Salud

Vivir para el otro: la responsabilidad de buscar medicinas para los padres

“Si no hay, no hay, así de sencillo”, le respondió el médico a Geraldine León, profesora de la Universidad Central de Venezuela (UCV) que narra lo que es velar por los padecimientos crónicos de sus padres. Vacilar el desabastecimiento, aceptar los retos de la crisis hospitalaria y sufrir las consecuencias personales y ajenas de vivir una Emergencia Humanitaria Compleja en donde se le vulneran múltiples derechos, se ha convertido en la vida de muchos venezolanos.

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León es cuidadora principal de su padre, quien hace tres años fue diagnosticado con cáncer de recto bajo, siendo sometido a quimio y radioterapias hasta desaparecer lo benigno. Actualmente padece de alzheimer, hipertensión y diabetes. Su madre, -a quien también atiende-, comparte el exceso de azúcar en la sangre; además sufre del colesterol y osteoporosis. En sus 20 años de servicio como docente, Geraldine ha tenido la obligación de atender las necesidades de sus progenitores, haciendo todo lo que esté a su alcance para tratar alguna mejoría o mantenerlos estables en sus diversas patologías.

“Yo soy su hija, tengo otros hermanos, pero he sido yo la que ha estado pendiente de ellos. Eso genera un desgaste puesto que la atención para ambos debe ser exclusiva”, explica al señalar que la situación con los meses se ha acentuado. Sin embargo, el sinfín de problemas presentes en el área de salud en Venezuela también demandan vigilancia; y además de sus padres debe hacerle seguimiento a los medicamentos.

La odisea de acceder a las medicinas y el esfuerzo de cumplir un tratamiento

Como padecimientos, cumplir con el control de la diabetes e hipertensión para Geraldine León ha sido una situación dura. Recuerda que hubo una época en la que tenía acceso por medio de diferentes programas. Existían posibilidades de obtenerlos con descuentos significativos y con meses de sustento. Pero al presentarse el desabastecimiento, desde hace aproximadamente tres años, según su perspectiva, la farmacia se quedó sin medicamentos. Afirma que todos los anaqueles están vacíos y no hay para tratar absolutamente nada.

“A veces no se consiguen y cuando consigues, por ejemplo el Atenolol que es el que toma mamá para hipertensión, viene con diurético y ella toma sin diurético. ¿Qué opta uno como persona ante el desespero de no dejarla sin tratamiento? Dárselo sin tener la indicación médica. Eso es un riesgo”, manifiesta.

En el caso de su padre, tratar la presión arterial alta ha sido más cuesta arriba porque tiene recetado el principio activo básico llamado Olmesartán, que era de fácil acceso hasta que empezó a llegar en otras presentaciones más costosas, como Eukene.

Pero esta idea de precaución no es actual. Anteriormente la empleaba hasta que no pudo seguir ejecutando el inventario. Expone que, para evitar la insuficiencia de medicamentos, solía comprar en la farmacia de la UCV con regularidad, reuniendo seis meses de «stock». Pero «poco a poco», el almacén no pudo seguir porque la mercancía se fue usando, gastando, hasta que se quedó sin nada.

Para el tratamiento de la diabetes, el cuento no cambia mucho. “Tomaba una capsula que dejaron de traer al país que era Janumet, y venía en una presentación de 30 capsulas para cubrir el mes completo. La doctora se lo cambió a otra que se llama Crisomet, esa presentación viene en 10 tabletas con un costo alto. Es decir que, si tú quieres cubrir un mes, tienes que comprar tres cajas”, explica León, alegando que de esa forma se vuelve inaccesible y no es una opción buscar sustitutos arbitrariamente porque no es recomendable. “Hay una que se llama Sitaglis Met, pero hace una semana fui a consultar el precio y costaba 63.000 bolívares. Más allá del sueldo mínimo; solo comprar esas capsulas, implicaría no comprar otras cosas”, expone. También le daba vitaminas Miovic y otros suplementos nutricionales que ya están fuera de su alcance.

En la misma línea, confiesa que la serie de fármacos recetados para el Alzheimer también son una gran dificultad en términos económicos. Y el esfuerzo debe hacerse para evitar complicaciones; si no se le da la Memantina o Alprazolam, corre el riesgo de alterarse y cambiar de humor hasta ponerse agresivo. “Es una situación bastante dura y el sueldo de un profesor universitario es insuficiente para cubrir esos costos”, lamenta, acotando que ni su padre, jubilado de una institución pública y con pensión de seguro, gana lo suficiente.

Enfatiza la dificultad de costos con el cáncer superado de su padre, que pudiese volver en algún momento, pero para hacerle estudios e indagar si hay presente alguna célula, es “costosísimo” y el seguro de la universidad no lo cubre. Rememora que hace un año no pudo hacerle una tomografía, por lo que tuvo que conformarse con realizarle un eco para evaluar el área y tratar de ver si no había recaído.

Ante esta problemática, León agradece por la existencia de organizaciones que ayudan a las personas que no tienen acceso a los remedios con la regularidad necesaria. Además, la han apoyado con los pañales para su papá, que no controla esfínteres y padece incontinencia, producto del mismo padecimiento. Tal acción la considera una bendición por lo costoso que es la situación para cualquier persona, aun cuando se es profesional, teniendo postgrados, manejando idiomas y demás. Reflexiona que se ha llevado el país a la miseria.

– ¿Considera que la escasez ha agravado este padecimiento?

– Si. Yo me vi obligada en el control del alzheimer a reducir la medicación. Le estaba dando a mi papá, por ejemplo, la Memantina. No le daba la pastilla completa sino la mitad. Entonces el hecho de haber tenido que reducir la cantidad de lo que debía tomar, es un riesgo. Eso influye en la evolución.

– ¿Siente que le están vulnerando sus derechos?

– Si, el derecho a la salud por supuesto. Y lo viví estando en el hospital Vargas, la atención era fatal, patética.

Muestra de una salud pública enferma: la realidad de estar hospitalizado

“Mi papá tuvo una caída en enero de este año; sufrió una fractura de cadera. Terminé estando en el hospital Dr. José María Vargas de Caracas” relata Geraldine. Para informar de la situación hospitalaria, detalla que en el recinto, los especialistas trabajan por grupos. Cuando el señor León necesitaba una transfusión de sangre, ella acudía a los médicos, pero no la atendían porque él no correspondía al grupo asignado. Manifiesta que, en la etapa más crítica, los internos brillaron por su ausencia en toda la semana. Y si no hubiese sido por un reclamo que, a su juicio, fue estúpido, no lo hubiesen tomado en cuenta.

Estaba en una sala amplia con 18 pacientes. Por cama, cada quien tenía un cubículo que generalmente era tapado por una cortina para tener privacidad. «La jefa de enfermeras que estaría a cargo en semana santa, mandó a quitar los trapos», cuenta. “Yo le dije, ¿usted ha visto las condiciones en la que están los baños?, por ejemplo, las pocetas tapadas, no hay agua y los pacientes tienen que cargarla, ¿ustedes han visto las condiciones en la que están las instalaciones? hay basura. Mi papá necesita una transfusión de sangre desde el martes y es el día de hoy –sábado- y todavía no la tiene. Al médico tratante le dije, qué pasa con la transfusión de mi papá y me dijo «¡si no hay, no hay, así de sencillo!», entonces cómo hace uno”.

Ante las quejas, le recomendaron ir ese mismo día al banco de sangre interno. Para su sorpresa, no había ninguna orden para realizar la intervención requerida, por lo que cree que nunca le iban a poner la sangre que necesitaba. “¿Cuál era la solución? Subir a hablar en emergencias para que hicieran una orden… ¡ah no! Pero no estaban los médicos del grupo, tenía que esperar que hubiese uno del grupo”, relata.

Entre los datos insólitos de lo vivido, destaca la impresión de los colectivos, quienes llegaron, metieron al director del hospital en una oficina y ahí aparecieron todas los insumos. “A mi hasta para operar a mi papá, me pidieron que llevara cuatro pollos como logística. ¿Yo, cuatro pollos? ¿Muslo, pechuga? Pero no, enteros sino no lo operaban, sino no lo llevaban a quirófano”, visibiliza, agregando que la semana anterior le pidieron el desayuno y almuerzo para los enfermeros y camilleros.

Le exigieron un maletín lleno de insumos médicos. Pidieron dos rollos de adhesivos y a su papá a pesar de que le ponían solo dos tiritas, cada vez que le iban a hacer la cura, se quejaban de no tener adhesivo. Así tenía que comprarlo nuevamente. “Son cosas que tú dices, ¿cómo es posible que eso pase? ¿cómo es posible que eso suceda? Es muy dura la situación que estamos viviendo, que se ha agravado mucho más y que cuando lamentablemente vas a un centro asistencial público, el trato no es el adecuado”, asevera.

– ¿Qué le exiges al Estado?

– Que cumpla con lo que dice la constitución, que no sea letra muerta porque de nada sirve que todo eso esté escrito, que sean nuestros derechos. Si los hospitales no funcionan, no puedes garantizar la salud. Nosotros no estamos en vías de mejorar. Nosotros vamos en vías de retroceso. En lugar de evolucionar, estamos involucionando. Es un problema que hay que solventar.

Estos testimonios fueron documentados por la organización Convite, A.C., en el marco del proyecto Monitoreo del Derecho a la Salud en Venezuela.

http://www.conviteac.org.ve/project/voces-de-la-escasez
@conviteac

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