«Cuando se enfrentaban, nos traían a sus heridos porque el hospital venezolano local tenía presencia policial y nosotros no. Estos chicos traían a un paciente con 12 o 15 balas en el cuerpo, te apuntaban con sus armas y te decían que tenías que salvarlo. Si él moría, tú también. Ese tipo de cosas sucedían a diario. Era rutinario», dijo.
Su salida de la isla tuvo como principal motivación un aumento significativo de su salario. Según la fuente, de $15 mensuales que recibiría por ejercer en su país de origen, en Venezuela ganaba $125, cifra que aumentó gradualmente hasta llegar a cobrar $325. La suma no era despreciable; todo lo contrario, sabía que sería de mucha ayuda para los suyos, quienes además recibían de parte del Estado $50 como parte de la bonificación de las labores de la doctora.
Pero el dinero poco importó cuando su desarrollo en la carrera comenzó a tomar otro matiz por las acciones que presenciaba en los casos atendidos, sobre todo aquellos en los que el hampa era protagonista y limitaba su ejercicio.
«Siempre existía la posibilidad de que la pandilla rival pudiera tratar de acabar con el paciente durante el traslado. Tuve una situación en la que una pandilla rival entró y le disparó al paciente. Yo tenía 24 años, era una chica pequeña y delgada. Pero en un lugar donde hay tanta violencia, desarrollas una increíble frialdad emocional», sostuvo.
“No le digas a nadie que esto ha sucedido”
Coro corrió con más suerte que otra especialista cuya identidad no fue revela. Esta contó a BBC que en sus cinco años de labores, todas en el estado Bolívar, sufrió una violación por parte de hombreas armados que entraron a su residencia.
El coordinador de la misión, explicó la afectada, hizo poco o nada por ayudarla a denunciar el hecho. En su lugar, fue enviada a Caracas para someterse a una serie de tratamientos psicológicos y pruebas de VIH.
«El tratamiento no fue el mejor. El enfoque fue básicamente: ‘No le digas a nadie que esto ha sucedido'», lamentó.
El actual mandatario cubano Miguel Díaz-Canel, resta importancia a cuanta denuncia salga de parte de los afectados o de los países que han criticado el régimen de los hermanos Castro.
A través de su cuenta de Twitter, el jefe de Estado calificó de «mentira imperial» a los que arremeten contra el programa de salud de la isla.
La politización de la misión humanitaria
Carlos Ávila llegó en 2004 a Venezuela y una de las asignaciones extra que le tocó hacer giró en torno a apoyar a Chávez en un referendo revocatorio que se celebró ese año y que vio al mandatario salir airoso.
«Durante la campaña de 2004 para el referéndum revocatorio, nos enviaron a los médicos puerta a puerta para dar regalos y medicamentos y ganar apoyos para el entonces presidente Hugo Chávez», indicó.
«También teníamos listas de pacientes según su tendencia política. A los partidarios del gobierno chavista se los anotaba como pacientes de hipertensión y a los opositores como diabéticos. Los primeros recibían mejor tratamiento y toda la información que teníamos sobre los locales se le pasaba a la coordinadora de la misión, una mujer cubana que controlaba todas nuestras relaciones personales y con quién se nos permitía encontrarnos», añadió.
Mientras esto ocurría, una práctica se llevaba a cabo entre sus superiores y era la del seguimiento a cada galeno, todo con la finalidad de evitar deserciones y el contacto con los habitantes venezolanos.
Cuban Prisoners Defenders recabó información de más de 100 médicos cubanos y detalló que el 91% aseguró ser vigilados por agentes de seguridad cubanos durante su misión.
Imprecisiones
La misión cubana pedía a sus representantes entregar las estadísticas de casos atendidos con todos sus detalles; no obstante, más que informar, sus superiores pedían números de casos como meta.
“Si un paciente está listo para irse a casa y tomar medicamentos por vía oral, no voy a hacer que lo ingresen durante cinco días con una vía intravenosa. No puedo decir cuántos pacientes con infarto al corazón voy a tener a la semana», explicó Coro.
La organización Cuban Prisoners Defenders entrevistó a 46 médicos cubanos con experiencia en misiones internacionales, de los cuales más de la mitad confesó haber falsificado estadísticas.
«Si un paciente está listo para irse a casa y tomar medicamentos por vía oral, no voy a hacer que lo ingresen durante cinco días con una vía intravenosa. No puedo decir cuántos pacientes con infarto al corazón voy a tener a la semana», cerró.