue movilizando a miles y miles de venezolanos y venezolanas en distintos puntos del país. Aunque eso, sin duda, será clave para el camino que se construye en torno al #28J no será suficiente por sí solo

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En las redes sociales abundan mensajes que giran en torno a Nicolás Maduro. Por lo general desde el campo opositor se dice que el gobernante ya está derrotado. Si tal cosa fuese cierta, cabe preguntarse entonces: ¿por qué sigue tozudamente en campaña?

Acaso Maduro no se da cuenta de que sus movilizaciones son reducidas, en comparación con las que protagoniza Machado, será que no lee las encuestas que son serias del país que lo colocan bastante por debajo de Edmundo González Urrutia, quien apenas hace tres meses era un total desconocido para la sociedad venezolana. Todo ello es cierto, pero aún no se ha manifestado en un hecho que sea incontrovertible, como la votación en sí misma.

Si miramos tiempo atrás, Hugo Chávez tenía todos los factores en contra, en una crisis que se venía en ebullición desde 2001, y entonces, en abril de 2002 finalmente decide renunciar a la presidencia. El propio Chávez comentó en un encuentro con periodistas extranjeros, una vez que recuperó el poder, que solamente cuando José Vicente Rangel le hizo ver que no quedaba otra opción que inmolarse, como había hecho Salvador Allende en Chile, sólo en ese momento fue que consideró renunciar.

No estoy diciendo que en este 2024 se va a repetir la misma historia, pero sí poner de relieve la forma de operar que tiene un grupo apropiado largamente de la institucionalidad. La tesis, en este momento, sería la siguiente: cuando Nicolás Maduro se sepa sin ninguna otra opción, entonces y sólo entonces se apartará del poder por decisión, una decisión no voluntaria pero decisión al fin como la que tomó Chávez en 2002. Cuando el alto mando militar le pidió la renuncia, “la cual aceptó”.

Maduro y el chavismo como conglomerado más o menos homogéneo y con un objetivo compartido, que no es otro que permanecer en el poder, aún no están derrotados, aún no están en una situación donde no tengan otra opción. Para llegar a ese punto, siguiendo la hoja de ruta electoral debemos llegar, en primer lugar, al día de la elección presidencial.

El entusiasmo multitudinario que genera María Corina Machado en sus movilizaciones debe traducirse en paciencia y perseverancia el último domingo de este mes de julio. Quienes quieren que ocurra un cambio deberán acudir masivamente, llevar a votar o acompañar a todo el que puedan, prestar apoyo de todo tipo a miembros de mesa y testigos electorales, y estar dispuesto a permanecer de forma pacífica pero inflexible en los centros de votación posiblemente hasta altas horas de la noche y/o madrugada.

Se trata de que millones de votos a favor del cambio se introduzcan en las urnas, que se cuiden celosamente esos votos y que en cada mesa y centro haya una totalización de resultados, cuyo comprobante quede a buen resguardo en manos de activistas del cambio democrático. Y todo esto debe ocurrir en un clima pacífico, sin peleas ni enfrentamientos, sin caer en provocaciones de ningún tipo, ni increpar a militares y a personal del CNE. La apuesta por el cambio debe traducirse en una estrategia civil y civilista.

Es muy posible, que después de haber colocado todas las trabas puestas hasta ahora y algunas otras que se colocarán en las semanas finales de la campaña, el chavismo esperará su propia totalización de votos (la del CNE y la de los militares del plan república) para tomar decisiones.

La sociedad que apuesta por el cambio en democracia, obviamente deberá estar atenta a lo que transcurra en las horas siguientes al cierre de las mesas.

La presencia de votantes masiva con un número considerable de votos a favor del cambio, hará menos probable o creíble (hasta para los propios chavistas de base) que se haga un fraude señalando un triunfo de Maduro, por ejemplo. También una voluntad mayoritaria de cambio por la vía electoral será más difícil de reprimir masivamente por parte de las fuerzas armadas.

Sigue el camino que ya ha trillado, y allí reside el dilema actual de Miraflores: no respeta la voluntad popular, hace fraude (constituyente de 2017, presidenciales de 2018 y referendo sobre Esequibo 2023) y como paso siguiente reprime. O se aviene todo el chavismo o una parte de éste, a reconocer que el pueblo habló y lo hizo por el cambio y se abre un territorio desconocido para todos.

En esas horas, suponiendo el escenario, Maduro y el chavismo tomarán sus decisiones. El Chávez atrincherado en Miraflores en 2002 sostenía que no iba a renunciar, hasta que finalmente lo hizo, cuando vio que no tenía otra opción. Veremos qué hará este 28 y especialmente el 29 de julio.

Finalmente, así como María Corina Machado tiene y tendrá un papel en términos de la movilización y emotividad popular en esta campaña, González Urrutia con su dilatada experiencia y abundantes contactos en el mundo diplomático latinoamericano está teniendo y tendrá también el suyo. Llamadas de presidentes de izquierda como Gabriel Boric (Chile) Gustavo Petro (Colombia) o Luiz Inácio Lula da Silva (Brasil) podrían ser determinantes en la balanza de decisiones que tiene y tendrán ante sí Maduro y la cúpula que le rodea.

Ya veremos qué ocurre, lo que sí depende de la ciudadanía, para que ocurra, son todas estas tareas que en líneas gruesas hemos mencionado en este texto. Y, no menos importante, debemos asumir que Nicolás Maduro no está derrotado… por ahora.

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