¿Qué esperar en Venezuela del segundo gobierno de Trump?
Michael Shifter, probablemente el gurú sobre América Latina de más larga data en Washington, ha deslizado una hipótesis inquietante. Y si Donald Trump en su segundo gobierno, ensaya con Nicolás Maduro algo más parecido a su manejo de las tensiones con Corea del Norte, que la “presión máxima” que ya ejecutó en su primer gobierno
Lo planteado por Michael Shifter no es sólo su hipótesis. Una serie de antiguos colaboradores de Donald Trump, en su primer gobierno (2017-2021), y todos ellos distanciados o literalmente peleados con él, apuntan en la misma dirección. El hombre de negocios devenido en figura política de primer orden en Estados Unidos no es de insistir en estrategias fallidas.
No prevén, todos ellos, incluyendo a Shifter, a quien generalmente se le percibe más inclinado al partido demócrata, que Trump vaya a repetir una estrategia que no le dio el resultado esperado en su primer gobierno. Aunque el mandatario electo de forma contundente mantiene un discurso ideológico, sus decisiones suelen tener una naturaleza más pragmática.
El Donald Trump del primer gobierno lanzó una amplia presión sobre el régimen de Maduro, incluyendo sanciones contra Petróleos de Venezuela, el Banco Central y otras dependencias oficiales de carácter financiero y comercial, con el fin de asfixiar económicamente al chavismo y con ello lograr un quiebre en la cúpula en el poder.
En simultáneo, con esta política de cercar al chavismo, no sólo mantenía una cordial relación con Vladimir Putin, el hombre fuerte de Moscú, sino que sorprendió al mundo al dar un giro de 180 grados y acercarse al mandamás de Corea del Norte, Kim Jong-un. Tuvo entonces Trump una política personalista y unilateral, que según me comentó la experta Elsa Cardozo, debe esperarse como signo característico de la política exterior para 2025-2029.
Trump asumirá la presidencia en enero de 2025, justamente a seis años de las decisiones que tomó en su primer gobierno en enero de 2019, que en aquel momento además incluyó su reconocimiento del “gobierno interino” de Juan Guaidó. Y seis años después, Maduro sigue allí. Esto es lo que precisamente le lleva Shifter a pronosticar un eventual giro de 180 grados entre el primer y el segundo gobierno de Trump, en relación con Venezuela.
Venezuela, y también Cuba, por otro lado, a diferencia de la campaña de 2016 no tuvo menciones específicas en esta campaña electoral de 2024. No hubo actos con los exilios, de forma específica.
Venezuela, en particular, como me explicó Cardozo, quien dirigió tanto la escuela como la maestría en Relaciones Internacionales de la UCV, apareció de manera indirecta cuando Trump habló de la migración (tema al que le dio un encuadre bastante negativo) y ello enmarcado en discursos dirigidos a un público estadounidense en medio de una campaña polarizada.
Más allá de los mensajes desde Caracas, de María Corina Machado (recordando a Trump su apuesta por la democracia en el pasado) o de Nicolás Maduro (manifestando su intención de tener una relación de entendimiento con Washington), no hay manera de inferir qué vendrá desde la Casa Blanca.
América Latina no es una prioridad para Estados Unidos, y eso habría sido igual si ganaba Kamala Harris. La región quedó rezagada en materia económica, no tiene un peso geopolítico relevante y pese a las particularidades de algunos países (y allí está Venezuela), si la mirada de Washington se posa sobre la región será fundamentalmente en México, donde confluyen sí dos de las propuestas centrales de Trump: migración y aranceles.
Si efectivamente desde el día uno de su gobierno, Trump lleva adelante su prometida deportación masiva de migrantes, y si además pone el pie en el acelerador para revisar los tratados de libre comercio, en ambos casos su némesis regional será México.
Venezuela, dentro del papel secundario que ya juega América Latina y el Caribe en las prioridades de Washington, no tiene tampoco un rol regional preponderante y más bien pasará a estar a partir de enero bastante aislada, incluso en la región.
De nuestro país, en los medios diplomáticos, se habla con cierta resignación de una crisis autoritaria prolongada. En tal escenario, es difícil imaginar un rol activo y efectivo de Trump para propiciar un cambio en Venezuela, en el corto plazo.
Dos factores, en realidad dos personas, tal vez podrían propiciar un devenir diferente. Y no se puede obviar el carácter personalista y unilateral que volverá a tener la política exterior desde la Casa Blanca.
La primera es Elon Musk. Sin tener un cargo específico, tiene una notable cercanía con Trump. De hecho es de las escasas personas a quien el presidente electo elogia en público. Musk, como ha quedado en claro a través de sus propios mensajes en X, se ha involucrado bastante en el debate político venezolano, en torno al 28J.
La segunda es el senador Marco Rubio. Si este parlamentario del Partido Republicano queda en alguna posición decisoria en materia de política exterior, el tema venezolano y por antonomasia el cubano, podrían cobrar una insospechada importancia para la agenda de Trump.
En la campaña electoral, en Estados Unidos, el ahora presidente electo Donald Trump agitó repetidamente el tema migratorio. Haciendo frente a un Partido Demócrata, usualmente percibido como débil ante la migración por vías irregulares, podría pensarse que aquello era parte solamente de la carrera presidencial. Los primeros nombramientos apuntan a lo contrario
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